“El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas”.
Ludwig Wittgenstein.
Según la RAE: ‘Hecho’ es un término derivado del latin ‘factus’, alude a lo que ocurre, acciones, obras. Es la acción, el resultado del hacer, el movimiento que construye al mundo. El mundo es movimiento continuo y coordinado, no un agregado de cuerpos y cosas.
FENÓMENO Y NOÚMENO DEL CUERPO (continuación)
En las reflexiones sobre “Continuidad y discontinuidad en la naturaleza y el cuerpo” terminé afirmando que, por esa proximidad tan total entre el objeto experimentado y el experimentador que somos, a la hora de experimentar nuestro cuerpo, (al que no podemos considerar ‘algo exterior’), nos parece que el fenómeno corporal, (la serie de sensaciones que nacen en el cuerpo), son el noúmeno mismo, el cuerpo que es. Y esto es un error. Nos atascamos en una ilusión fácil cuando vivimos el fenómeno de nuestra propia humanidad corporal. Confundimos lo que vemos y sentimos de nuestro cuerpo, el ‘fenómeno’ corporal, con nuestra realidad fundamental, la esencia, el ‘noúmeno’ humano.
Para profundizar en esta cuestión y continuando con la serie prometida ‘en busca de la esencia’, he desarrollado el concepto de ‘CUERPO APARENTE’ y ‘CUERPO FLUIDO’, siendo el cuerpo aparente el ‘fenómeno’ que experimentamos, una mera expresión extraída del cuerpo real, cuerpo mucho más extenso, multidimensional y evolutivo al que he llamado ‘cuerpo fluido’. Sigamos afinando estas ideas para comprender mejor la distinción entre uno y otro.
RESUMIENDO ‘IDEAS FUERTE’
De cinco artículos anteriores apunto sus ideas fundamentales (y sugiero revisarlos para comprender mejor lo que viene a continuación):
1.- No percibimos las fuerzas de la naturaleza sino sus efectos sobre los cuerpos.
2.- Todo está en movimiento, la inmovilidad no existe, es una imaginación nuestra. Nuestro cuerpo parece inmóvil e invariable en el centro de nuestro Campo Cognitivo, como un cuerpo-objeto, es la autoreferencia necesaria para situarnos en el mundo percibido.
3.- El presente, que es un mero instante o corte en una secuencia de cambios, (tanto internos como externos), es relativo a la velocidad con que se producen los cambios percibidos en el mundo externo, y también relativo a la velocidad de conducción neuronal, que es un cambio interno de nuestro propio cuerpo.
4.- La velocidad a la que se producen los cambios determina el modo (sólido o fluido) en que percibimos los cuerpos. Nuestro cuerpo lo notamos como un objeto sólido entre cuerpos sólidos; como no alcanzamos a percibir la secuencia de cambios, nuestro ‘sistema cognitivo’ establece la permanencia invariable de lo que creemos ser.
5.- La percepción de nuestro cuerpo es una mezcla necesaria de presente y pasado. Toda sensación, para convertirse en percepción, se integra con los registros del pasado. La idea de vivir en un puro presente que ha eliminado el pasado es una ilusión y un error; eso no es posible. Psicoterapéuticamente, e incluso quizá políticamente, se trata de integrar positivamente el pasado, no de suprimirlo. Esto es lo que hace la naturaleza real, recreándose siempre a partir del continuum evolutivo de sí misma.
6.- Toda percepción está mediada por un aparato de percepción que es parte de la realidad experimentada. Apreciamos la realidad de un cierto Medio Ambiente, a través de nuestro ‘sistema cognitivo’ que incluye [Cuerpo + Cerebro + Campo Cognitivo]. Y así también ocurre con la percepción de nuestro cuerpo.
7.- Experimentamos nuestro cuerpo a través del ‘sistema cognitivo’, del cual el propio cuerpo es una parte efectiva. En nuestro campo cognitivo se crea la representación de un cuerpo-objeto, ‘este cuerpo que toco’, que permanece estable e invariable en el tiempo. Y esto ocurre a pesar que, en realidad, más que un cuerpo sólido ‘lo tocado’ es un proceso en continua transformación y cambio. Es frecuente que los viejos sientan y crean que están igual que hace treinta años, cuando evidentemente han cambiado; lo que experimentamos de nuestro cuerpo es el ‘cuerpo aparente’, una ‘representación’ del ‘cuerpo fluido’.
8.- La consciencia es la función superior que surge de la unidad funcional e interacción entre ese sistema cognitivo y el medio ambiente: [MA+Cp+Cbr+CC]. La ‘consciencia corporal’ es la capacidad del sistema cognitivo de darse cuenta, instante a instante, de la representación que una de sus partes, el cuerpo, está teniendo en el propio Campo Cognitivo (el espacio donde la consciencia se expresa).
9.- Por la consciencia, coaligada a la memoria y al Campo Cognitivo, nos damos cuenta del cuerpo y de su identidad asociada al ego; Por ella, eventualmente, hacemos la distinción entre ‘cuerpo aparente’ y ‘cuerpo fluido’.
PERCIBIR Y PENSAR CUERPOS
En lo que toca a los CUERPOS FÍSICOS Y OBJETOS de la naturaleza: Nuestra percepción de los cuerpos físicos y objetos como unidades separadas y discontinuas es consecuencia de una especie de ceguera que nos incapacita para ver las conexiones entre sus partes; sin embargo, la física y la ciencia nos permiten pensar aquello que no podemos ver. Así, por ejemplo, nos demoramos siglos en comprender que los cuerpos celestes, aparentemente independientes y discontinuos unos de otros, en realidad están unificados en campos gravitatorios. Los antiguos imaginaban que dioses invisibles movían, coordinaban y actuaban sobre los cuerpos visibles; incluidos los nuestros, pues ellos pensaban que esos dioses gobernaban nuestros destinos.
Actualmente pensamos que las relaciones entre los cuerpos (o aspectos de un sistema), están mediadas por las cuatro grandes fuerzas de la naturaleza, (gravitatoria, electromagnética, sub/atómica débil y fuerte), fuerzas fundamentales que los físicos modernos buscan comprender como expresiones de una única fuerza natural.
Aunque percibamos cuerpos discontinuos y separados, en realidad todos están unificados a través de las fuerzas que actúan ‘en ellos’, dándoles coherencia interna; y ‘entre ellos’, unificándolos en dimensiones superiores. Si miramos el cielo estrellado vemos una multitud discontinua de cuerpos separados; con el ojo más fino de mejores telescopios percibimos una miríada de estrellas individuales, sin que podamos percibir esa ‘unidad corporal’ con que todas están gravitatoriamente ‘amarradas’, pues se comportan como un único cuerpo gravitatorio: un trompo espiral girando a velocidad de vértigo. A la naturaleza la vemos discontinua y la pensamos continua.
Y en lo que toca a NUESTRO PROPIO CUERPO: Es exactamente al revés, lo percibimos en nuestro Campo Cognitivo, (lo vemos y sentimos), como una unidad continua; nadie que esté sano experimenta su cuerpo como una suma de partes y órganos, cosa que sí ocurre en ciertas patologías cerebrales. Sin embargo, la hipótesis de la moderna neurociencia es que: “la unidad y continuidad corporal que experimentamos en nuestra cognición la crea el funcionamiento neuronal, integrando múltiples fuentes de información sensorial”. A través del pensamiento analítico nos damos cuenta de lo fragmentado y discontinuo de nuestro cuerpo. A nuestro cuerpo lo sentimos continuo y lo pensamos discontinuo.
ENTONCES, ¿CONTINUIDAD O DISCONTINUIDAD?
¿Por qué esta necesidad de continuidad que parece imponerse a la hora de percibir nuestro cuerpo o pensar la naturaleza? La esfera sensorial es relativa y multifactorial, ella nos permite mirar y pensar, tanto unidades fluidas como cuerpos ponderables y separados, y así entonces construir modelos tanto de un tipo como del otro. Lo sensorial no puede responder a esta pregunta.
Sin embargo, las percepciones se desarrollan y hacen conscientes en nuestro Campo Cognitivo y, siendo este un campo unitario y continuo, es bien posible que proyecte su naturaleza sobre los modelos de realidad que en él se construyen. (El tipo de piedra condiciona lo que el escultor hará con ella). La relación entre las características de nuestro ‘CC’ y los ‘modelos de realidad’ construidos, es un tema sin duda interesante que dejaremos abierto por ahora.
Pero ojo, es necesario tener una cierta prudencia con este relativismo: después de siglos de absolutismos y dictaduras de todo tipo, este concepto de ‘lo relativas que son las cosas’ se ha extendido, como una especie de ‘plaga mental’, donde todo vale, donde cualquier individualismo subjetivo es tan válido como cualquier otro. Y, como toda acción genera una reacción, a este relativismo individualista y aparentemente libertario, le han renacido enfrente las tendencias absolutistas del pasado, extremismos polarizados del tipo: ‘las cosas son como la autoridad dicta que son’, las clásicas dictaduras morales y político militares que nunca terminaron de extinguirse del todo, pues responden a un aspecto bastante bruto y básico de lo humano: “yo tengo la razón y mando”. Esto se ha visto claramente con el problema de las vacunas para el covid: una gran parte de la población ha tomado por buena la hipótesis de su eficacia y conveniencia, mientras un porcentaje no menor alimenta sus argumentos negacionistas o antivacuna con variadas deducciones, creencias y bulos elevados a dogma de fe.
Las cosas no son de cualquier manera, la posición de “cualquier teoría vale igual que cualquier otra y la mía igual que la de cualquiera”, merece escucha y respeto, por supuesto, pero no todo vale en el camino del conocimiento. El modelo de realidad que cada sujeto tenga puede estar muy cerca o muy lejos del conocimiento consensuado por la mayoría, o por las minorías especializadas en ese campo de conocimiento. He visto a sujetos con las creencias más disparatadas, desde que la Biblia dice verdades literales y la creación ocurrió hace 5.000 años, hasta modernas supersticiones y creencias en la capacidad de la mente para doblar cucharas. Sin embargo, más allá de las creencias personales, la humanidad está embarcada en una búsqueda, colectiva, metódica y rigurosa, de conocimiento objetivo. Buscamos conocer el universo real y lo que nosotros mismos somos.
Una curiosa encuesta entre varios miles de filósofos, alumnos y profesores universitarios de múltiples culturas, señala que más del 80% de ellos ‘cree’ en una realidad objetiva independiente de la percepción y del pensamiento. Es decir, predomina en nuestros Campos Cognitivos, la creencia de que las cosas son, no como creemos ni como queremos que sean, tampoco como fantaseamos que podrían ser, sino como en Realidad son.
Si buscamos comprender una realidad más amplia que nuestros intereses subjetivos, (cuestión que interesa tanto al científico como al filósofo y al místico), para nuestra reflexión no basta con sentir lo que sentimos, como si esa fuera la única verdad absoluta, también es necesario pensar y reflexionar críticamente; aunque apoyándonos en la realidad corporal, por supuesto, pues sin ella no podemos conocer ni sobrevivir.
MOVIMIENTO, CAMBIO Y EVOLUCIÓN
Si todo está en movimiento y la inmovilidad no existe, si todo es fluido, el concepto mismo de cuerpo-objeto-sólido pierde sus límites y se convierte en relativo y discutible. Todo cuerpo ‘aparentemente sólido’ sería una ilusión perceptiva que se produce en nosotros debido a su lenta velocidad de cambio. Hay nubes con forma de montaña, que cambian muy rápido; también hay montañas que son como una nube y que, a cámara lenta, se habrán deshecho en miles de años. La realidad es fluida. El universo es fluido. Y nuestro cuerpo, más allá de su apariencia perceptual, es pura fluidez. Todo es un río de cambio y evolución. Incluso los objetos y artefactos que inventamos, nunca llegan a ser cuerpos enteros y definitivos, están permanentemente cambiando y evolucionando.
Ya no vivimos en medio de la naturaleza original, donde era más fácil apreciar la fluidez y continuidad de las nubes en el cielo o las olas en el mar, ahora nuestras vidas transcurren en ‘un mundo de cosas’, aparatos, coches y máquinas de todo tipo, objetos culturales que interactúan mecánicamente unos con otros enseñándonos su (in)discutible (dis)continuidad.
Sin embargo, en el mundo de los objetos tampoco existe inmovilidad, engranados mecánicamente en aparente discontinuidad, nos enseñan su pertenencia a un mundo donde todo fluye en una continuidad evolutiva.
OBJETOS EN EVOLUCIÓN, LA HISTORIA DEL COCHE
Darwin no solo enunció la evolución de las especies, sino que estableció una poderosa idea de continuidad en la naturaleza. Antes de él predominaba un creacionismo ignorante e incapaz de observar las continuidades naturales. Cuando de la teoría de la evolución nos quedamos solo con la idea de saltos mutacionales, de discontinuidades evolutivas, quizás estamos olvidando la continuidad que el sabio nos enseñó a mirar, un río de la Vida dónde toda forma viviente está emparentada con todas.
LA HISTORIA DEL COCHE o auto-móvil puede ser un curioso ejemplo de evolución, cambio y continuidad.
La imagen de este coche antiguo nos muestra su parecido con una carreta, las ruedas, el pescante alto y, por delante, en vez de los caballos, el motor que se le ha instalado.
Originalmente el coche era una carreta arrastrada por caballos. Al desarrollarse la revolución industrial e inventarse los motores de vapor se sustituyó a la fuerza animal por la de este nuevo invento, (aún hoy se sigue midiendo la potencia de un motor en ‘caballos de vapor’). Pero la carreta venía de antes, es la evolución de un invento anterior, la rueda. Y la rueda es la evolución de otro invento previo, el rodillo. Se cree que los antiguos desplazaban las enormes piedras de sus construcciones sobre troncos o rodillos de madera. Convertir un rodillo en rueda es puro ingenio, y colocarle una plataforma encima para convertirla en carro es la inventiva que hemos heredado observando a nuestra madre naturaleza.
-El rodillo/la rueda/el carro arrastrado/el carro autopropulsado o coche- nos ilustran una línea evolutiva. Los primeros coches con su primitivo motor eran algo muy similar a una carreta antigua, con el conductor sentado en un pescante alto y sin volante, con una larga vara en las manos, muy parecida a las riendas con que se gobernaba anteriormente al animal. Esta primitiva dirección evolucionó luego con ruedas articuladas que de madera se habían convertido en gomas neumáticas, se desarrolló el motor de explosión y el nuevo invento sustituyó al antiguo.
Pero la evolución no se detiene en ninguna de sus formas. Se refinaron progresivamente los primeros motores de gasolina, mejorando su eficacia energética; y luego se sustituyeron los onerosos motores de explosión por motores eléctricos. Más recientemente comienza a desarrollarse una especie de ‘sistema nervioso de estas máquinas móviles’, el ‘ordenador de a bordo’, una cantidad de chips que, cual neuronas, van controlando y refinando las distintas funciones de la máquina. Ya existen coches capaces de funcionar sin conductor, detectan la distancia a otro vehículo, eligen la ruta más eficaz, buscan una gasolinera cuando ‘tienen hambre’, etc.
Hacia un futuro cada vez más tecnológico, la evolución natural será el ‘coche fantástico’ de aquella serie de TV, un coche que habla, que toma decisiones inteligentes y tiene una autonomía parecida a la de un ser vivo. Cuando miramos ese robot con ruedas que está explorando nuestro planeta hermano, el ‘rover marciano’, nos cuesta entender que esa máquina sea el producto evolutivo de la antigua carreta, artefacto móvil que ha pasado por varias revoluciones tecnológicas, por varios desarrollos evolutivos hasta convertirse en un explorador espacial ultramoderno. Nuestra inventiva humana, tan fructífera, se ha inspirado en la observación de la naturaleza y la portentosa capacidad de invención y creatividad que descubrimos en ella: eso nos mueve.
Un coche particular no tiene existencia independiente de la corriente evolutiva que ha ido depurando sus modelos, ni de la fábrica donde fue montado, ni de la cadena de repuestos y de suministro energético, su ‘existencia de objeto’ depende de un proceso mucho más amplio que su mero contorno, o que la medida de su masa. Utilizando la idea de ‘película en cámara lenta o rápida’, podemos mirar a un coche individual como al ‘fotograma’ extraído de la fluida película donde evolucionan todos los coches, un instante, aparentemente inmóvil, en el tiempo de un largo ‘cuerpo evolutivo’. Aunque esa continuidad no la vemos, con ayuda de la física, la ciencia y el arte, sí podemos ‘pensar aquello que no podemos ver’.
Como la evolución tecnológica ocurre dentro de la naturaleza, y es entonces parte de la misma, el ejemplo de evolución del coche nos conduce a una curiosa reflexión: allí no solo han actuado las cuatro fuerzas clásicas de la física. A la gravitación, que da unidad a las cubiertas con la superficie por donde ruedan, y que dota de una cierta continuidad mecánica al conjunto; a la electromagnética, funcionando con el sistema eléctrico, y, posiblemente, en cada uno de los instantes de la fábrica donde se fundieron metales y plásticos; a las fuerzas nuclear débil y fuerte, actuando de continuo y manteniendo la cohesión atómica de los componentes más mínimos del artefacto; hace falta agregarles una quinta fuerza fundamental.
¿Cómo llamar a ‘eso’ que actuó y sigue actuando en cada una de las transiciones de esta evolución? ¿Creatividad? ¿Inteligencia? ¿Voluntad? ¿Selección cultural que prima la eficacia? ¿No es la voluntad y la consciencia, como decía Schopenhauer, una impronta real de la naturaleza? ¿Habría que introducirla en la ecuación que busca la unificación de lo natural?
Desde la concepción de nuestro cuerpo a la disolución post morten, todo es un río en movimiento continuo, un cuerpo-río modulado por las fuerzas naturales, cuerpo que a su vez fluye dentro de un río más amplio: el ancho río de la naturaleza, la Vida con mayúscula, y la Consciencia que quizás lo impregna todo.
CONSCIENCIA: FUNCIÓN Y FUERZA
Si queremos entender los procesos de este río hay un factor que no podemos ignorar: los objetos tecnológicos están hilados en un ‘continuum fluido’ en el cual la capacidad creativa humana, nuestra inteligencia y consciencia juegan un factor fundamental.
El proceso evolutivo mediante la selección darwiniana elimina las formas disfuncionales o mal adaptadas al entorno, en un proceso que selecciona y favorece ‘la Vida’, ‘la voluntad’ y también a ese factor de eficacia vital que es la ‘consciencia’. ¿Es esto, ‘vida, voluntad y consciencia’, lo que la naturaleza selecciona con su proceso evolutivo?
¿No es la consciencia creativa algo que se pone en evidencia en la génesis y evolución de nuestros artefactos? ¿O acaso basta con las cuatro fuerzas naturales clásicas para entender que haya un rover semiautónomo explorando marte? Si miro la continuidad fluida de la realidad no puedo ignorar a la consciencia inteligente como una función suya.
Además de definir a la consciencia como una función, para avanzar en estas reflexiones debo plantear la hipótesis de que ella sea también una fuerza más de la naturaleza, una fuerza que actúa sobre la realidad, diferente de las otras fuerzas naturales, aunque posiblemente, reducibles todas a una fuerza común. Y así lo plantearé, confiando en fundamentarlo o descartarlo por el camino: ‘La consciencia no solo es una función del sistema [MA+Cp+Cbr+CC], también es una fuerza de la naturaleza que unifica y permite al sistema conocerse y operar sobre sí mismo’.
Si digo que es una fuerza defino a la consciencia como causa. Si la defino como una función la estoy entendiendo como consecuencia. La RAE define a ‘función’ como: la capacidad de actuar propia de los seres vivos y de sus órganos, y también de las máquinas o instrumentos; es decir, una capacidad que es consecuencia de la estructura que la hace posible. En esta línea instrumental, muchos neurocientíficos definen a la consciencia como una ‘propiedad emergente de la complejidad de un sistema’, es decir, la consecuencia de un determinado nivel de complejidad. Sin embargo, para los místicos y filósofos con impronta religiosa hay una consciencia primordial, el estado más simple de todos, en el origen de las complejidades posteriores.
Entonces debiera preguntar, ¿la consciencia es causa o consecuencia del sistema [MA+Cp+Cbr+CC]? Pero quizás esta pregunta sea tan absurda como preguntar ¿qué es primero el huevo o la gallina? pues es evidente que el huevo es causa anterior a la gallina, y la gallina causa anterior al huevo y que, sin duda alguna, gallina y huevo bailan una ronda circular. ¿No sucede lo mismo con la ronda de consciencia-función y consciencia-fuerza?
–Si la consciencia fuera una fuerza natural: resultaría entonces que ella mueve a la sustancia material en una espiral evolutiva cuya cúspide es la consciencia en su plenitud, luego de haber desentrañado el misterio de las fuerzas de la naturaleza y haberlas reunido consigo misma.
–Si la consciencia fuera una función de la complejidad material (organizada por las ‘otras’ fuerzas fundamentales de la naturaleza), resultaría entonces que: la consciencia sería la cúspide desde la cual la naturaleza material se conocería a sí misma, su propia raíz, su naturaleza, su evolución y posibilidades.
En cualquier caso, origen y culminación estarían unificados en la consciencia. La fuerza permite la función y la función pone en evidencia a la fuerza.
Por ahora prefiero dejar aquí esta espinosa cuestión. Me he movido por el impulso de conciliar la visión científica que alcanzo a tener de la realidad, con mi comprensión de los fenómenos espirituales que caracterizan nuestro psiquismo; pero llegar a una visión unitaria ha sido un largo camino y, por lo mismo, bastante difícil de sintetizar. Estoy consciente que ninguna descripción de la realidad sustituye al vastísimo territorio que la Realidad misma es, el territorio donde ocurre la experiencia de cada uno. Las palabras se agotan, necesariamente, en la capacidad de comprensión de todos los que trabajamos con ellas, escribiendo y leyendo. Una pintura y el arte en general, despierta sentimientos, intuiciones, y activa reflexiones: hacia ese fin estoy apuntando. La comprensión es una creación muy única en el Campo Cognitivo de cada uno.
Apoyándonos en estas ideas buscaremos reflexionar acerca de las nociones de ‘cuerpo aparente’ y ‘cuerpo fluido’, tema que continúo en el próximo post.
Francisco Bontempi
Médico y Psicoterapeuta
LOS CONTRAPUNTOS DEL CUERPO IV