“El corazón del hombre es un instrumento musical, contiene una música grandiosa, pero dormida. Está allí, esperando el momento apropiado para ser interpretada, expresada, cantada, danzada”. Rumi
¿PARA QUÉ SIRVE LA CONSCIENCIA?
Si algo nos hace humanos es el cuerpo y la consciencia. Nuestro cuerpo bípedo y cerebro-manual no solo es el soporte de la vida sino la vida misma. ¿Y la consciencia? En el post anterior dijimos que la consciencia era la ‘función reina’ de un órgano portentoso que es la ‘Realidad en su conjunto’. ¿Y para qué sirve esa función? Para darse cuenta. ¿Para darse cuenta de qué? De dos cosas que en realidad son una: la realidad conocida y uno mismo, el sujeto cognoscente.
¿Darnos cuenta de lo que somos? Somos tan automáticos que a veces parece sobrarnos la consciencia. Yo podría ser una máquina compleja, programada para buscar un enchufe cada vez que me quedo corto de combustible, y así, una vez que he repostado, seguir desempeñando mi función. Esto no es muy diferente a lo que hacemos las máquinas biológicas: cuando sentimos hambre y desciende la glicemia, pensamos que es hora de comer y buscamos comida. Un organismo puede ser tan automático y desprovisto de consciencia como un robot. O tan consciente un robot como una máquina biológica primitiva. Pero, si a ese cuerpo que experimenta la necesidad de comer le agregamos el plus de consciencia, ¿en qué cambia eso las cosas?
Las cambia en dos sentidos: al activarse la función cognitiva aparece ‘el testigo’. Sin un espectador que las contemple, las preciosas curvas de la galaxia seguirían rodando como han rodado durante millones de años, como si no nos necesitaran, de hecho, han existido muy bien sin nosotros durante esa inmensidad; sin embargo, ya hemos emergido conscientes, ahora hay algo en medio que exclama maravillado ¡cuanta belleza! La consciencia introduce un plus: las longitudes de onda se transforman en color y la realidad contemplada en belleza. Y ‘eso’ que la contempla, el testigo consciente, es parte de la belleza contemplada.
Y en un segundo sentido: la consciencia introduce en la ‘unicidad de la Realidad’ el ‘juego de espejos de la dualidad’. Ahora no solo existe lo observado, sino también el observador con su capacidad de representación y memoria; el universo contemplado se enriquece con la capacidad de manipulación: una parte de esta inmensa Realidad, de forma reflexiva, puede actuar sobre ella misma. El universo se modifica a sí mismo a través de sus propios brazos. Nuestros cuerpos conscientes somos sus brazos, capaces de actuar, aunque sea en la escala mínima que nos corresponde.
¿No es éste un destino demasiado grande para criaturas tan demasiado pequeñas? Sea como sea, somos partes vivas y conscientes de una Inmensidad cuya magnitud desconocemos. Por la consciencia nos damos cuenta de nuestros movimientos y del efecto sobre el entorno. Por la consciencia nos preguntamos por el sentido de nuestra acción.
Con frecuencia en mi trabajo me encuentro con profundas crisis de sentido; escucho decir: -Mi vida no tiene sentido. ¿Consumir y disfrutar cuatro placeres? ¿Cuatro días es todo lo que hay? El circo de la política me parece absurdo y la moda un sinsentido, me siento abrumado, abducido por la tele y enganchado al móvil, ¿esto es todo? ¿Ganar dinero para amarrar una buena jubilación y dejar una herencia a los hijos? ¿Todo esto para morirse y se acabó?
Comprendo cómo efectivamente la existencia puede parecer superflua e inútil; la depresión por falta de sentido y esperanza abunda. ¿Es la falta de sentido un problema inevitable? Quizá con poca consciencia no exista el problema del sentido, quizá con mucha consciencia tampoco. Pero, ¿acaso somos seres con una consciencia en transición? ¿Eslabón intermedio entre un homínido incompleto y el súper hombre, el Homo Deus con que soñaron generaciones? ¿Es entonces la crisis de sentido un problema por desarrollo insuficiente de la consciencia? ¿Para qué sirve la consciencia?
Sin consciencia podemos ‘hacer’, tal como las máquinas hacen, pero no podemos ‘experimentar’. La consciencia nos permite ‘experimentar’ lo que somos y lo que es.
-Experimentar las cualidades del entorno donde nos encontramos.
-Experimentarnos a nosotros mismos.
-Experimentar la belleza o la fealdad, la serenidad o la violencia.
-Experimentar la alegría de existir.
-Experimentar el dolor e identificar sus causas.
-Experimentar el deterioro y limitación corporal.
-Experimentar la muerte ajena y la proximidad de la propia.
-Experimentar crisis existenciales por falta de sentido.
-Experimentar vitalidad y ganas de vivir.
-Experimentar la capacidad de discriminar el sentido de nuestras acciones.
-Experimentar el goce del amor y el impulso de unión.
-Experimentar conflictos, rupturas y cambios en las redes de relación.
-Experimentar la armonía y reconocer la desarmonía.
-Experimentar compasión ante el sufrimiento.
-Experimentar la capacidad de crear y re-crear.
-Experimentar y discriminar los distintos estados del campo cognitivo.
-Experimentar la capacidad de decidir.
-Experimentar la capacidad de actuar y cambiar.
-Experimentar el movimiento de nuestro ser.
-Finalmente, por la consciencia experimentamos el acto de la propia consciencia.
Experimentar es la cuestión que se repite. Dice la RAE que “experimentar es probar y examinar las propiedades de algo, notar en uno mismo, hacer operaciones destinadas a descubrir y conocer”. La consciencia nos permite ‘experimentar’ lo que somos, pues sin consciencia no experimentamos nada; como el cuerpo de un sonámbulo seríamos: se mueve, va a la cocina, abre la nevera y se sirve un vaso de leche en estado de inconciencia, pero no desarrolla experiencia; cuando despierta ya está haciendo otra cosa, nada sabe ni recuerda de su trayectoria objetiva. De allí que uno de los descubrimientos más útiles del psicoanálisis sea el de los actos inconscientes: hacemos o decimos cosas sin saber de dónde nos han venido y sin consciencia de sus implicaciones. Sin comprender difícilmente aprendemos. La consciencia enriquece nuestra capacidad de aprendizaje, está en la base del conocimiento natural, místico y científico.
También sirve para darnos cuenta, si ese fuera el caso, de nuestra inconsciencia maquinal, de cuando, absortos en la inmediatez de nuestros automatismos, absortos en la búsqueda de placer o en la evitación del dolor, no somos mucho más que una compleja máquina biológica.
CONOCIMIENTO CONSCIENTE: SABER
Antes de ser adultos, los ‘seres conscientes’ que somos, fuimos un cuerpo-feto-pez bastante primitivo, inconsciente según algunos, consciente en algún grado, según otros. En el orden de lo que somos, primero fuimos un cuerpo, cuyos automatismos dominaban sobre cualquier otro proceso, y como ‘lo anterior’ es sostén de ‘lo último’, debiéramos antes hablar del cuerpo. Pero como al ser cierto que un cuerpo sin consciencia no se plantearía ni leer ni escribir este artículo y, ya que nuestro peculiar modo de ser humano, ‘sapiens’, está asociado a los procesos cognitivos, pondré en primer lugar al ‘conocimiento consciente’.
Un aspecto esencial de nuestro ser es ‘saber’ a través de esas tres modalidades del conocimiento que ya comentamos. Aunque hay conocimiento inconsciente, (el sonámbulo inconsciente de nuestro ejemplo vierte la leche en un vaso, no en el suelo), en nosotros el conocimiento está asociado a este aspecto dual de la consciencia: saber de algo, (una cierta realidad) y de alguien (el sujeto cognoscente). A este doble aspecto de consciencia (de algo) y saber (de alguien) lo llamamos Conocimiento Consciente. (Entendiendo por conocimiento no la mera acumulación de información, sino este doble ‘saber’ de conocedor y conocido. Decimos que un ordenador tiene mucha información y resuelve problemas, pero ‘no sabe’ de sí mismo ni del problema.)
Un inconveniente del conocimiento consciente es su costo en tiempo: los procesos neurales necesarios para ello toman tiempo. Un ser humano ante un ataque imprevisto salta con una rapidez que desborda a la consciencia: ‘no me di cuenta como salté’. Con esta eficacia discutible, somos más lentos que animales menos conscientes, e incluso que los nuevos robots. Entonces ¿para qué sirve en la naturaleza un ‘conocimiento consciente’ como el nuestro?
Desde el punto de vista evolutivo/darwiniano, si la consciencia tiene inconvenientes ha de tener suficientes ventajas compensatorias. ‘Ventaja’, desde el punto de vista de la selección natural, significa mayor capacidad de expansión en el medio y más copias de los genes y memes asociados. Y este parece ser el caso, si miramos la dimensión de aventajada plaga planetaria que hemos alcanzado.
Los neurocientíficos han buscado comprender la utilidad adaptativa de esta propiedad de la vida, y han llegado a la conclusión que: la consciencia hace más efectivos los aprendizajes del organismo que la posee, y más complejos los vínculos que configuran sus sociedades; dos grandes ventajas evolutivas sin duda. La consciencia permite darnos cuenta y construir mapas cognitivos del ambiente donde existimos, desarrollar un saber, plantear hipótesis operativas, elaborar modelos de lo que somos y de lo que es; y, muy importante, nos permite interactuar unos con otros en redes complejas, dándonos cuenta de nuestras mutuas existencias.
Que el animal conozca mejor su medio es una gran ayuda para sobrevivir mejor; y para conocer bien es necesario conocer el instrumento a través del cual conocemos, en este caso nosotros mismos; por lo tanto, el saber y la autoconsciencia implicada tienen un claro valor adaptativo. Por lo mismo, es posible que nuestra especie esté mejor capacitada para sobrevivir a catástrofes como las que extinguieron a los dinosaurios, dado nuestro mejor conocimiento de los fenómenos naturales. Pero también es cierto que la ignorancia actual acerca de las consecuencias de nuestro ‘vandalismo depredador de la naturaleza’ son el mayor peligro al que nos enfrentamos como especie, un peligro que surge de las evidentes limitaciones de nuestra ‘consciencia colectiva’. Pues somos conscientes, pero no tanto.
EL BUCLE DE LA EXPERIENCIA
Está claro que la consciencia es un fenómeno natural, y no sobrenatural como se creyó en el pasado. Somos cuerpos naturales dotados de cerebro y, al menos en nosotros, este órgano es fundamental en lo que llamamos ‘experiencia’, condición necesaria del ‘saber’. Durante los primeros estadios del desarrollo en mamíferos, la anatomía cerebral está determinada por los genes. Sin embargo, muchísimas conexiones sinápticas dependen, no tanto de los genes, como de ‘la experiencia’, la llamada ‘regulación epigenética’. Siendo un órgano dotado de plasticidad, se ha observado que, según su eficacia adaptativa, las redes y circuitos sobreviven o se extinguen por un cierto ‘Darwinismo Neural’: lo que se usa con eficacia se multiplica, lo inoperativo tiende a la extinción.
No imagines al cerebro como una red de cables y chips electrónicos, sino como un enorme ecosistema, una selva orgánica y cambiante donde se coordinan millones de unidades con tantas conexiones como estrellas en nuestra galaxia. Como en toda selva, durante su desarrollo hay procesos de creación y crecimiento de neuronas, dinámicas de división y adhesión, formación de agrupaciones y conexiones, redes que se crean o extinguen, migración y muerte celular, es decir, evolución y cambio. Este ‘modelaje neuronal’ depende del ‘uso y funcionamiento’, del estímulo positivo o negativo que salte, como chispas, en la interacción de las redes neurales, el cuerpo y el medio. Y esto es la EXPERIENCIA: algo que afecta tanto al cerebro como al cuerpo mismo y su ambiente. Con la experiencia (aprendizaje), circuitos cerebrales se extinguen mientras otros se refuerzan; mientras tanto, en el cuerpo y el entorno, queda la huella de nuestro movimiento: el efecto que ejercemos sobre la realidad.
El nobel de medicina Gerald Edelman y el neurocientífico G. Tononi, (El Universo de la Consciencia), señalan que no es posible explicar todo el comportamiento animal (y el nuestro por lo tanto) a partir de la pura genética. La evolución de las redes neuronales depende de la interacción del sujeto cerebral con su entorno, determinada directamente por la experiencia.
El cerebro de Einstein, así como el de los viejos taxistas de Londres, tenía más desarrollado el lóbulo asociado a la consciencia espacial, se descubrió en su autopsia. Igual que el uso modifica al músculo, la interacción de ‘organismo cognoscente’ (cuerpo + cerebro + campo cognitivo) y ‘medio ambiente’ les modifica a ambos. En una cierta medida, con nuestros actos y movimientos ‘nos modificamos a nosotros mismos’: la experiencia nos cambia y nos convierte en ‘sujetos de experiencia’.
Si bien es verdad que la experiencia es un modulador de lo que somos, también es cierto que la genética cuenta mucho: la interacción entre organismo y ambiente está mediada por la estructura cerebral, que a su vez está determinada por los genes. Una alteración genética puede acarrear una distorsión metabólica/estructural, como en la enfermedad de Tay Sachs, con pérdida de facultades cerebrales; pero también podrían ganarse capacidades con cerebros más eficaces; no es descabellado imaginar biologías cerebrales más dotadas que la nuestra.
Estructura y funcionamiento (órgano y función) están en un perpetuo baile circular: la estructura, dependiente de los genes, determina ciertos comportamientos que la afectan luego en retorno. El pasado lo traemos incorporado de fábrica, está en el cuerpo; y el futuro viene pre instalado en la ecuación de nuestros campos cognitivos. Pasado y futuro coexisten en un perpetuo diálogo que ocurre ‘aquí’, en este ‘aquí’ donde el pasado se ha convertido en bullente presente, y dónde el futuro existe, pues ya está naciendo. No existe ningún presente libre de pasado y futuro. Lo que sí existe es inconsciencia e ignorancia, pues a veces preferimos no saber y refugiarnos en la ilusión de un presente atemporal. Podemos congelar el tiempo hasta convertirlo en cristal, o repetir cierta situación hasta la saciedad, (lo que Freud llamó ‘compulsión de repetición, uno de los rasgos de la neurosis), o como en el “Día de la Marmota” (de la película ‘Atrapado en el tiempo’), pero no podemos escapar al hecho de nuestro transcurso temporal. La antigua noción hindú del Karma describe esta interdependencia inevitable entre lo que somos, lo que fuimos y lo que seremos. La experiencia acumulada modifica incluso a los genes de las próximas generaciones, ¿no es la elección que hacemos de ‘pareja reproductora’ una experiencia que determina la ‘composición genética del futuro’?
EXPERIENCIA Y AMBIENTE
El sujeto de experiencia modifica a su ambiente y es modificado por su entorno. Nuestro primer ambiente fue intrauterino, (una reconstrucción del mar original en que se desarrolló la vida), nos afectó de diversas maneras y nosotros lo afectamos tanto que hasta modificamos al cuerpo de nuestra madre.
El segundo medio ambiente modelador del cerebro fue nuestro entorno psicosocial primario, la familia y su periferia. Es útil comprender que, si esa mini sociedad nos ha modelado, nosotros, como protagonistas de su red, también la hemos modulado, pues creamos circunstancias y generamos huellas. Nos guste o no, somos parte de nuestro entorno, nos afecta y lo afectamos.
El tercer ambiente es nuestro entorno presente, el hábitat psicosocial y ecológico, claramente afectado por nuestros movimientos, acciones y elecciones; hemos construido una forma de vida, una manera de relacionarnos con los amigos/as de nuestra preferencia, les influimos y nos influyen, mientras, simultáneamente, nuestra red de usos y costumbres afecta al conjunto de la red social y a la biología del planeta.
Nuestro cuarto ambiente es íntimo, el espacio que hemos llamado Campo Cognitivo: el estado (de ánimo) en que se encuentre y sus contenidos (objetos mentales) son en parte producto de la biología e instintos, de estados neuro-hormonales dependientes de la genética, pero también es cierto que esa especie de ‘ecosistema mental’, sus flujos de experiencias y contenidos cognitivos, están determinados por el camino que hayamos realizado, por la experiencia acumulada, por las acciones de nuestra voluntad y conocimiento.
A través de nuestras acciones y movimientos creamos efectos en nuestro entorno e interior, desarrollamos ‘experiencia’; la experiencia acumulada actúa luego, en una nueva vuelta de tuerca, sobre el Cuerpo-Cerebro, el Medio Ambiente y el Campo Cognitivo que les unifica.
Resumiendo este bucle: El entorno, nuestro medio ambiente (material, ecológico, psicológico y social) modifica al sujeto de experiencia, (cuerpo, cerebro y campo cognitivo, C+C+CC); y éste transforma a la realidad que le incluye (MA, medio ambiente) a través de LA INTERACCIÓN QUE LLAMAMOS EXPERIENCIA.
Este sencillo bucle se multiplica dramáticamente cuando ya no somos un pequeño individuo sino una enorme masa social distribuida sobre la tierra. Nuestra huella de carbono es una modificación enorme que hacemos en el ecosistema, y ella nos está devolviendo la mano con aprietos climáticos y sanitarios muy graves.
De bebé a anciano hay un largo camino y evolución, nadie pasa por la vida sin experimentar enormes cambios del instrumento cognitivo que somos, y sin haber hecho cambiar, en una cierta medida, al mundo con que hemos interactuado.
NIVELES DE CONSCIENCIA
Hemos dicho que en nosotros la experiencia y el saber están asociados a la consciencia, sin embargo, podríamos cuestionarlo y preguntar ¿existe un ‘saber al margen de la consciencia’? La RAE define que saber es ‘tener conocimiento de algo’, lo que implica consciencia, pero también dice quees ‘tener la capacidad o habilidad para hacer algo’.
Si aceptamos que las hormigas, por su especial capacidad de previsión, ‘saben’ que va a llegar el invierno y por eso se apresuran a reforzar su despensa, estamos asumiendo un saber básico, funcional y operativo, asociado a su estructura genética pero ajeno a la consciencia, (al menos a una consciencia como la nuestra). Pero ¿son realmente inconscientes? ¿tiene la hormiga la experiencia de lo que es ser una hormiga?
Este es un tema complejo, hemos sido demasiado egocéntricos y etnocéntricos. Durante siglos pensábamos que no había más vida consciente en el universo que la nuestra, y que desde el escalón básico de la inconsciencia animal hasta el ‘saber que sabemos’, de la autoconsciencia había una amplia escala en cuya cúspide estábamos nosotros.
Muchos llegan a identificar consciencia con esencia y afirman que la autoconsciencia es nuestra característica reina, la que nos diferencia esencialmente de los demás animales,a los que suponen carentes de campo cognitivo. Carl Safina (vale la pena revisar sus estudios sobre la mente animal) y muchos otros científicos no están de acuerdo, y yo tampoco lo creo, pues hay suficiente evidencia de consciencia y conocimiento en los animales superiores.
Ocurre que la consciencia y el conocimiento no es algo de todo o nada, hay gradaciones, como en la intensidad de una luz, que puede ser intensa o muy tenue, y seguir siendo luz. Nuestra consciencia se puede dispersar en varios focos de poca intensidad o concentrarse en focos más potentes; se puede dormir, o bajar mucho sus lúmenes, sin que por eso dejemos de ser lo que somos. En cada individuo el nivel de consciencia fluctúa, entre la inconsciencia del sueño profundo hasta los picos más altos de lucidez. Tampoco es igual el nivel en los distintos seres humanos, en algunos es muy roma, en otros más aguda. Y en las diferentes especies también se desenvuelve este amplio espectro. Podemos entonces clasificarla según su INTENSIDAD.
Pero también podemos observarla según su EXTENSIÓN: otra característica de la consciencia es que está asociada a un foco que puede ser más amplio o más estrecho. Estamos programados para darnos cuenta de ciertos fenómenos e ignorar otros. Muchas de nuestras acciones son automáticas e inconscientes; yo sé conducir, un saber muy automatizado, por lo que no necesito darme cuenta de cuando freno o cambio de marcha, pues posiblemente en ese momento mi foco de atención está en los eventos de la carretera. En ciertos estados de alta intensidad, varios focos se unifican bajo una sola percepción, entonces experimento como freno mientras simultáneamente cambio de marcha, al mismo tiempo que tengo una visión ampliada de la emergencia en que estoy.
La consciencia también tiene diferente PROFUNDIDAD: voy conduciendo mi coche y ‘yo sé que estoy moviendo el volante’, pero eso no significa que sea consciente de qué reacciones moleculares están ocurriendo mientras se libera la energía que permite el movimiento de mis músculos. Un yogui que ha entrenado su capacidad de atención puede enlentecer a voluntad su corazón, capaz de ser consciente del entorno al mismo tiempo que de su postura, del latido del corazón y su intensidad metabólica; su consciencia es un poco más profunda que la del ser humano normal, aunque aún sea inevitablemente limitada, tiene una cualidad desimultaneidad,lo que en mi trabajo he llamado CONSCIENCIA SIMULTANEA.
Hay estados especiales en que la extensión, la intensidad y la profundidad de la consciencia son mayores, ya que, si la consciencia es una función puede ser cultivada. Desde muy antiguo han existido escuelas y disciplinas orientadas a este fin. Esa simultaneidad a veces ocurre espontáneamente, cuando por algún evento especialmente intenso varios focos confluyen en uno solo; pero esto no es frecuente, lo normal es que la consciencia funcione en el estado que he llamado de CONSCIENCIA SECUENCIAL, con el foco errático de la atención saltando de aquí para allá.
En cualquier caso, ya sea más o menos intensa, extensa y profunda, la consciencia es, definitivamente, un fenómeno de la naturaleza, función observable en diferentes calidades, y auto-observable en nosotros mismos.
REFLEXIÓN SIN HUMOR = COMIDA SIN SABOR
MAFALDA: He decidido enfrentar la realidad, así es que apenas se ponga linda me avisan.
En la consulta: ¿Algún familiar sufre de enfermedades mentales? -¡No! ¡Todos parecen disfrutarlas!
–¿Motivo de consulta? -¡Vengo porque ‘no me pasa nada’!
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CONSULTA TÉCNICA. Estimado Soporte Técnico: El año pasado, hice la actualización (upgrade) de Novio 5.0 a Marido1.0 y he notado que el nuevo programa ha hecho cambios inesperados en el módulo de contabilidad, limitando mi acceso a las aplicaciones «flores» y «joyería» que habían funcionado sin problema con Novio 5.0. Adicionalmente, Marido 1.0 eliminó otros programas valiosos, como Romance 9.9, e instaló programas molestos como Fútbol 5.0 y Boxeo3.0. Conversación 8.0 ya no funciona y Limpieza De Casa 2.6 provoca una caída del sistema. He tratado de ejecutar Quejarme 5.3 para resolver estos problemas, pero no da resultado. Atentamente, Usuaria Desesperada.
RESPUESTA. Estimada Usuaria Desesperada: Tenga en mente que Novio 5.0 es un programa de entretenimiento, mientras que Marido 1.0 es un sistema operativo. Trate de ejecutar el siguiente comando: C:\CREÍA_QUE_ME_AMABAS.bat Si no funciona instale Lágrimas 6.2 y con esto Marido 1.0 debería entonces ejecutar automáticamente las aplicaciones: Culpable Pro 3.0 y Flores 7.0. Pero recuerde que usar esta técnica en exceso puede provocar que Marido 1.0 se desvíe hacia Silencio 2.0 o CaraDeCulo 3.1. Happyhour 7.0 o Cerveza 6.1, son programas virales, que pueden generar archivos de audio tipo «Ronquido.mp3». NUNCA instale Suegra 1.0 o re-instale otro programa Novio. Estas aplicaciones no las respaldamos, y pueden hacer que Marido 1.0 deje de funcionar totalmente. Tenga presente que Marido 1.0 es un gran programa, pero tiene memoria limitada y no aprende nuevas aplicaciones con rapidez. Considere adquirir programas adicionales para mejorar el rendimiento. Personalmente, recomiendo ComidaCaliente 3.0 y RopaInteriorSexy 5.3. Además, ejecutar con demasiada frecuencia Quejarme 5.3 puede ocasionar que Marido 1.0 instale el virus troyano Amante 1.0, lo cual requeriría de la herramienta DetectivePrivado 7.5, o incluso Abogado 9.0. Esto pudiera llevar a un fallo total del sistema y pudiera requerir re-iniciar Marido 1.0.
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Que seamos tan predecibles nos habla de hasta qué punto somos criaturas inerciales, arrastradas por complejos programas caracteriales. El primer paso hacia la plenitud del Yo Superior es el despertar de la consciencia, darnos cuenta de nuestra posición en la red de la realidad y de nuestra trayectoria en ella. No importa tanto el lugar que ocupamos como la capacidad de ser conscientes de eso y de asumirlo. Jesús de Nazaret contaba la historia del fariseo y el pecador: el fariseo, sentado en primera fila del templo, triunfador aparente y cumplidor con todos los buenos preceptos, era incapaz, sin embargo, de darse cuenta de una humanidad que, desde su rincón marginado, el pobre pecador reconocía con la humildad de ‘quien sabe lo que es’. Este último, decía Jesús, es el que ‘verá a Dios’. ¿Acaso ‘ver a Dios’ y ‘ver la Realidad de lo que somos y lo que es’, es el mismo fenómeno de consciencia ampliada?
Francisco Bontempi
Médico y Psicoterapeuta