PERPLEJIDAD, CONFUSIÓN Y VOLUNTAD

Posted By pfbontempi on Jul 23, 2022


¿Qué es la perplejidad? La RAE define la perplejidad como: “La irresolución, confusión, duda de lo que se debe hacer en algo”. ‘Perplexitas es el vocablo latino original, derivado de ‘perplexus’, con su prefijo ‘per’ asociado a ‘intensidad’ y el verbo ‘plectere’, sinónimo de ‘enredar’. La “confusión”, según la misma, está asociada a dos ideas: la de “mezclar” y al efecto de “desconcertar”. La consciencia se queda perpleja en estados de confusión.

LA VOLUNTAD EN CRISIS

Confusión y perplejidad producen una PARÁLISIS DE LA VOLUNTAD. El individuo perplejo se bloquea y no actúa, una reacción natural que también ocurre en animales. Y estos son tiempos de gran confusión individual y colectiva. En medio de las distintas crisis que nos asaltan nadie sabe a ciencia cierta qué creer, por tanto, la inmensa mayoría ni decidimos, ni actuamos ni entendemos lo que esta pasando. Muchos caen en la ultra simplificación de buscar un enemigo al que culpar de nuestros males: en la esfera individual suele ser alguien de nuestro entorno; en la escena nacional es el enemigo de nuestros valores o intereses (el rival político); en la escena internacional es la otra nación, el otro imperio. Pero las cosas son más complejas, esta tendencia a culpar y atacar al otro, como veremos, solo agrava el problema.

Este estado de PERPLEJIDAD COLECTIVA está directamente alimentado por los medios de comunicación. En la edad media un vocero cantaba los edictos y noticias del poder. Una gran parte de la población se informa hoy en el móvil, ya no en los periódicos de papel, la lectura de prensa es minoritaria. La moderna información electrónica está pre determinada, construida y filtrada por los algoritmos de cada empresa, manejada con criterios similares a los de la publicidad, además de contaminados con la abundante plaga de las fake news: su objetivo es producir un efecto en el ‘consumidor de información’, condicionar sus conductas. Las noticias escritas o leídas en radio y televisión, aunque siguen teniendo buena audiencia, nos llegan a través de canales cada vez más polarizados. Las dos grandes tendencias en que se está escindiendo la sociedad: progresistas y conservadores, son categorías falaces, pues hay progresistas conservadores y conservadores progresistas.

Dice el refrán que ‘en agua revuelta ganancia de pescadores’. ¿Quién gana con esta revoltura que nos asola? Gana la confusión, y por lo tanto la parálisis de la voluntad individual y colectiva.

Neutralizada la voluntad el triunfo es de la ‘INERCIA’. Una masa inerte y acrítica es fácilmente gobernable. Una masa reflexiva y crítica no lo es tanto. Esto es un problema grave. Nuestras sociedades, ‘nominalmente democráticas’, están en realidad conformadas por pueblos con la voluntad paralizada por la confusión del circo mediático. Nos hemos convertido en un conjunto de ciudadanos confusos que ha delegado su destino en un poder inabordable que escapa a cualquier posible evaluación: “los que saben”. Muchos reaccionamos diciendo “me lavo las manos pues no puedo hacer nada”, “no sé qué hacer”, “los que saben más deciden por mí”, “hay niveles inalcanzables: militar, geoestratégico, económico, político, científico”, “en último término ellos deciden: los técnicos nos salvarán”. Característico todo esto de un pensamiento infantil, primitivo y mágico, que confía en la sabiduría superior de papá, del chamán de la tribu, del general o del rey. Estos hechos de psicología social van de la mano con altísimos niveles de abstención política, especialmente en los jóvenes: “yo paso, esto no sirve para nada”.

Estamos en una situación que despierta cada vez más un sentimiento colectivo de impotencia y desesperación, estados de ánimo cada vez más extendidos que desembocan en un: “no podemos seguir así”. Y ese es el argumento que está haciendo crecer a movimientos de tendencia totalitaria, que, aunque ellos mismos no lo vean, desembocan inexorablemente en sociedades fanatizadas, donde la comunicación está intervenida y controlada a nivel estatal por un grupo político y económicamente dominante. Con los fascismos del siglo XX ocurrió así: en esos estados la voluntad popular se galvanizó bajo esa batuta imperiosa y omnipresente. Le he escuchado decir a mucha gente: “hace falta mano firme”, y esto significa una dictadura, más blanda o más dura, pero dictadura.

Entrados en este terreno de polarización creciente de los medios, comienza a escasear un periodismo capaz de relativizar las cosas, de ilustrar horizontes más objetivos. Es natural que cada informador esté contaminado por su extracción social, por su carácter, por sus intereses económicos, sus necesidades laborales etc, ya sea consciente o inconsciente de esta contaminación. En física se ha llegado a determinar que “las mediciones para conocer el valor de alguna magnitud modifican el estado del sistema observado”; que el observador es parte activa de sus observaciones está demostrado. Este fenómeno es aún más agudo en el periodismo. Los periodistas son parte comprometida en los fenómenos sociales que pretenden describir, y también su cliente, el ‘consumidor de información’, nosotros.

EL RELATO DE LA REALIDAD

Los medios elaboran el RELATO DE LA REALIDAD, un producto fundamental para gobernar estos complejos rebaños de sapiens. El relato se fabrica, consume y compra en un ‘mercado mediático’ donde, si bien el usuario terminal, el ‘consumidor de noticias’, tiene la última palabra, está abocado a tragar lo que pongan en su plato, bien aliñado, por supuesto, con los saborizantes que las técnicas de publicidad y marketing conocen bien. 

El relato es creado y administrado por los grandes grupos mediáticos que contratan periodistas o negocian con autónomos para ese fin. Son los voceros y sus voces las que crean este producto. El relato es el intermediario entre los grupos de interés (las elites que existen en toda sociedad) y el usuario terminal. El esquema es el mismo para cualquier producto de consumo: Fabricante + Publicista (creador del relato) + Consumidor.

Los medios se rigen por el ‘rating’, medida del consumo que hace la audiencia de los mensajes implícitos en su relato. El público consume información debido a dos estímulos contradictorios que afectan aspectos biológicos fundamentales: PRIMERO EL ESTRÉS, la angustia, la ansiedad y preocupación, son estímulos relacionados con el peligro, atraen la atención, producen alarma y elevan los niveles de catecolaminas en el consumidor. (El cine de acción, las noticias alarmantes, los decibelios aumentados de la publicidad). EN SEGUNDO LUGAR, EL ANTI-ESTRÉS: hace falta algo que tranquilice al sujeto, que le de algún tipo de certeza; si el medio quiere ‘vender su cuento’, venderse a sí mismo y convertirse en empresa rentable, necesita transmitir algún tipo de seguridad, dar una solución; y esta suele venir con la polarización del relato. El discurso político elemental que tanto vemos hoy incluye estos dos argumentos: crear alarma denunciando al rival-enemigo, y ofrecer, en paralelo, la seguridad inquebrantable en el relato propio.

Si sumáramos la información de todos los ‘medios libres’ nos encontraríamos con un pastel de difícil digestión. Un medio que pretendiera ser objetivo, que desnudara objetivamente los conflictos, que diera información ecuánime de un lado y otro, ¿cómo podría competir con un medio que hubiera eliminado esa pretensión, especializándose en mensajes elementales, contundentes y unívocos? Para públicos de nivel cultural estándar, el medio más abierto alimentará un sentimiento de confusión e impotencia; el segundo medio, en cambio, aumentará espectacularmente la certeza y el fanatismo de los suyos. En tiempos de angustia colectiva los medios tienden a polarizarse debido a la presión del rating; es necesario darle al público lo que este quiere comprar, mezcla explosiva de adrenalina y esperanza radical.

En tiempos de crisis funciona un peligroso círculo vicioso: entre la oferta de un relato escabroso y la demanda del mismo. Ha crecido la polarización mediante esta retroalimentación entre el vendedor de noticias y su público: si el público quiere sangre le vendo sangre y prospera mi negocio. Y esto nos trae a nuestra realidad biológica de animales gobernados por estímulos y respuestas hormonales: las hormonas del estrés se alimentan de estímulos estresantes.

La confusión actual a nivel político es patética. Unos dicen: la izquierda miente, su líder es un grandísimo mentiroso; los otros dicen: la derecha miente, son hipócritas que tapan su corrupción. Para una mente receptiva y lógica, la suma de ambos mensajes nos trae a la conclusión que ‘todos los políticos mienten’, y la política es, por lo tanto, una gran estafa. Multiplicado esto en el carnaval mediático la solución sugerida parece ser el advenimiento de una anti política.

En psicopatología existe un mecanismo de defensa con enormes implicaciones en la psicología de masas: LA PROYECCIÓN. Un sujeto al que le cuesta y se resiste a reconocer sus defectos propios los proyecta y observa fácilmente en otros. Como afirma el cristianismo: ‘es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio’. O como dice el refrán: ‘piensa el ladrón que todos son de su condición’.  Este fenómeno de no percibir la propia sombra sino verla proyectada en los demás, nos trae al masivo y amargo escepticismo con que nuestras sociedades comienzan a llamar a gritos una dictadura, un mando único que borre el juego mediático y suspenda a la clase política. Todos sabemos, o deberíamos saber, lo que eso significa: sufrimiento. El triunfo de Trump, votado por la mitad de los estadounidenses, los populismos neo fascistas cada vez más votados en Europa, van en esta línea.

NECESIDAD DE UN PENSAMIENTO CRÍTICO

Hace ya casi tres mil años, en la Grecia clásica, Sócrates, Platón y otros, reflexionaron acerca de la curiosa alternancia que parecía existir en los ciclos políticos: como se pasaba de la democracia a la dictadura, para evolucionar luego de la dictadura a la democracia. La única salida a esta peligrosa y cíclica situación es el desarrollo del PENSAMIENTO CRÍTICO. Es lo que Sócrates pretendía, pedagogía que le llevó a ser condenado por antisocial.

Pero el pensamiento crítico necesita tiempo, es mucho más lento que el pensamiento fanático y autoritario, y nuestras actuales sociedades de consumo están demasiado aceleradas; nadie parece tener tiempo, somos como insectos dando tumbos dentro de una enorme máquina sobre revolucionada, sin espacio suficiente para frenar.

La capacidad para el pensamiento crítico se desarrolla en la infancia, en un ambiente familiar no autoritario, propenso al desarrollo del conocimiento reflexivo; se desarrolla en una escuela suficientemente inteligente y abierta; y se atrofia en una escuela sectaria, dogmática o ideológicamente sesgada. En un tiempo tan acelerado y confuso, la capacidad de reflexión lo pasa mal, termina engullida por los fanatismos crecientes. A muchos acelerados ciudadanos, enfermos de una especie de BULIMIA MEDIÁTICA, la reflexión les parece pueril, inútil, incluso estúpida. (“Bulimia mediática”: sujetos que tragan rápidamente información para, con la misma rapidez, vomitar lo que han comido).

Este fenómeno de confusión mediática y parálisis de la voluntad colectiva explica como nuestras sociedades perplejas están anestesiadas e insensibilizadas a la realidad, tal como le ocurre a la rana en un caldero que se calienta progresivamente: sin reaccionar al aumento de temperatura cuando lo intenta ya es tarde, prácticamente cocinada no tiene fuerzas para saltar.

¿Demuestra nuestra humanidad tener colectivamente la inteligencia de una rana? Cuando los seres humanos se unen y retroalimentan mutuamente son capaces de las mayores grandezas, pero también de las mayores estupideces. ¿Buscamos un líder carismático que nos convoque a la guerra diciendo que es inevitable? Si lo encontramos allí iremos todos.

La reciente cumbre de la OTAN, plato a la carta y precocinado, ha definido al NUEVO MUNDO BIPOLAR para el siglo XXI. Toca seguir consumiendo armas para equilibrar las armas que los “malvados” chinos y rusos ya están fabricando. Y ellos dicen que las fabrican por las mismas razones nuestras: para defenderse de nuestra agresividad imperial y colonialista. La guerra con China, (por ahora económica pero incipientemente militar) a la que nos aboca la política expansiva de Occidente está en el trasfondo de la guerra con Rusia. Y este nuevo mundo, partido nuevamente en dos (después del breve intento por construir una sociedad global), tiene las dos víctimas de siempre: libertad y verdad.

Lo que se ha hecho a un lado y otro de esta frontera en llamas es sesgar y falsear la información; se elimina y manipula la información proveniente del otro lado, exactamente igual como se hace al lado opuesto. Los rusos acaban de cerrar las agencias de prensa occidentales. Los países OTAN ya habían cerrado los canales rusos. El coro actual no permite voces disonantes. La consigna parece ser la construcción, aquí y allá, de un pensamiento único, irremediable, incuestionable. ¿Se pretende eliminar así la confusión actual que asola a la consciencia colectiva? ¿Dejamos de escuchar al otro para tranquilizar nuestra consciencia? ¿Buscamos la eficacia de un nuevo pensamiento único, incuestionable, incluso fanático, necesario para justificar el esfuerzo bélico y mantener en llamas la frontera? El pensamiento único tranquiliza la consciencia y soslaya la perplejidad paralizante, pero desemboca en un fanatismo excluyente. El pensamiento abierto y crítico nos puede llevar a dos caminos: o nos aparca en la perplejidad paralizada de una sociedad abúlica, o nos encamina hacia una síntesis superior.

Son malos tiempos. Tiempos en los cuales se están juntando todas las plagas. La lucha contra el calentamiento global se ha ido al traste por la necesidad de alimentar la guerra. La primera necesidad actual parece ser la de mantener la frontera caliente. ¿Nos damos cuenta que así nos achicharramos todos? Al hacerse el mundo tan pequeño, con las modernas tecnologías, la frontera ya no queda lejos: la tenemos al lado.

La perplejidad en psiquiatría es un síntoma que puede aparecer al comienzo de la esquizofrenia y en formas graves de depresión. Ojalá que la perplejidad descrita para nuestros comportamientos colectivos no sea el anuncio de una depresión mayor, o peor aún, una caída de la humanidad completa en un pozo enloquecido y delirante.

Son malos tiempos para el planeta y para nuestra especie. ¿Pienso esto por ser viejo, por el viejo lema de que ‘todo tiempo pasado fue mejor’? No creo en absoluto que todo tiempo pasado haya sido mejor. Los tiempos pasados, cargados de guerras sin cuartel y conquistas de unos sobre otros, de opresiones lamentables y crueles sumisiones, son los que nos han traído hasta aquí, a este tiempo atrapado en una espiral creciente de producción y consumo, de calentamiento global y de guerras cada vez más estúpidas e implacables.

Podríamos pensar, con un optimismo ingenuo, que la crisis económica asociada a la crisis geopolítica y militar llevará a nuestras economías a una recesión en la cual disminuya el consumo, que eso será bueno para el planeta, que la disminución de la producción industrial vendrá con menor consumo de combustible y, por lo tanto, disminución del calentamiento global. Pero la realidad es que, en una situación de alarma, terminaremos quemando leña y carbón, ensuciando más una atmosfera ya sobrecalentada por la actividad industrial-militar.

¿QUÉ SE PUEDE HACER?

Primero y muy urgente: es fundamental DETENER la guerra actual, paralizar la acción obsesiva de aquellos que quieren ir hasta el último hombre y el último misil. La naturaleza es sabia, la agresividad intra-específica (entre miembros de la misma especie), suele dirimirse mediante luchas simbólicas o ritualizadas: los rivales miden sus fuerzas, y el más débil se rinde evitándose así una matanza que debilita a la especie. (Konrad Lorentz: “Sobre la agresión”). La no violencia de Gandhi es el camino, la misma no violencia de Jesús el Cristo. Solo que los humanos somos un poco más tercos, no nos rendimos y luchamos hasta matar o ser muertos, nos encantan los heroísmos y construir sociedades compulsivas sobre ellos. Es necesario hablar y transar con los adversarios, dialogar con los diferentes. Sin esto no habrá evolución para nuestra humanidad.

Y tan urgente como lo primero: no solo ralentizar sino DETENER totalmente el proceso de calentamiento global. La tierra no es nuestra. Basta de querer comérnosla completa hoy. Esto significa un cambio grande en nuestro modo de vida. Debemos virar hacia una humanidad capaz de vivir austeramente, con altos niveles de generosidad y solidaridad, con una comunicación abierta y desarrollando capacidades cada vez más altas de reflexión, cooperación y diálogo.  

Es imposible que este cambio venga al mismo tiempo para todos. Son cualidades y modos de vida que, por ahora y quizá para siempre, solo se puedan desarrollar a nivel individual. El cambio es individual, comienza en cada uno de nosotros; ya se sabe, siempre se ha dicho: ahora toca hacerlo.   

Francisco Bontempi

Médico y Psicoterapeuta

PERPLEJIDAD, CONFUSIÓN Y VOLUNTAD