“Uno mismo es el mundo, no está separado del mundo. No es americano, ruso, hindú o musulmán. Uno no es ninguna de estas etiquetas y palabras, uno es el resto de la Humanidad porque su consciencia, sus reacciones, son similares a las de los demás. Puede que hable un idioma diferente, tenga diferentes costumbres, eso es la cultura superficial, pero su consciencia, sus reacciones, su fe, sus creencias, sus ideologías, sus miedos, ansiedades, su soledad, sufrimiento y placer son similares al resto de la humanidad. Por esto mismo, cuando usted cambia, afecta a toda la humanidad”. J. Krishnamurti
LAS SIETE UNIFICACIONES
Las siete unificaciones que estoy explorando surgen de las siete escisiones que nuestra cognición introduce en la Realidad:
1- La escisión intrapsíquica del sujeto: el conflicto interno, el yo escindido.
2- La escisión psicosomática: la separación cuerpo-mente.
3- La escisión entre individuo y familia, clan o grupo particular.
4- La escisión en la sociedad global: la especie rota.
5- La escisión entre humanidad y Naturaleza (Homo versus Gaia).
6- La escisión entre el planeta (al que imaginamos excepcional en el universo) y el conjunto del Universo.
7- La escisión entre la Parte y el Todo: el ‘individuo’ separado de la ‘Totalidad del Ser’.
Estas siete unificaciones están todas relacionadas, implicadas unas en las otras. En distintos momentos las hemos experimentado pues son algo natural. Aunque sea por un momento nos hemos sentido esencialmente íntegros en nosotros mismos, o unificados con nuestros seres queridos. A veces nos sentimos parte no separada de la naturaleza, la desbordante experiencia de darnos cuenta que somos la naturaleza descubriéndose a sí misma. A veces nos descubrimos fundidos en la comunión con Dios o con la plenitud de la vacuidad meditativa. A veces esas unificaciones fragmentarias han coincidido, se han sumado y coincidido varias en el mismo instante; a veces esos instantes se han fundido unos con otros en la experiencia de la unificación prolongada.
He llamado ‘unificaciones psicológicas’ a las dos primeras: la unificación intrapsíquica y la unificación psicosomática, motivos del presente artículo.
LA UNIFICACIÓN INTRAPSÍQUICA
La primera unificación y punto de arranque de las otras, es la unificación de la mente consigo misma. Con frecuencia estamos desgarrados entre los contenidos contradictorios que pugnan en nuestro Campo Cognitivo (los desgarros de nuestra mente/alma), pensamos una cosa y al instante siguiente pensamos la contraria, experimentamos sentimientos opuestos que nos hacen sufrir y desgastan, deseamos algo y luego rechazamos ese deseo por otra preferencia. En resumen, que nuestros contenidos y estados mentales no se ponen de acuerdo. Tenemos en nuestro interior una especie de parlamento de loros, muy similar a los parlamentos nacionales, donde grupos de interés se enfrentan y discuten luchando por imponer sus ideas en medio de los vaivenes del poder.
Solucionar conflictos nos exige clarificar cuales son las voces, los intereses en juego; esto es clarificar nuestras DUDAS. La duda en nuestro idioma está derivada del griego amphibolia, ambigüedad, estar perplejo frente a los dos lados de algo, y del latín dubitare, vacilar entre dos cosas, desconfiar, recelar, falta de fe. Como todo en la vida, la duda tiene un lado positivo y otro negativo: es útil y sano dudar, la credulidad, la fe acrítica en cambio, no lleva al conocimiento sino, con frecuencia, al error dogmático, incluso al fanatismo. La duda sistemática ha sido una herramienta fundamental en el desarrollo científico, ese campo que a todo pone en duda para encontrar certezas fundamentadas. Pero también es cierto que la duda, emparentada con el sentimiento del miedo, es un rasgo neurótico y neurotizante: hay personas que todo lo dudan, “¿dejé cerrada la puerta?” y deben volver a comprobarlo; o “yo dudo de tus sentimientos, no me siento seguro contigo” y generan el infierno de las relaciones inestables; “dudo de mí mismo, nunca estoy seguro”, dando por resultado una persona que dilapida sus posibilidades.
Dice el refrán que “hablando se entiende la gente”, y esto es útil en los complejos procesos de acuerdo a que están abocados los partícipes en el juego social; pero también existe el DIÁLOGO INTERNO.
Nuestro mundo interior está poblado por multitud de fuerzas y tendencias, con frecuencia reflejos de las voces y valores que abundan en el entorno de nuestra variopinta humanidad. Una vez que nos hemos acoplado a este ‘mundo exterior’, (no pensaremos ni sentiremos igual criados en una tribu bosquimana que sumergidos en la internet), internalizado ya el entorno más próximo de nuestros padres, todas estas tendencias y fuerzas modeladoras requieren reflexión, elaboración y síntesis.
Las varias psicoterapias apuntan a dos objetivos: aliviar el sufrimiento y/o elevar el nivel de coherencia y consciencia del sujeto. Hay ejercicios útiles para clarificar ese mundo interno: cuando el paciente ‘saca fuera’ y proyecta en una actuación sus tendencias íntimas, como en “la silla vacía de Pearls”, o en el psicodrama y otras ‘proyecciones y escenificaciones terapéuticas. Son herramientas útiles para clarificar contradicciones y encontrar acuerdos, recuperando la unidad del ánimo. (‘Acuerdo’: derivado de cordium, corazón; acordar es decidir como resultado de un proceso de negociación entre partes, deliberación sobre un asunto concreto encontrando el corazón del mismo, una esencia común.) La confrontación de estos intereses opuestos, puede ser el camino para la unificación; pero no siempre funciona, o su efecto dura poco y triunfa la inestabilidad de las emociones, la desarmonía del corazón.
Hay individuos inestables, cuyas vidas están gobernadas por esa falta de acuerdo interno. Como también hay países inestables, gobernados por el ‘desacuerdo parlamentario, dónde se promulgan leyes efímeras que serán cambiadas cuando gobierne una nueva mayoría. Así ocurre en el drama español, piel de toro desgarrada por sus contradicciones internas, con una ley de educación, por ejemplo, que se cambia una y otra vez según quien tiene mayoría, partes disociadas que no se escuchan, voces, programadas e intereses contradictorios que llegan a gritar “Yo soy la voz de España”, mientras otros proclaman “Yo represento a la mayoría”.
En nuestro PARLAMENTO INTERNO, cuando oscilamos entre impulsos contradictorios, se genera desgaste interno e inestabilidad: una determinada tendencia del carácter afirma representar a mi personalidad total, ‘esto es lo que yo soy’, ‘yo soy así’, juicios identitarios que no siempre escuchan o aceptan que, en uno mismo, como en cada individuo, hay contradicciones, otras voces, sub personalidades diferentes, con impulso de hacer, pensar o decir, incluso lo contrario.
El sujeto que no ha integrado bien sus contradicciones puede ser ambivalente, hasta multivalente. A veces, después de una bronca discusión, él le dice a ella: “Perdóname, no era realmente yo, no quería herirte tanto”, pero dos días después reincidirá cuando vuelva a gobernar la otra cara de su yo. La realidad es que no somos homogéneos; no es que el sujeto normal tenga múltiples personalidades, sino que la personalidad normal es una amalgama de subpersonalidades y tendencias, con frecuencia heredadas de las contradicciones de la generación anterior.
Ejemplo de esto es lo siguiente: una madre sumisa y obediente estaba casada con un hombre colérico y dominante; tuvieron hijos amalgamados de ambos caracteres. Uno de ellos relataba en mi consulta: “A veces me dejo dominar por mi mujer, me siento sumiso como mi madre y me digo que soy un calzonazos; entonces siento una rabia interna similar a mi padre y salto como un bruto. Pero entonces me siento culpable, pienso que soy como mi padre haciendo sufrir a mi madre y nuevamente me siento mal conmigo mismo”. Aclarar las emociones contradictorias, estas tendencias internas o programas caracteriales, buscar acuerdos y armonía, es un largo y complejo camino, sujeto a posibles recaídas.
Para la unificación más estable de la mente consigo misma es necesario ir a un nivel más profundo. Más allá del diálogo y el acuerdo entre partes, hay otro camino para la unificación íntima: dilucidar la naturaleza del ‘escenario’ en el cual se manifiestan esas tendencias, encontrar el ‘espacio común’. En nosotros este escenario es la mente o Campo Cognitivo (CC)
Los distintos modos de la personalidad, lo que llamamos ‘personajes’, (conjuntos de programas caracteriales que el sujeto actúa en determinados entornos sociales, ya que es ‘normal’ que no se actúe igual en público que en privado), son tendencias del carácter que, sin embargo, nacen y se expresan en un ‘terreno común’: el parlamento dónde hablan los parlamentarios, la arena más íntima del ser, algo mucho más profundo que lo privado o lo público. ¿Dónde se manifiestan, para mí, mis pensamientos y sentimientos? ¿Qué espacio es ese? ¿Qué es ese ‘Parlamento’?
Lo que he llamado Campo Cognitivo es el espacio dónde se hace auto evidente mi consciencia/inconsciencia, dónde sé lo que creo ser y dónde pueden emerger, potencialmente, los quiebres de continuidad que anuncian al inconsciente. El CC es el gran unificador de todos los contenidos y estados mentales. Todas las facetas y manifestaciones de lo que soy ocurren en ‘este campo’. Pero, ¿no es ‘este campo’ mi propia consciencia, el lugar dónde experimento los contenidos de mi experiencia de ser? ¿Quién se da cuenta de su propia mente, de este espacio tan sutil como el vacío? ¿Acaso no es ‘eso’ la propia consciencia? Este campo íntimo, coextenso con la consciencia, es quien puede relativizar sus pulsiones y mantenerse en paz, en estado de íntima Unidad.
El mejor camino para la primera unificación es el viejo “Conócete a ti mismo”. Para conocernos utilizamos la observación: es necesario observar las facetas y tendencias que nos constituyen. Sin embargo, hay una observación más profunda que la de nuestro paisaje interno:la observación de ‘la experiencia de ser lo que observamos’, pues entonces estaremos mirando, ya no los contenidos de nuestra mente, sino el espacio que los sostiene, nuestro Campo Cognitivo y el hecho radical y esencial de ser conscientes. ¿Cómo conocernos sin observar lo que somos, sin darnos cuenta del ‘escenario del darse cuenta’? ¿Cómo observar lo que somos sin la capacidad de aceptar lo que experimentamos? ¿Cómo aceptar lo que experimentamos sin la capacidad de suspender prejuicios y disolver nuestra disociación interna?
Este ‘espacio’ dónde las voces hablan y callan es inseparable de la consciencia porque ‘es’ la consciencia. La consciencia global se ofusca cuando sus contenidos parciales se aíslan en sí mismos y reniegan de sus contradicciones. Contemplar la totalidad implica, necesariamente, aceptar todas las contradicciones aparentes. Entrar a este espacio de apertura y aceptación total es MEDITAR. Meditar es ‘no forzar’. Uno no se sienta a meditar obligándose a hacerlo, uno no se obliga a ser consciente, la consciencia fluye mejor en libertad.
DIFICULTADES PARA ESTA UNIFICACIÓN
En nuestro parlamento interior hay momentos de gran claridad y momentos de ofuscación, estados de consciencia clara y consciencia confusa. No siempre es posible esa limpieza y silencio del ‘espacio parlamentario’, es frecuente que nuestros parlamentarios no sepan quedarse callados y escuchar ‘el silencio común’, ser conscientes del espacio que les reúne. Y entonces no es posible llegar al espacio esencial, al sustrato que permite el acuerdo. Estas disonancias ocurren cuando:
1- Una facción determinada se considera ‘dueña’ del parlamento, afirma que los otros son ‘extraparlamentarios’ y les excluye (eso es fascismo). El fascismo no solo es una tendencia socio política: hay una forma de ‘FASCISMO PSICOLÓGICO’ cuando un programa caracterial, una tendencia de nuestro carácter, se adueña de lo que somos, cuando un aspecto parcial del ser se identifica con el todo y se adueña de la noción de identidad: “yo soy así”, convirtiéndose en una fuerza represora, en un auto-represor que ha olvidado que sólo es una parte, que también a veces es todo lo contrario.
2- O cuando un dictador, normalmente salido de alguna facción, cierra el parlamento y, convertido en autócrata, decide por todos, único dueño de una empresa, privada o nacional, a la que impone su “yo mando”. Todos tenemos algo de ‘DICTADOR’, de creernos superiores, únicos y dueños de un cortijo. Este yo fuerte y egocéntrico suele ser un impedimento grave para la meditación, obstruye el crecimiento personal y bloquea el beneficio social, el interés colectivo. En la meditación se suspende el control y se permite el fluir de las tendencias, esto es algo que las personalidades controladoras no pueden hacer, ya que su identidad depende de su control.
3- Tampoco es posible acceder al sustrato básico del Campo Cognitivo, la consciencia esencial, cuando está instalado ‘EL CAOS’, cuando el carrusel de parlamentarios se sucede en la tribuna, todos hablan sin escuchar, sin consciencia del acto parlamentario, voces que duran un instante y desaparecen acalladas por nuevas voces, todas sordas, sin tiempo ni ocasión para descubrir la esencia de ese parlamento, más grande y extenso que todas las voces individuales. ¿No es un parlamento ‘el lugar de muchas voces’? ¿No es nuestra mente también el lugar de muchas tendencias y variantes de lo humano?
4- Y en las fases agudas del ‘CONFLICTO’, allí también se bloquea la consciencia esencial, cuando hemos caído en una especie de polarización de los temas, un sistema de dos partidos siempre opuestos, con tendencia a radicalizarse. Es muy difícil entonces ver el fondo del conflicto, ya no hay espacio para la consciencia del medio: o blanco o negro, o estás conmigo o contra mí, eres bueno o malo, con temor siempre una mitad de perder el poder que la otra mitad también teme perder.
Para conseguir la primera unificación, la intrapsíquica, es necesario superar estos cuatro problemas ligados al carácter: el ‘fascismo psicológico’, el ‘dictador interno’, el ‘caos’ y el ‘conflicto polarizado’, tendencias del carácter que suelen estar detrás de esta primera escisión. La educación familiar y la escuela posterior son claves en la posibilidad de una evolución unificadora. Cuando el daño ya está hecho la psicoterapia puede ayudar.
La analogía que describo entre parlamento nacional y parlamento interno es más que una metáfora. Creo que quejarnos del país que tenemos sin observar lo que somos como individuos es equivalente a quejarnos de lo que somos pensando que la solución nos vendrá de fuera. Un país en el cual gobierna el fascismo es un país en el cual hay muchos pequeños fascistas, así como, en una sociedad maduramente socialista, habrían de existir muchos individuos libres y solidarios.
Si los parlamentos nacionales son el reflejo de múltiples parlamentos individuales, y los parlamentos individuales están afectados por el clima colectivo que respira el sujeto ¿por dónde empezar la unificación que buscamos?
Antes de esperar una iluminación de nuestros parlamentos nacionales, (tema difícil), podría ocurrir la iluminación de nuestro ‘parlamento interior’. (Ya dice un viejo refrán: “No puedo cambiar el mundo, pero puedo cambiar yo”.) Esta unificación interna, abrazada por nuestra consciencia de ser, es un momento de armonía que ocurre, no por la imposición de nuestro dictador individual, no por la tiranía de nuestro fascismo psicológico, ni por un acto de voluntad impositiva, sino por un acuerdo de amor compartido, de reconocimiento a la multiplicidad del ser.
Por amor, consciencia y aceptación todas las voces callan entonces y contemplan el ‘lugar sagrado que les reúne’, este parlamento silencioso, donde las tendencias descubren, al mismo tiempo, EL LUGAR COMÚN, su esencia unificadora.
Unidad y multiplicidad: sería saber que toda voz es parte de un coro, que el coro es ‘el grupo’ al mismo tiempo que ‘el lugar’ y el programa que les reúne, dónde todos ellos tienen la posibilidad de expresarse, de ser deseo, pensamiento, idea y emoción, pero, dónde antes de eso, todos son consciencia y respeto por la unidad esencial que subyace en esa diversidad.
LA INTEGRACIÓN PSICOSOMÁTICA
Recuperada la unidad natural del Campo Cognitivo, la clarificación de las tendencias del carácter, la segunda unificación a conseguir es la del organismo consigo mismo: esta es la “Integración psico-somática”, complementa y completa a la unificación intrapsíquica, objetivo que buscamos en los talleres de psicoterapia que llevo años desarrollando.
Habitualmente vivimos en un estado de ‘desintegración psicosomática’, con la mente por un lado y el cuerpo en automático por otro; la mente detrás de sus elucubraciones y deseos mientras el cuerpo simplemente existe, pues la mente le ha abandonado para vivir volando tras su fantasía de sí misma, o jugando con los planes de su próxima construcción, dejando al cuerpo sumido en las penumbras de la inconsciencia.
La unificación psicosomática busca la intensa y simple experiencia de ‘sentir-pensar-saber’ que cuerpo (soma) y psiquis (Campo Cognitivo) son tan inseparables como la cara A y cara B de una misma hoja de papel: cuando miramos una no vemos la otra, pero, sin ambas, la hoja no sería lo que es.
El estado natural de nuestro ser es este estado unificado: lo experimentamos naturalmente cuando ‘nos sentimos bien’, cuando la sensación básica del cuerpo fluye fácilmente, fundida con sentimientos positivos y pensamientos coherentes con ese bienestar.
La sensación de ‘ser el cuerpo’, cuando la consciencia de ser nace del núcleo corporal más profundo, es potente y placentera; el individuo se mueve entonces en una especie de baile, los movimientos tienen una continuidad que la consciencia describe como ‘el placer de existir’. Las experiencias corporales especialmente intensas suelen ser propicias para experimentar esta unificación: un impacto sensorial potente, un accidente, un evento sexual por su intensidad orgásmica y las absorbentes sensaciones del placer, las experiencias cercanas a la muerte, una enfermedad grave, una sacudida visceral, pueden tener este efecto de romper las ilusiones y telarañas del ego mental, trayendo un despertar a la consciencia corporal, despertar que suele recolocar lo que creemos ser. Alguien me dijo: “Estuve a punto de morir en ese quirófano, experimenté extrañas ensoñaciones en el postoperatorio; cuando desperté ya no era la misma persona”. En el mundo terapéutico, las ‘sacudidas viscerales’ asociadas al ‘desmontaje de los personajes’ tienen este efecto: potencian la consciencia corporal y reunifican al sujeto consigo mismo, ya no como una entidad abstracta, sino como un organismo unificado y coherente.
Pero, por lo mismo, la intensidad corporal suele ser adictiva, hay sujetos que buscan compulsivamente el riesgo, otros usan sus fantasías sexuales o drogas para potenciar una consciencia corporal que, de no ser por esas manipulaciones, estaría apagada por debajo de su intensa actividad mental. Otros sujetos pueden caer en adicción a una reiteración psicoterapéutica, o engancharse a alguna secta que refuerce el ‘efecto unificación’.
La experiencia de ‘unificación psicosomática’ es una intensa realización del YO SUPERIOR: cuando el conflicto de la escisión mental se alivia, (primera unificación), cuando el Campo Cognitivo se funde con la Consciencia Corporal (segunda unificación), pasamos al estado en que Cuerpo-Existencia-Consciencia son simplemente lo mismo. Cuando UNO ES SIMPLE Y ESENCIALMENTE UNO.
LA CASA DE HUÉSPEDES, poema de RUMI
Este ser humano es una casa de huéspedes.
Cada mañana hay recién llegados:
Una alegría, una depresión, una mezquindad.
Cierta percepción momentánea llega
Como un visitante inesperado.
¡Acógelos y atiéndelos a todos!
Aunque se trate de una multitud de penas
Que conmueven con violencia
los muebles de tu casa.
Aún así, trátalos a todos con honor.
Pueden estar creando el espacio
Para un nuevo deleite.
A los pensamientos escabrosos, a la vergüenza, a la malicia
Recíbelos a todos con risas en la puerta
E invítalos a pasar.
Da gracias por quienquiera que llegue
Porque cada uno ha sido enviado
Como un guía del más allá.
Francisco Bontempi
Médico y Psicoterapeuta
LAS SIETE UNIFICACIONES –III