“Los mitos son más fuertes de lo que nadie podía haber imaginado. Cuando la revolución agrícola abrió oportunidades para la creación de ciudades atestadas e imperios poderosos, la gente inventó RELATOS de grandes dioses, patrias y sociedades anónimas para proporcionar los vínculos sociales necesarios … la imaginación humana construía asombrosas redes de cooperación … las normas sociales que sustentaban estas complejas redes no se basaban en instintos fijados ni en relaciones personales, sino en la creencia de MITOS e HISTORIAS compartidas”. Y.N. Harari.
ASPECTOS DEL LENGUAJE
El lenguaje es un fenómeno biológico básico: el mono emite un siseo característico, un sonido/palabra que significa león, hiena o leopardo, es decir ‘predador terrestre’; tiene un sonido diferente para avisar de un ‘peligro que viene del aire’, águila, por ejemplo. La ‘palabra’, ese sonido, está asociada a un significado, y el significado desencadena reacciones del organismo, una cierta conducta, un movimiento de alerta o huida. Si conducimos mientras conversamos con alguien, y de repente esa persona nos dice ¡cuidado! entramos en un estado de alerta, exploramos rápidamente el entorno, confirmamos o descartamos el peligro y eventualmente frenamos.
Pero también está el aspecto psicológico del lenguaje, si alguien dice ‘árbol’ se activa en nuestra mente, consciente o subliminalmente, la imagen o representación mental del árbol; o leemos estas líneas y vamos tejiendo en nuestras mentes un montón de conceptos, mientras buscamos ‘entender’ el texto, es decir, crearnos un modelo mental inteligible.
Y está, por supuesto, el aspecto sociológico del lenguaje: vivimos inmersos en un mundo cooperativo matizado con miles de lenguajes. Aún antes de internet ya tejíamos una red interminable de señales y significados que coordinaban nuestras mentes, saltando de boca en oído, él me dijo, yo le dije, mientras la televisión y la radio ilustraban un complejo relato coral, las voces de mil oradores que nos hacían creer que las cosas eran de tal o cual color. En nuestro siglo XXI estos tres aspectos han sido engullidos por la hidra de mil cabezas, la red intrincadísima de internet, trasladando datos a la velocidad de la luz por todo el globo.
El lenguaje tiene así esta triple dimensión: la puramente biológica, en la que el sonido (significante) desencadena una reacción visceral, neuronal u hormonal, movilizando una conducta; la dimensión psicológica, en la que ocurre una representación de algo, su significado, en ese espacio que llamamos mente, asociado también a conductas; y la sociológica, con el nacimiento de esta nueva dimensión que llamamos Humanidad, determinada directamente por el fenómeno lingüístico.
PENSAMIENTO, IDEA Y RAZÓN
EL PENSAMIENTO es un eco del lenguaje, es la representación de una representación previa (aquella que se activó con la señal lingüística.) El pensamiento es un fenómeno mental que emerge en ese ‘plasma sutil’, allí donde ocurre nuestra compleja vida interior y sus incontables representaciones. Esta definición plantea el problema de si los animales piensan; está claro que emplean lenguajes, pero ¿tienen ‘mente’ y capacidad cerebral de representación? El cuidador de un zoo de orcas, se quedó embelesado en un momento de descanso frente al enorme cristal, saco un cigarrillo y comenzó a fumar mientras contemplaba a una cría de orca que también se había venido a la ventana. Mientras ésta lo miraba con curiosidad el cuidador comenzó a echar volutas de humo en dirección a la criatura. Luego de un momento la cría se alejó nadando hacia su madre y comenzó a mamar. La escena podría haber terminado aquí, pero, después de mamar apenas un poco, la cría volvió con decisión a situarse frente al cristal y comenzó a regurgitar, formando ‘volutas’ de leche. Parecía decirle: yo también se hacer ‘eso’. Esta escena nunca podría haber ocurrido si la pequeña orca no ‘pensase’, si no tuviese imaginación.
Y ¿es posible pensar sin palabras? Está claro que sí, pues los pensamientos no son palabras sino representaciones, objetos mentales ya desarraigados de la señal original. ¿Es posible el pensamiento sin lenguaje? Para responder a esta cuestión es necesario comprender que no todo lenguaje se organiza en ‘palabras’, también pensamos con series mentales de figuras geométricas, o con símbolos matemáticos, e incluso con ‘espacios perceptivos’, como hace un pintor combinando representaciones sensoriales.
LAS IDEAS, como los CONCEPTOS, son representaciones más abstractas, (representación de una representación de otra representación etc.) pudiendo una idea ser una representación elevada a n. La idea de manzana incluye varias representaciones, una cierta forma, color, sabor y textura, más una serie de asociaciones culturales, mercado, precio, paraíso, mordida, tentación, etc. asociaciones en las cuales son expertos los publicistas y los psicoanalistas.
LA RAZÓN es un procedimiento ordenador que establece relaciones, las clasifica, escrudiña, examina, analiza, sintetiza y extrae las cuestiones comunes, las generaliza y proyecta sobre otros ámbitos. Estos procedimientos ocurren originalmente en nuestro cerebro/mente, pudiendo trasladarlos luego a soportes externos: piedra, papel, pizarra, o soporte informático.
LENGUAJE, RELATO Y POLÍTICA
En la dimensión psicosocial el lenguaje se convierte en RELATO. Somos ya mucho más que un mono al borde del verbo original, ahora somos una tribu organizada en torno al fuego, y nos contamos cuentos. De la tribu al imperio, conglomerado de tribus e intereses varios, hay un salto poblacional, pero el núcleo aglutinante sigue siendo el relato, fábulas y leyendas cada vez más inclusivas. Los mitos griegos son cuentos que explican lo que somos y unifican las mentes de su público; la Biblia, el Bhagavad Gita y el Corán hacen otro tanto con los suyos.
Los siete grandes poderes del estado moderno, (los tres constitucionales más los cuatro fácticos: ejecutivo, legislativo, judicial, económico, militar, religioso y mediático), se sostienen sobre un relato colectivo con muchísimas implicaciones inconscientes: ¿quiénes son los buenos? ¿quiénes los malos? ¿quiénes amigos? ¿quiénes enemigos? ¿cuál es el rol de mujeres y hombres? ¿cuál el sentido de la historia común? Así como los peces no perciben el agua ni nosotros el aire, (ya que tendemos a ignorar lo que ‘está siempre ahí’), tampoco somos muy conscientes del relato colectivo dentro del cual se configura nuestra forma de vida y toma de decisiones. Durante la dictadura de Franco el NODO establecía el relato oficial de una España idealizada, describía y definía la realidad: ¡qué bien está todo!; mientras tanto, con signo político opuesto, el ‘Posnavatel’ soviético pintaba un relato similar. Relato, configuración mental y organización social son cuestiones estrechamente enlazadas; no es igual la conquista del oeste en boca de pieles rojas que de pieles blancas. En nuestra sociedad de libre mercado informativo el relato de hoy no es uno sino doble (o múltiple): con los mismos hechos, levemente girados, un canal hace un relato antagónico al canal de signo opuesto. Y ya metidos en internet ¡la historia es Babel! ¿Es posible un relato objetivo? Toda noticia tiene siempre un interés y un relato oculto en la mente de quien la transmite. Con el periodismo de hoy en crisis, ¿quién podría afirmar objetividad? ¿Hay crisis ecológica o solo oportunidades empresariales en crisis? Depende de quién cuente la historia.
Nuestro relato colectivo está hoy muy revuelto, y esa revoltura puede empujarnos a una postura escéptica: “nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”; y entonces nos lavamos las manos y que otros decidan. Pero, ¿quién decide cuando nadie decide? ¡La inercia! Y ella también tiene relato (a veces peligroso).
Nuestra vida social ocurre dentro de un Relato colectivo, donde narración, norma y costumbres caminan juntas de la mano. Un juez interpreta las versiones de los implicados en un hecho, establece luego la verdad judicial, el relato oficial, y dicta sentencia de acuerdo con su versión de las leyes y la historia de las mismas. (Porque no todos los jueces juzgan igual, ni todos los sistemas judiciales responden a los mismos intereses). Un político lee una cierta realidad y la interpreta, convertida en su cuento particular o en el mito de su partido. Un publicista hace su lectura profesional de un público consumidor y construye un relato capaz de movilizarles a consumir, o a votar de cierta manera. Un periodista elige entre varias fotos distintas para su portada, ¿busca la verdad o un efecto sobre el público? Los sacerdotes, gurús y similares establecen el relato del otro mundo, la definición de éste, y los caminos para llegar hasta aquel. Y los militares, importantes actores de los procesos históricos a largo plazo, aunque cíclicamente les toca callar, cuando hablan ya sabemos cómo establecen la norma de lo que está pasando.
Existe un relato colectivo configurado por estas grandes voces: ellas organizan y ponen sello de realidad al batiburrillo con que millones de voces individuales configuramos un pueblo. Sin embargo, no olvidemos que ese sello de realidad es arbitrario: una historia consensuada por complejos procesos psicosociales, inconscientes en buena medida, resultaba creíble y era asumida en cierto momento histórico, cuando en otros era evidentemente cuestionable. ¿Cómo entender la esclavitud de una época, o la servidumbre y las enormes injusticias de otras, sino por la normalidad con que el relato colectivo configura las consciencias?
El comportamiento individual está determinado, no solo por los movimientos íntimos del sujeto, sino por el relato de la realidad colectiva, de qué es el mundo y cuál su sentido. El ‘principio de realidad’ freudiano, un condicionante importante del yo, consiste, en buena medida, en el relato dominante en nuestra familia y sociedad. Cada familia tiene su manera de relatarse y retratarse. Ese es el terreno donde se desarrollan las primeras fases de nuestro yo o ego. Un relato nace de otro relato. Y como nuestra familia estaba inserta en el relato característico de su tiempo, las historias más pequeñas quedan inscritas dentro de las más grandes.
Para profundizar en la búsqueda de la verdad es necesario desmontar los distintos relatos, comenzando por el propio. En este mundo, aparentemente confuso, intentamos entender y conocer lo que realmente está pasando. Para ello es necesario comprender lo que somos y como funcionamos. El conocimiento es clave de la libertad, (o de nuestra mejor autonomía existencial.)
SOBRE EL LENGUAJE BINARIO
En nuestra época de máquinas y como contrapunto a esta reflexión, va aquí una nota acerca del lenguaje binario, quizá el más elemental de todos.
Con apenas dos lacónicas letras: -ON/OFF-, -SI/NO-, -UNO/CERO-, construye todos sus textos entre estos dos extremos categóricos: ‘el uno absoluto’ y el ‘cero definitivo’. Entre el ‘Cero’ (de la inexistencia más rotunda) y el ‘Uno’, (absoluto y puro presente), esta escueta pero eficaz lengua desenvuelve las infinitas combinaciones de su selva interminable.
Un interruptor enciende o apaga una luz, abre o cierra un contacto y así habla. El lenguaje que nace de esta bipolaridad no es propio solo de ordenadores, sino también de nuestras redes neuronales. Nuestras neuronas usan un código binario, comunicándose en sus intrincadísimas tramas abriendo o cerrando circuitos, conduciendo o bloqueando señales electro-químicas.
Todo lenguaje exige contraste. El uno y el cero se necesitan para que haya texto. Una infinita sucesión de ‘unos’ 1,1,1,1,1,1,1,1,1,1,1,1,1, donde jamás hubiera un cero, no significaría nada, salvo la incuestionable presencia del UNO. Del mismo modo ‘una serie interminable e ininterrumpida de ceros, 0,0,0,0,0,0,0,0,0,0,0,0, nada nos diría, salvo la pura vacuidad, el silencio absoluto y definitivo de una realidad muda, o de un Dios que nunca habla. Porque ‘uno’ carece de significado separado del ‘cero’ que le hace de contrapunto. Podría decir, con los presocráticos, que el SER y el NO-SER se necesitan mutuamente para, ¡oh paradoja! ser lo que son.
Si haces cantar juntos a ‘unos’ y ‘ceros’ habrá un mundo interminable de significantes y significados, un coro inagotable de movimiento y detención, de vida y muerte, de cuerpo y consciencia: habrá existencia, pletórica de relatos, con miles de cuentos, uno para cada existencia particular, y masivos acordes para los cuentos colectivos.
Todo lo que percibimos está tan impregnado de lenguaje que podemos decir, con Pitágoras, que la realidad fundamental es ‘el número’ (lenguaje matemático); o que el relato de tal o cual político es ‘un cuento’; que los economistas seleccionan datos y los interpretan para convertir su incertidumbre en certeza estadística, o que nosotros, sujetos de consciencia e inconsciencia, intentamos ‘pensar la realidad’; o que el Moi es ‘el relato’ con que nos identificamos. Sin embargo, sigo prefiriendo comerme una manzana a intentar alimentarme de palabras.
MENTE, ESPÍRITU ALMA
Pero, ¿dónde ocurren estos lenguajes? Lenguajes, ideas, razones y relatos ocurren no solo en el espacio social que nos une y separa, sino también en ese plasma sutil de nuestra más recóndita intimidad: la mente.
La experiencia de ser lo que somos (un ser humano consciente) necesita consciencia y un espacio de representación. Y estos dos requisitos implican la existencia de ‘eso’ que se ha llamado ‘mente’. Pero, ¿qué es la mente? Se lo he preguntado a técnicos y profanos, a pacientes y especialistas. Distintos sujetos me dan distintas definiciones, más claras o más borrosas, en las que generalmente se confunde la mente con el pensamiento; y con esta confusión no estoy de acuerdo, pues entiendo que el pensamiento es un objeto en la mente, y no la mente misma. Otros la identifican con espíritu o alma, cuyas connotaciones también suelen ser ambiguas. Así es que vale la pena distinguir estas nociones, abstraer lo fundamental de ellas y reflexionar sobre estos conceptos:
MENTE. Se llamó así al espacio donde se despliegan los fenómenos mentales. La palabra viene del latín mens; su raíz indoeuropoea men está asociada al lenguaje y al pensamiento; a la memoria mnéme, (amnesia, perdida de la misma); a la evocación de un contenido mental, nombrando a una persona o cosa: mención; a las señales falsas: mentir. En ingles ‘mind’ apunta más claramente a la noción de espacio o lugar: ‘tengo algo en mi mente’ (something is in my mind); un lugar que incluso tiene un ‘patio trasero’ (something is at the back of my mind, algo está en el ‘trastero’ de mi mente)
ESPÍRITU. El significado depende del contexto cultural y religioso. No es lo mismo el espíritu según un chamán, un espiritista, o un sacerdote cristiano. La palabra ‘espíritu’ proviene del latín spiritus, que significa respiración, condición indudable de la vida, y todo lo relacionado con el elemento aire. Spiritus en griego es pneûma, relacionado también con ‘aliento’ y ‘respiración’. Considerado raíz y motor de la vida, espíritu es un concepto asociado a fuerza motriz, que genera movimiento y sostiene la existencia. ‘Espíritu’ también tiene una asociación frecuente con Esencia: la expresión el ‘espíritu del vino’, se refiere a su esencia íntima, el alcohol, presente en las bebidas ‘espirituosas’.
ALMA. Palabra enraizada en el latín Ánima; para muchos estos dos términos son equivalentes. Al igual que espíritu ambos están relacionados con movimiento y fuerza vital (fuerza vital: principio que impulsa la vida). Anímate = muévete; animal = ser vivo que se mueve. También están conectados con pasión e inspiración; y con ser el centro de algo: el alma de la reunión fue María. En griego antiguo ‘alma humana’ era Psyché, Psiquis, palabra que también significaba ‘mariposa’, algo sutil que abandona al cuerpo en el momento de la muerte, cuando desaparece el movimiento.
Alma y espíritu se suelen usar indistintamente: ‘El espíritu es el soplo vital que anima al cuerpo’. Sin embargo, en el contexto de algunas religiones (el cristianismo, por ejemplo) se las distingue: siendo ‘alma’ el asiento de la personalidad individual, el espacio donde residen los sentimientos y fenómenos como la razón, imaginación y voluntad, quedando para ‘espíritu’ el significado de ‘raíz divina del ser humano’, el cordón umbilical entre el cuerpo material y la divinidad. Sin embargo, otros prefieren situar las funciones del alma en el espíritu, e incluso identifican razón con espíritu.
Valga esta revisión de conceptos para comprobar que estos términos, usados como sinónimos, tienen acepciones muy diferentes según el entorno cultural. Hablamos de fenómenos mentales y pensamos en cuestiones espirituales. Mencionamos las funciones del alma y ‘tenemos en mente’ la psiquis, a la que asociamos con lo mental. Y todo esto lo relacionamos vagamente con esencia, generando aún más ambigüedades y dificultades en el entendimiento de lo que somos.
ESENCIA: este concepto, ‘lo que hace que algo sea lo que es’, para muchos equivale a lo espiritual, entendiendo a lo espiritual como una fuerza; sin embargo, este pensamiento tiene un fondo dualista, pues piensan en una realidad espiritual esencialmente diferente a lo material. El concepto de esencia hacia el que me acerco no es dualista, sino un concepto que vale tanto para la realidad material-energética, como para lo psíquico o espiritual. Entiendo que los fenómenos de tipo espiritual son materiales, y que la materia no difiere de lo anímico-espiritual; tal como la nieve y el agua son dos estados diferentes de ‘eso’ (H2O), que esencialmente es lo mismo.
Sintetizando estas definiciones, y dejando por ahora la esencia a un lado, al observar estos tres conceptos (mente, espíritu, alma) es posible distinguir en ellos dos aspectos fundamentales: el aspecto motriz y el aspecto espacial.
Necesitamos un concepto que se quede con lo esencial, que evite las confusiones y ambigüedades que se generan por palabras que, de tan manoseadas y desgastadas por el tiempo, más confunden que aclaran la experiencia de lo que somos.
EL LENGUAJE COMO HERRAMIENTA
Hablar sobre estas cuestiones, tan sutilmente entretejidas con nuestra medula, es de por sí difícil. En muchas tradiciones espirituales se dice: -deja las palabras a un lado y entra en la inmediatez directa, en la pura experiencia de ser: deja de hacer cualquier cosa y siéntate a meditar. Esto es cierto y muy práctico, pero también es cierto que una enorme cantidad de estos practicantes, si bien pueden obtener beneficios, como la relajación, muy rara vez alcanzan la comprensión profunda del ser que buscan experimentar.
Como por lo demás el lenguaje es parte inevitable de cualquier práctica que pretenda un desarrollo de la consciencia, necesitamos afinar al máximo el lenguaje como herramienta del conocimiento. Las ambigüedades lingüísticas suelen generar dificultades de comprensión, y estas, finalmente, alimentan supercherías.
Estos conceptos clásicos apuntan a ciertas fuerzas y al espacio donde ocurre todo lo que experimento. Pero, con independencia del nombre, ¿qué es este espacio?
En el sentido que los oftalmólogos hablan de ‘campo visual’, concibo este espacio como un ‘Campo Cognitivo’, el campo donde no solo surgen nuestras percepciones visuales sino toda cognición, un espacio con un potencial tan rico que permite representaciones de una agudeza sutil más que notable. Un espacio que por su amplitud podríamos llamar multidimensional. En ese espacio Einstein representó su teoría de la relatividad, en ese espacio Kekulé soñó, imaginó y creó el modelo matemático y atómico del anillo de benceno, en ese espacio Martin Luther King concibió su ‘I have a dream’ de una sociedad justa. En ese espacio cada uno se personifica a sí mismo como personaje y guión de su propia historia. Allí se desenvuelve lo que llamamos consciencia. En ese espacio cada uno representa a la Realidad, tal como la entiende.
Este campo es simplemente ‘el espacio donde se me presentan los objetos mentales’. El espacio donde surgen mis pensamientos para luego desvanecerse, el espacio donde surgen percepciones, sensaciones y se desvanecen, donde surgen mis sentimientos y se desvanecen, donde se producen mis fantasías y sueños para desaparecer. El espacio donde incluso surge mi cuerpo como percepción y objeto de experiencia, para también luego desvanecerse, (pues no siempre me doy cuenta de mi cuerpo, ‘no siempre lo tengo en mi mente’.)
Estoy definiendo un espacio o campo que no es inerte, un espacio que al mismo tiempo es un campo de fuerzas: un espacio vital, dinámico, afectado por las fuerzas que le constituyen, y que causan movimientos corporales y mentales. A estas fuerzas nosotros las llamamos ‘impulsos’, ‘instintos’, ‘voluntades’, ‘deseos’, ‘emociones’ etc., son las fuerzas que nos ‘animan’ y mueven, que movilizan a los contenidos de nuestras mentes, que generan o extinguen pensamientos, que despiertan o ahogan sentimientos, que activan y modifican nuestras representaciones del mundo y de nosotros mismos.
Comprender la relación entre este ‘Campo-Cognitivo’ y el organismo ‘Cerebro-Cuerpo‘ es el gran tema de las neurociencias actuales, y de la filosofía de todas las épocas. A esta cuestión también pretenden responder las religiones y el conocimiento místico. Y este es el tema que exploraré en un post posterior: las características y funciones de este ‘espacio’ al que llamaré ‘Campo Cognitivo’.
NASRUDÍN
El lenguaje, el pensamiento, también la sorpresa, la perplejidad y la risa, ocurren en este ‘CAMPO COGNITIVO’, aquí se desenvuelven las historias que contamos y nos cuentan. Si buscamos esclarecer la noción de esencia, nos vendrá bien refrescarnos con un contrapunto de seriedad y humor: Nasrudín es un personaje popular en Oriente, sus cuentos sirven para hacer reír, para alivianar el conocimiento denso, y también para reflexionar sobre los frecuentes disparates que nos caracterizan. El Quijote es una buena reencarnación del viejo Nasrudín. Van aquí dos cuentos de este personaje, extraídos del libro “Las Ocurrencias del Increíble Mulá Nasrudín”, de Idries Shah.
EL PODER DE LA PALABRA
“Nasrudín estaba disconforme con su burro, y pensó que lo lógico era venderlo y comprar otro. Por lo tanto, fue al mercado, buscó al rematador y le entregó el burro para que lo subastase.
Cuando el animal fue presentado en venta Nasrudín se hallaba entre el público. -El próximo lote, grito el rematador, -es este soberbio, inigualado y maravilloso burro. ¿Quién comienza ofreciendo cinco piezas de oro?
-¿Solo cinco piezas por el burro?, se sorprendió Nasrudín; así que inició la puja él mismo. Mientras el precio subía más y más, el rematador cantaba alabanzas del burro en cada oferta, y Nasrudín se volvía cada vez más ansioso por comprarlo él. La puja finalmente se circunscribió a un duelo entre él y un granjero. Finalmente, Nasrudín lo compró por cuarenta piezas de oro.
Le pagó al rematador su comisión de un tercio, se llevó su parte del dinero como vendedor y tomó posesión del burro como comprador. Como el valor del jumento era quizá de veinte piezas de oro, perdió dinero. Pero había comprado un animal cuyos méritos, ahora lo comprendía, había ignorado hasta que fueron brillantemente enunciados por el rematador del pueblo”.
Qué grande es el poder de la palabra y la publicidad, nos hace valorar o despreciar. A más de una persona he visto dispuesta a subastarse por poco valor.
USTED TAMBIÉN TIENE RAZÓN
“Nasrudín fue nombrado juez. Durante su primer caso, el acusador expuso con tanta persuasión que le hizo exclamar: -¡Creo que usted tiene razón!
El secretario del tribunal le rogó que demorara su decisión, pues el acusado no había depuesto aún.
Cuando aquel declaró, Nasrudín se sintió tan conmovido por la elocuencia del demandado que al terminar éste su defensa exclamó: -¡Creo que usted tiene razón!
El secretario no podía aceptarlo, y se dirigió a Nasrudín: -Vuestra señoría, ambos no pueden tener razón.
-¡Creo que usted también tiene razón! Afirmó Nasrudín muy convencido”.
Cuando he compartido estas reflexiones he visto como, de una u otra manera, todos tenemos ideas al respecto y una especie de relato explicativo. Y seguro que hay verdad en ello, como dice Nasrudín -usted también tiene razón. Desarrollar estas reflexiones puede hacernos afinar nuestra comprensión. O llevarnos a comprender nuestras contradicciones y a reorientar la búsqueda.
Francisco Bontempi
Médico y psicoterapeuta
ENTRE EL EGO Y LA ESENCIA: EL LENGUAJE