CAMPO COGNITIVO II, ÓRGANO Y FUNCIÓN

Posted By pfbontempi on Jun 6, 2021


Uno: Mi cuerpo funciona como un mecanismo puro que sigue las leyes de la Naturaleza. Dos: Sin embargo, mediante experiencia directa incontrovertible, sé que estoy dirigiendo sus movimientos, cuyos efectos preveo y cuyas consecuencias pueden ser fatales y de máxima importancia, caso en el cual me hago enteramente responsable de ellas. Tres: La única conclusión posible de estos dos hechos es que yo -es decir, yo en el sentido más amplio de la palabra, o sea, toda mente esencialmente consciente que alguna vez haya dicho o sentido «YO» – soy el ser y la persona, si es que existe alguna, que controla el movimiento de los átomos, de acuerdo con las leyes de la Naturaleza. Cuatro: Pero esta penetración no es nueva, las primeras noticias de ella que conozco datan de 2500 años o más. En los primeros Upanishads se establece la identificación ATHMAN = BRAHMAN. El Yo Esencial de la persona equivale al Eterno Yo omnipresente que lo abarca Todo”.                  Erwin Schrödinger, Nobel de física, en “Qué es la vida”

ÓRGANO Y FUNCIÓN

El sabio Aristóteles pensó que el cerebro era una especie de radiador para refrescar al cuerpo y producir moco, siendo el corazón el centro del yo. Hipócrates, siguiendo ideas más antiguas (Alcmeón de Crotona (540-500 a. C.), postulaba que es responsabilidad del cerebro, y no del corazón, la de coordinar sensaciones y razón.

Más tarde Descartes y otros de su tiempo, considerando que todos los órganos sensoriales y cefálicos son dobles, salvo esa pequeña y solitaria glándula pineal, geométricamente dispuesta en el centro del cerebro, la imaginó como puente entre los aspectos anímicos-inmateriales y las estructuras cerebrales-materiales. La relación entre cerebro y alma ha tenido una larga trayectoria que continúa elaborándose hoy.

Pero aquel dualismo decayó trescientos años después, con las modernas neurociencias embarcadas en una "Búsqueda Científica del Alma" (título del libro de Francis Crick, descubridor de la estructura molecular del ADN). El concepto de actividad mental ya no se imaginó separado de la estructura cerebral y del funcionamiento neuronal. Hoy día es un lugar tópico imaginar al cerebro como un ordenador y atribuirle la carga completa de los fenómenos cognitivos. Pero esto ¿es realmente así?

Antonio Damasio, autor cuyas reflexiones integran, en mi opinión, una lúcida mirada filosófica, psicológica y neurológica, escribe ‘En busca de Spinoza’: “La actividad cerebral está dirigida primariamente a ayudar a la regulación de los procesos vitales del organismo, coordinando tanto operaciones internas del cuerpo propiamente dicho como las interacciones (adaptativas) entre el organismo en su conjunto y los aspectos físicos y sociales del ambiente”; y en «Sentir lo que Sucede»: ‘Toda la construcción de conocimiento, de simple a complejo, de no verbal-imagético a verbal-literario, depende de la habilidad de cartografiar lo que ocurre al cabo del tiempo adentro de nuestro organismo, alrededor de nuestro organismo, a nuestro organismo, con nuestro organismo, una cosa después de la otra, causando otra, sin fin’.

En la actualidad, para muchos neurocientíficos el cerebro constituiría con el resto del organismo un ente indisociable formado por múltiples vías neuronales y bioquímicas que lo relacionan con el ambiente exterior. Este es un concepto fundamental: la consciencia y los fenómenos mentales implican una compleja relación entre lo que llamamos interno y externo. La actividad mental surgiría de esta interacción imprescindible, siendo para ella tan necesario el ambiente como el cerebro y el conjunto del cuerpo. 

Es evidente que el ‘apagado’ cerebral desactiva la actividad mental, y también que la desactivación de las señales generadas en el cuerpo o la desconexión sensorial con el medio ambiente acarrea profundas alteraciones cognitivas o la supresión de la consciencia. Para que haya una consciencia como la nuestra hay seis condiciones necesarias:

-Primero: una red activa de suficiente complejidad (en nosotros el chip neuronal adecuado).
-Segundo: un cuerpo con capacidad de acción.                                              
-Tercero: las conexiones cuerpo-cerebro; (uno, dos y tres configuran lo que llamamos ‘organismo’).
-Cuarto: el campo cognitivo de ese organismo concreto.                                                                                    
-Quinto: un entorno con el cual el ‘organismo cognoscente’ esté evolutivamente articulado.
-Sexto: las conexiones sensoriales y de acción recíproca entre el ‘sujeto de experiencia‘ y su ambiente.

Y estos últimos dos puntos, la necesidad del medio ambiente o naturaleza, es fundamental, pues nuestros cerebros no se han gestado en la nada sino en un larguísimo proceso evolutivo de la naturaleza viva, por lo que no podemos desligar los procesos mentales del entorno con que el funcionamiento cerebral está tan estrechamente implicado.

Si asumo estas ideas, que me parecen coherentes y demostradas, si busco comprender la relación entre órgano y función, he de considerar erróneo al pensamiento habitual de que ‘el cerebro es el exclusivo órgano del fenómeno cognitivo’.

De acuerdo con estas ideas veo al cerebro como un estrato en una serie de varios niveles, cualquiera de los eslabones que rompiéramos cortaría la cadena que genera la función. Siendo todos ellos requisitos necesarios, en último término, el verdadero órgano de nuestros procesos cognitivos y consciencia es la ‘UNIDAD’ de:

 {‘CUERPO + CEREBRO + CAMPO Cognitivo + MEDIO Ambiente’}

EL ÁRBOL DEL CONOCIMIENTO

Imágenes de espirales y círculos concéntricos abundan en la naturaleza y en distintas culturas. He elegido la imagen de los anillos de un árbol para ilustrar estos círculos en permanente retroalimentación. El Cuerpo afecta al Cerebro, el Cerebro afecta al Campo Cognitivo y este afecta a nuestro Ambiente, en último término, al sustrato de todo esto que es el Universo. Y viceversa, pues el Entorno afecta a nuestro Campo Cognitivo, este a su vez afecta al Cerebro, y el cerebro por supuesto que afecta al Cuerpo, mediado todo por vías neurales y sensoriales implicadas en un continuo movimiento e intercambio de energía.

LOS ANILLOS DEL ÁRBOL:

En esta red portentosa dónde se estratifican y unen diferentes planos, se genera la consciencia y los fenómenos cognitivos; ‘consciencia individual’ en cada uno de nosotros, pues cada individuo genera y sostiene un campo cognitivo relativamente autónomo; pero también ‘consciencia colectiva’, dado que los campos interactúan y se funden en campos mayores.

Si en último término el órgano de la consciencia es la ‘súper estructura donde la realidad natural que ha engendrado cuerpos, cerebros, y campos cognitivos está unificada con ellos’, podemos reformular la vieja pregunta del dualismo: ¿alguien diferente de esa estructura opera sobre ella? Y la respuesta categórica del monismo es: -Nadie-, el órgano y su operador son una y la misma entidad.

Estas ideas tienen muchísimas implicaciones. Hemos pensado que la consciencia era una cualidad que solo se daba en nosotros, supuestos reyes de la creación y señores de magníficos cerebros. Comenzamos a comprender que la consciencia es una función connatural a la estructura misma de la realidad. Un etnocentrismo ignorante nos hacía creer que nuestra raza era la privilegiada de los dioses, despreciábamos a lo diferente y desconocido. Hoy sabemos que todas las razas y familias humanas son hijas del mismo principio. Hace no mucho pensábamos que los animales carecían de campo cognitivo y consciencia, hoy vale la pena revisar a Carl Safina y su estudio sobre la mente animal: la consciencia sí existe en diversas especies no humanas, y los principios de la vida sensible existen en las criaturas más elementales. Hemos creído que nuestro planeta era el único bendecido con las propiedades de la vida en todo el universo, hoy, casi todos los científicos han comprendido que la vida no puede ser un fenómeno excepcional; y si ella no es una rareza tampoco lo será la consciencia, ¿por qué si no invertimos tanta ciencia y tecnología buscando vida e inteligencia en el Universo? A través de nuestra acción en el mundo han nacido progresivas generaciones de máquinas, el actual campeón de ajedrez es un ordenador, y discutimos los humanos si este nuevo tipo de existencias desarrollarán la función consciente; es una cuestión abierta al tiempo. ¿Llegarán a ser conscientes cuando alcancen niveles altos de complejidad?

Muchos neurocientíficos relacionan la consciencia con la complejidad de las redes neurales, pero, si bien nuestros cerebros son complejos, apenas nos acercamos en número de conexiones neuronales a la cantidad de estrellas en nuestra galaxia. Y nuestra galaxia es una mota de polvo entre miríadas de galaxias. ¿Qué complejidad tiene la red que reúne a todo lo que existe? ¿Acaso tenían razón los místicos y chamanes de la antigüedad que atribuían una cierta mente o espíritu al ‘Gran Espíritu de la Naturaleza‘? ¿Existe un enorme Campo Cognitivo que lo incluye todo, incluidos nosotros, con funciones de un orden muy superior a la nuestra, pero análogas a las capacidades que hemos llamado consciencia y cognición? ¿Qué dirían dos células nuestras conversando en el seno de nuestros tejidos? ¿Qué fantasía tendrían acerca del enorme cuerpo consciente que jamás podrán ni siquiera divisar?

LA CONSCIENCIA COMO MOVIMIENTO

Las analogías ayudan a masticar mejor las cuestiones menos visibles; con una analogía estructural podemos reflexionar sobre esta compleja, pero en el fondo simple cuestión:

La relación entre: {[C+C] + CC + [MA]} (siendo este el órgano de las funciones cognitivas), y la consciencia (como ejemplo de sus varias funciones), es análoga a la relación que hay entre el conjunto de {mano-cerebro-campocognitivo-piano} (órgano), y el fenómeno de tocar el piano creando música (función).

{ÓRGANO}                                  {FUNCIÓN}
{[C+C] + CC + [MA]}                   {consciencia}
{‘mano-cerebro-campo cognitivo-piano’}                  {crear música}

De la necesidad del órgano: Evidentemente sin las manos o sin piano no se toca el piano; sin cerebro ni campo cognitivo no hay proceso cognitivo, tal como sin el ambiente que evolutivamente les ha engendrado tampoco hay cuerpo ni cerebro.

De la función como movimiento: Sin embargo, la música que nace del movimiento neuronal y cognitivo a través de las manos sobre las teclas es ‘otra cosa’. Y esa ‘otra cosa’ es espectacularmente potente: es ¡la creatividad! la capacidad que tiene la Realidad de re-crearse y transformarse a través del movimiento de partes de sí misma, los sub-órganos que en ella se han engendrado: Cuerpos, Cerebros y el Campo Cognitivo, el puente entre lo que consideramos interno y externo.

‘Tocar el piano y hacer música’ (la función) es el desarrollo de un movimiento del órgano, lo que nos sugiere que, siguiendo con la analogía: toda cognición (función) es una forma de movimiento en el órgano. En la quietud absoluta, en ausencia de movimiento desaparece la consciencia y cualquier cognición.

El organismo y la función, (el cuerpo/cerebro/campocognitivo y su movimiento), son dos cuestiones supuestamente diferentes que en el fondo resultan ser la misma, pues, como hemos comentado, es la subjetividad de nuestra consciencia la que encuadra a la ‘materia del órgano’, y a la a la ‘huella de su movimiento” (la estela de la cognición), como si fueran sustancias diferentes.

El cerebro es tema de estudio para el neurocientífico: un órgano al que se pesa y mide, se escudriñan sus pulsos, señales de actividad y ondas bioeléctricas mientras el sujeto está pensando, soñando, decidiendo, meditando, actuando.

Pero el dinamismo anímico, lo que ocurre en este espacio o ‘campo cognitivo’, es cosa de todos; no solo un tema de psicoanalistas o neuroespecialistas. La dinámica de cómo se apaga o enciende nuestra consciencia, de cómo tomamos decisiones, nos enamoramos, imaginamos o pensamos, deprimimos e enfadamos, es algo que nos incumbe, nos ocurre y nos afecta a todos. Porque, si evolucionamos hacia una mayor autonomía existencial, ¿qué libertad hay en la ignorancia de lo que somos y del mundo en que funcionamos? La manzana prohibida era la fruta del árbol del conocimiento. En las antiguas civilizaciones había iniciados, sabios muy cultos y un pueblo ignorante y supersticioso, incluso esclavo, que aportaba mano de obra. La cultura y el conocimiento era elitista, la manzana para unos pocos elegidos.

Ahora toca democratizar la cultura y el conocimiento, convertir a nuestra extensa humanidad en una piel consciente y orgánica, extendida por la superficie del planeta, como una enorme red de consciencia. ¿No es esto lo que buscamos entre todos, la libertad que nace del conocimiento?

¿Y la ESENCIA? Vuelvo con ella a la definición clásica: si la esencia es la que hace que algo sea lo que es, nuestra esencia está en la raíz de todo lo que somos, incluidos nuestros procesos mentales y afectivos, tanto conscientes como inconscientes, y por supuesto en la raíz de nuestra realidad de seres sociales y cerebralmente cognitivos, todos sostenidos y alimentados por la inmensidad de un Universo que, en último término, es nuestra casa, el medio ambiente que engendra, sustenta y determina lo que somos, una Naturaleza que ahora, ya en medio de esta crisis ecológica, nos planteamos volver a respetar.

ESPACIOS FENOMENOLÓGICOS DEL CAMPO COGNITIVO

Hemos dicho que: en el Campo Cognitivo está representado tanto el sujeto cognoscente como el mundo conocido (ambos en proceso de ser conocidos). ‘Yo y Entorno’.

Ya sea que nos experimentemos a nosotros mismos, a la manzana de Newton mientras cae del árbol, a la pantalla con datos de la última colisión de partículas o al texto que estoy leyendo, cuando observamos cualquier aspecto de lo que hemos acordado llamar realidad, (sea eso lo que sea), lo experimentamos como una serie de eventos en un espacio cognitivo.  

Nuestra realidad corporal, por ejemplo, la percibimos (fenomenológicamente) en tres espacios aparentemente diferentes:

1.- Nuestro cuerpo en el ‘espacio/tiempo’ que llamamos ‘realidad material’. -Estoy de pie en medio de los árboles del acantilado contemplando la noche estrellada. Aquí soy un objeto corporal, un cuerpo entre otros cuerpos. (Para estudio del físico).

2.- Nuestro cuerpo en el ‘espacio psicosocial’, eso que llamamos ‘mundo’. -Hoy fui a casa de mi madre, me encontré con mi hermano y la acompañamos a la reunión anual de la comunidad de vecinos. No hubo acuerdo sobre cuando renovar la directiva. Aquí soy sujeto de relaciones, tanto corporales como emocionales, un organismo vivo en una red social. (Para estudio del sociólogo).

3.- Nuestro cuerpo en el ‘espacio mental’ que hemos llamado ‘campo cognitivo’. –Anoche soñé que volaba; más tarde recordé la ocasión en que estaba en aquel acantilado contemplando las estrellas; entonces pensaba en la belleza. Aquí soy una representación cognitiva, un cuerpo mental o espiritual, en un espacio virtual en el que soy consciente de mí mismo y de mis pensamientos. Estas representaciones pueden ser muy intensas, como en la alucinación, o menos intensas, como en la simple imaginación. (Para estudio del psicólogo o psiquiatra).

Pero, ¿qué son estos ‘espacios’? ¿No son acaso distintos planos creados en el Campo Cognitivo donde representamos, organizamos, y comprendemos, en alguna medida, la realidad en la cual operamos?

Parece evidente que el ‘ESPACIO MENTAL’ donde soñamos o imaginamos es simplemente una dimensión del Campo Cognitivo.

Pero nos cuesta más comprender que el ‘ESPACIO PSICOSOCIAL’ también es una dimensión de este Campo. Puesto que somos cuerpos, en nuestro intento de ser objetivos eliminamos (como conductistas exagerados) todo lo que huela a subjetividad mental, así nos pensamos como meros cuerpos inmersos en la trama del espacio/tiempo, (la dimensión física), solo que con ello borramos todo lo que nos hace humanos, suprimimos el hecho de que los cuerpos interactúan a través emociones y señales corporales, sensoriales y químicas que afectan a una dimensión anímica, esa donde se articulan las representaciones de sí mismos y de los otros; y omitimos también la dimensión social, dotada de una complejidad diferente a la dimensión física. Pues, lo que llamamos ‘mundo’, ‘sociedad’ o ‘humanidad’, es una compleja construcción en nuestros Campos Cognitivos, donde representamos una realidad dotada de una profundidad diferente a la de meros cuerpos físicos en movimiento.

Y finalmente el ‘ESPACIO/TIEMPO’, reducto de las ciencias duras. Dada la subjetividad de los espacios ‘mental’ y ‘psicosocial’, nuestro mayor refugio en busca de objetividad es el espacio ‘físico’. Allí simplemente soy un cuerpo y mis devaneos mentales aparentan no contar para nada. Pero ¿qué es ese ‘espacio físico dónde yo veo’ como mi coche se acerca al semáforo de la esquina, frena y se detiene en el momento que cruza otro coche? Para responder a esta cuestión tengo que venir una vez más al concepto kantiano de noúmeno y fenómeno, pues toda percepción es una construcción operativa en el Campo Cognitivo, una representación (o fenómeno) de una Realidad (o Noúmeno) de algo que efectivamente está ocurriendo en esa esquina, percepción que, si es correcta y no es debidamente atendida, terminará en choque.

Algunos lectores han observado que suelo usar el término Realidad, con mayúscula, y a veces con minúscula. Por Realidad me refiero el noúmeno de algo; por realidad a la representación de ese algo, al fenómeno, tal como aparece en nuestro campo cognitivo.

La realidad que yo experimento, el fenómeno que percibo cuando llego con mi coche y me detengo ante el semáforo, es una construcción en mi Campo Cognitivo, una representación del ‘Noúmeno’, de una Realidad Fundamental que escapa a mis sentidos, pero que efectivamente está ocurriendo allí, en ese exacto momento.

Toda percepción es una versión simplificada y operativa de algo que está más allá (del alcance sensorial), la representación de algo en ‘tiempo real’, (cuando un evento o función se procesa instantáneamente se dice que ocurre en ‘tiempo real’); la representación de cuerpos que se mueven en el espacio/tiempo, de energías que se activan y transforman en la matriz de ese algo, sea lo que sea, que es la Realidad, convertida para nosotros en la realidad operativa que es la percepción. El misterio del noúmeno está aquí, delante de nuestros ojos, solo que no podemos verlo. Como dice el Principito de Saint-Exupéri: lo esencial solo se ve con el corazón.

CONCLUYENDO

Podemos preguntar ¿existe un cuerpo físico, un cuerpo emocional y un cuerpo mental separables y separados? Algunos responderán diciendo que hay cuerpo, alma y espíritu, entidades diferentes. Otros dirán que son planos separados y separables del ser que somos. Para otros solo hay Una Realidad, un SER que experimentamos y conocemos a través de estos espacios o dimensiones de nuestro Campo Cognitivo: la dimensión física, la dimensión social-emocional y la dimensión mental (espiritual).

Para quienes consideramos al organismo cognoscente, entre otras funciones, como un organizador de información, un constructor de modelos de la realidad, estos ‘tres diferentes espacios’ son espacios virtuales que organizan tipos de información diferente, para hacerla operativa y configurar un cierto modelo de ‘lo que somos y de lo que hay allí afuera’.

Como el vuelo de la mariposa psiquis, nuestros procesos cognitivos son dinámicos y sutiles, los experimentamos en este espacio de múltiples dimensiones que el Campo Cognitivo permite, -físico-social-mental-. Allí, impulsados por las fuerzas de la Naturaleza, estos procesos nos mantienen vivos en un acercamiento evolutivo al conocimiento de su Realidad, en una maduración progresiva de la consciencia.

Para el científico ateo evolucionamos por la inercia de fuerzas biofísicas, aunque neuroquímica y psicológicamente analizables; para el creyente todo se mueve por una fuerza anímica y divina. ¿Hay conceptos comunes a un lado y otro de esta bifurcación del conocimiento humano?

La respuesta a esta cuestión no puede sino estar en la Esencia, pues la Esencia, sea lo que sea, es la misma en el creyente de la superstición más primitiva, y en el científico más escéptico o pragmático del planeta.

EL ALMA ASISTE INMÓVIL

«Todo pasa. El alma asiste, inmóvil, al evento de las alegrías, de las tristezas y de las muertes de que se compone la vida. Ha recibido ‘la gran lección de las cosas que pasan’. Ha necesitado mucho tiempo para reconocer, en ese decorado ambiente, la línea íntima y estable de la formación interior. Ha caminado a tientas a través de todas las cosas; ha hecho de las pasiones su espejo pasajero.
Los hombres, al querer embellecer el alma, se han creído en la obligación de adornarla con creencias y principios, lo mismo que engalanan con pedrerías y oro a los santos de su santuario, pero el alma sólo es bella cuando está desnuda».
               Marguerite Yourcenar

Francisco Bontempi

Médico y Psicoterapeuta

CAMPO COGNITIVO  II