PARA LO QUE DA UN COCHE, un cuento.
Uso un coche japonés de hace varios años. Es una buena máquina. Hoy ha tenido un fallo eléctrico y el coche completo ha quedado tirado. Finalmente un mecánico amigo hizo el diagnóstico correcto: un corto circuito en el borne sucio y viejo de la batería. Como a ambos nos gusta la ciencia ficción nos quedamos conversando cuando cerró el taller.
-Podríamos diseñar una máquina, me dijo, un automóvil o un bío-móvil, y en su diseño predeterminar su “tiempo medio de vida posible”. ¿Está bien ochenta años? Hay coches construidos para durar mucho más, pero, a lo largo de su proceso de envejecimiento será necesario cambiarle pequeñas piezas gastadas; de no ser así, por un fallo mínimo, la máquina completa dejará de funcionar.
-El mantenimiento tiene coste, le dije, y el servicio de recambios también. Hablábamos de coches pero era de nosotros.
-¿Valdrá la pena alargar la vida cambiando órganos gastados? ¿No serían más rentables los coches de “usar y tirar”? Coches baratos, sin mantenimiento, viven lo que duran y ya está: al cabo de una vida corta, fallo catastrófico ¡chatarra y desguace!
-Este dilema ya tuvo respuesta con la “obsolencencia programada”, le dije, la vida necesita de la muerte. La situación descrita para la industria automotriz es similar a nuestra condición de máquinas biológicas. Somos individuos dentro de sociedades complejas, la sociedad dura mucho más que un individuo. Somos pequeñas piezas de enormes máquinas sociales, de la biosfera del planeta, del mismísimo Universo, y finalmente del Cosmos que incorpora todo. Nos formamos por la integracion de micro elementos para sumarnos a esos órdenes mayores, funcionamos en su seno y quizá, con no demasiados recambios, se nos estropea un fusible o la máquina se desgasta y deja de existir; nos morimos.
-A rey muerto rey puesto, me dijo, cae la pieza y el juego sigue. La ciencia actual está desarrollando cada vez más el arte del recambio: recambio de arterias, de tejidos, de órganos completos, corazón, pulmón, extremidades etc. y, ciertamente, realizando suficientes recambios, prolongamos la vida de estas pequeñas unidades biológicas que somos. Todos queremos vivir más, acercarnos al modelo industrial de coches diseñados para durar muchos años.
-Pero sigue quedándonos demasiado cerca el modelo industrial de productos de “usar y tirar”, agregué. Antes o después resultará preferible sustituir, por razones de eficacia social, ya no al pequeño órgano dañado, sino al organismo completo. Y el padre cederá su lugar al hijo: “recambio generacional”, como siempre ha sido.
-Nos gastamos, me dijo, mi padre está enfermo y mi madre ya no puede con él. Para una mayor duración de cualquier máquina resulta inevitable la sustitución de partes, el recambio. Entiendo tu frase: la vida necesita de la muerte. Me cuesta y duele pensarlo, pero es así. Si algo en nosotros, prácticamente un instinto, nos hace aferrarnos a la vida y resistirnos a la muerte ¿tenemos derecho a preguntarnos si existe un sistema de algún tipo, organismo o máquina, que no muera jamás?
Al final nos preguntamos ambos ¿es el Universo una máquina eterna? Pues de no ser el Cosmos un sistema condenado por inercia a un final absolutamente estático, congelado y entrópicamente muerto, la única posibilidad sería la de un “organismo de alguna manera vivo”, un sistema de altísima eficacia y capaz de reciclar permanentemente sus componentes más minúsculos. ¿Algo así como un recambio molecular incesante dentro de la continuidad del campo en que se organizan sus componentes? Pero no somos fÍsicos, y quizás los fÍsicos tampoco sepan. ¿Es posible imaginar tal entidad? ¿Sería esa la Unidad que llamamos Dios, Brahman, Alma o Campo Universal? ¿Es nuestra existencia parte de la suya, tal como cada célula es parte integral de la unidad de nuestro cuerpo?
Nuestro siguiente encuentro fue en el funeral de su padre; nos dimos un gran abrazo y escuchamos ese chirrido de frenos; y el latido de un corazón.
Francisco Bontempi
Médico y Psicoterapeuta
PARA LO QUE DA UN COCHE, un cuento