TIERRA SANTA 2023

Posted By pfbontempi on Dic 22, 2023


Hace dos mil años, en lo que hoy es Israel y Palestina, gobernaba el rey Herodes, un megalómano de implacable crueldad que se llevaba muy bien con el imperio de su época, el romano, y con la cúpula de la religión judía; era un gobernante intolerante con el pueblo llano, especialmente con dos grupos sociales. Uno de estos grupos quería sacudirse la colonización militar del ejército romano, recuperar por las armas su libertad política, y reavivar el lustre del antiguo reino de Salomón; estaban representados por Barrabás, el terrorista y guerrillero. El segundo grupo eran gentes desarmadas y religiosas, seguidores de las tradiciones espirituales y proféticas; descontentos con la corrupción y violencia imperantes, anhelaban un reino de justicia y verdad, gentes que, según Jesús y su primo Juan, “algún día poseerán la tierra”. 

De tanto contarla durante dos mil años parece una historia añeja, sin otro significado que el martirio de Jesús y el Bautista bajo tres poderes: el poder político de Herodes, el poder religioso de Caifás, supremo sacerdote del templo judío, y el poder militar de Roma, personalizado en Pilatos, su gobernador. 

Resulta estruendoso lo que ha estado ocurriendo en una tierra que, más que santa, parece maldita. Después de Jesús, en el año 70 DC, vino la destrucción del templo y la dispersión del pueblo judío, castigados así por sus continuos levantamientos e insumisión. Ya en el año 300 DC el cristianismo era la religión oficial del imperio romano y campeaba en las banderas de guerra del emperador Constantino, guerrero vigente y obispo simultáneo de Roma. Trescientos años después, en el 600 DC, nació el Islam, buscando la redención del corrompido monoteísmo y una nueva justicia social. Y luego, durante varios siglos y varias campañas, ocurrió la brutalidad de las cruzadas, huestes armadas de la cristiandad lanzadas en tropel para arrebatar tierra santa al dominio musulmán, matanzas inútiles que nunca trajeron ni verdad ni justicia ni el triunfo de ningún dios. Durante 400 años, desde 1500 DC en adelante, Palestina y Jerusalén fueron parte del imperio turco-musulmán que habían estabilizado los otomanos. 

Pero más recientemente, bajo nuevas formas de cruzada, un imperio otomano decadente se desmoronó ante el empuje militar del imperio británico, ya no católico sino anglicano, heredero del implacable Enrique VIII, convertido en administrador colonial del reino de dios en la tierra. (No olvidemos que el rey de la Gran Bretaña es “representante de Cristo y cabeza de su iglesia nacional”). A partir de 1916 comenzó de facto su administración colonial de Tierra Santa y otros dominios del mundo musulmán. 

Y los últimos capítulos de esta desgraciada y cruenta historia: el pueblo judío, disperso por el mundo y muchas veces confinado en guetos, alcanzando importantes cotas de poder económico y brillo intelectual en los países que surgieron de las ruinas del imperio romano (europeos y también eslavos y norteafricanos); objeto de odios, resquemores y envidias, fue un pueblo martirizado por el furibundo y genocida antisemitismo de Hitler. Aliados con el reino de la Gran Bretaña y el imperio en alza de Norteamérica, derrotaron al nazismo alemán y consiguieron el premio de un país propio, un hogar nacional “donado” gentilmente por sus dueños ingleses, colonizadores y administradores de ese feudo: y así nació el moderno estado de Israel y su “alianza indisoluble” con los triunfadores occidentales de la segunda guerra mundial. 

Y ahora, setenta años después, la implacable maquinaria de guerra israelí-anglo-americana, masacrando ese gueto y cárcel a cielo abierto que es Gaza, aplastando todo lo que surge a su paso, terroristas, periodistas, médicos, mujeres y niños, liquidando a los brutales hijos de Hamas y también a un pueblo desarmado, aniquilándoles por un terrorismo de estado, soberbio y sin piedad, deshumanizándoles por una filosofía excluyente que ya les ha condenado a la sumisión, a la extinción o a la emigración forzosa.  

Y lo que aún falta, pues aún falta más, el nacimiento del Gran Reino de Israel y la resurrección bíblica del templo de Salomón; tiempo al tiempo, que muchos lo esperan y lo desean. Llegarán entonces los turistas de las mil sectas cristianas a peregrinar a la riquísima Tierra Santa; y dirán exaltados que se están cumpliendo las profecías, que vendrá nuevamente el Mesías a gobernar el mundo. Y no querrán mirar ni ver las brutalidades, injusticias e hipocresías sobre las que han instalado su beneficio.

A veces creo que la geopolítica del enfermo imperio anglo americano está más diseñada en sus iglesias apocalípticas que en sus universidades y cátedras de ciencia. Y no es raro que así sea, sus líderes, desde pequeñitos, atienden a servicios religiosos cuyas prédicas no siempre son lecciones para el amor fraternal entre los pueblos, sino más bien exaltaciones del maniqueísmo de buenos y malos.

Y los malos siguen dando sentido a la historia y justificando su violencia: los crueles terroristas palestinos, los brutales ejércitos rusos, los pérfidos chinos que quieren hacerse con el dominio del mundo.

Recuerdo la imagen de ese ciudadano de a pie, intentando detener un tanque chino en la plaza de Tiannamén; y el tanque intentando maniobrar para no aplastarlo. El occidente judeo-cristiano no es superior a nadie. Los tanques occidentales aplastan hoy a rebeldes palestinos, a mujeres y niños sin misericordia. Y no quiero contar las bombas de todo tipo que hemos arrojado antes sobre otros pueblos. Mientras tanto los gobiernos occidentales callan, amordazan las denuncias (Assange), y tapan con campañas de prensa muy bien manipuladas por el algoritmo de conveniencia: ese que decide lo que se publica y vocifera, o lo que se barre bajo la alfombra.  

Vuelvo a la sagrada historia del buen Jesús y su valiente primo, enfrentados a los tres poderes de su época. El poder político de Herodes hoy lo detenta Netanyahu, un gran “rey”, admirado y votado por quienes han decidido luchar a muerte por la resurrección de su “apartheid teocrático”. El poder religioso de Caifás lo detentan las organizaciones político-religiosas de la extrema derecha israelí, apoyados por el cristianismo mesiánico de la extrema derecha anglo-americana. ¿Y el poder del imperio militar? Ya lo ha dicho el presidente de la gran nación del norte y su cónsul imperial, el distribuidor de las armas: “Nuestro compromiso con Herodes y su orden social es inquebrantable”. 

Al otro lado de estos tres poderes quedan muchos ciudadanos israelís, judíos de un mundo abierto, seres solidarios, bondadosos y espirituales, avergonzados y perplejos por la forma en que las víctimas de hace una generación se han convertido en los victimarios de hoy; quedan con ellos los miles de cristianos y musulmanes que, solidarios y pacíficos, viven y aman a la humanidad en paz; los millones de ciudadanos del norte y del sur, del este y el oeste, quienes, sin ninguna identificación religiosa, realizan en paz sus destinos.

El Barrabás de hoy es un pobre y desgraciado terrorista desprestigiado. Juan el Bautista ya no bautiza a nadie, los ríos están contaminados y cualquier posible secta de redenciones milenaristas está condenada a la atrofia antes de nacer. ¿Y Jesús? Quizá nació mil veces y mil veces fue aplastado por las mismas tres fuerzas. Quizá fue un palestino esta vez y murió acribillado en una esquina, con una bandera blanca en la mano, hablando de una paz justa y de envainar las espadas. O quizá fue esa vez en que nació de raza negra y proclamó que tenía un sueño, pero el coro dominante cantó que los sueños solo sueños son. O quizá nació mujer y nadie le creyó porque dios es género masculino. En fin, que la historia sagrada es la historia interminable, como largo es el drama de Tierra Santa. 

Francisco Bontempi

Médico y Psicoterapeuta

TIERRA SANTA 2023