LAS SIETE UNIFICACIONES: I La rotura original

Posted By pfbontempi on Feb 1, 2023


“Llegar a la verdad más simple requiere años de contemplación”.

Isaac Newton.

LA ROTURA ORIGINAL

Antes de ser conscientes de nosotros mismos simplemente existíamos, como cosa sin testigo, como el misterio aún indescifrable del todo original, ese caldo de átomos y partículas subatómicas, de energía y materia pre-viva.

Pero, con la organización progresiva de átomos y moléculas en racimos orgánicos, con el desarrollo de la vida, surgieron estructuras complejas con capacidad reproductiva. Dotadas de un instinto por sobrevivir, las formas vivas no solo desarrollaron ‘sentidos’, como la vista y el oído, sino que se hicieron progresivamente ‘conscientes’, acumulando ganancias y eficacia para sobrevivir; y así evolucionamos hasta llegar a la existencia de organismos autoconscientes como nosotros, primates, mamíferos y bípedos cerebro-manuales. Sin embargo, en los seres humanos, la maduración de la autoconsciencia acarrea una consecuencia espectacular: una rotura o escisión de la realidad que ha sido registrada en antiguas mitologías y está en la raíz de todas las culturas, historias y narraciones; tanto en oriente como en occidente.

En nuestra cultura esta ruptura está descrita como la expulsión del paraíso y el terrible drama entre los hijos de Adán y Eva. En la cosmovisión de la tribu ‘Nasa’, (Colombia) se relata que los seres de la tierra “Experimentaron una gran algarabía y de contentos se volvieron insoportables, se agruparon los grandes, los chicos y los medianos y todos pretendían su espacio, los grandes agredían a los pequeños, había egoísmo y hubo un gran desorden”. En la mitología Hindú el mundo de la familia original se fragmenta y aparece la guerra entre primos y hermanos, ruptura que “Arjuna”, en el “Mahabharata”, no consigue evitar, solo comprender y finalmente aceptar.

Un destierro, una guerra en la familia, un caos, un gran desorden: lo relatan mitos y culturas que, asentadas en estos ‘relatos que explican el mundo y su dolor’, intentan paliarlo, ordenando a las sociedades para una forma y leyes de convivencia que resultan, con frecuencia, justa para unos e injusta para otros.

Y somos nosotros mismos, sin darnos cuenta, quienes con las peculiaridades de nuestra cognición hemos instalado esta MÚLTIPLE RUPTURA en una REALIDAD que, más allá de nuestras percepciones, ha sido y sigue siendo pura UNIDAD.

Rupturas varias:   

—Entre el hombre y el Todo (Dios) del cual se ha desgajado.

—Entre nuestra especie y la Naturaleza, con la que entablamos una guerra de dominio.

—Rupturas también en el seno de nuestras sociedades, desgarradas en clases.

—Contradicciones y conflictos en el seno de nuestras familias, y además,

—Rupturas en el interior del individuo que contempla el desgarro del mundo.

ESCISIÓN Y UNIDAD

Nuestra percepción del mundo, desgarrado en ‘cosas’, en ‘cuerpos’ y ‘partes’ separadas, es producto de dos factores: 1- la constitución misma de nuestros aparatos sensoriales, (los sentidos, hechos para percibir objetos, comida y peligros), y 2- las tradiciones culturales con los modelos mentales que una generación inculca en la siguiente.

Desde la antigüedad pre científica el homínido primario coge una ‘piedra’ y la manipula como una cosa separada de la ‘cantera’, corre tras una ‘pieza de caza’, la acosa y separa de su ‘rebaño’. Un poco mas tarde apilamos piedras en torres y túmulos, para terminar construyendo casas y ciudades. Nuestra inteligencia manipulativa nos hace pasar de ‘homo habilis’ a ‘homo sapiens’. Con esa información sensorial construimos en nuestros Campos Cognitivos (CC) espacios poblados de cuerpos independientes y, por lo tanto, manipulables. Así llegamos a modelos mentales como el atomismo de Demócrito, quien imaginó un mundo construido por átomos apilables, sumables y restables de muchísimas maneras: un universo ‘lego’.

A través de los siglos las ideas de Demócrito se han modernizado, aprendimos a manipular fragmentos de cosas cada vez más pequeñas, y terminamos sumergidos en esta ‘era atómica’, en el moderno ‘mundo de las cosas’, cosas hechas de cosas, cosas que se compran y venden en la sociedad del mercado, también desgarrado en una fiera competición entre partes e intereses varios: el mundo roto y cosificado del siglo XXI.

Pero esta percepción y los constructos culturales que de ella derivan son discutibles. Un físico cualificado como David Bohm, en “la Totalidad y el orden implicado”, reflexiona sobre hasta qué punto este ‘mundo roto’ en partes es una ilusión operativa, característica de nuestra especie, pero en absoluto un aspecto real de lo que él llama ‘Totalidad’: … “tanto la relatividad como la teoría cuántica coinciden en que ambas presuponen la necesidad de mirar el mundo como un ‘todo continuo’, en el cual todas las partes del universo, incluyendo el observador y sus instrumentos, se mezclan y unen en una totalidad, en esta totalidad, la forma atomística de mirarla es una simplificación y una abstracción, solamente válida en algún contexto limitado”… “esta manera de ver supone que el flujo (de esta totalidad-no-dividida) es, en cierto sentido, previo a las ‘cosas’ que vemos formarse y disolverse en dicho flujo”.

Parece un hecho que la física moderna se cuestiona cada vez más el modelo de corpúsculos independientes, pues, si todo tiene un origen común en ‘algo totalmente unido consigo mismo’, la escisión de esa unidad en fragmentos ¿les da la autonomía de partes desconectadas del todo? O ¿por debajo de esa aparente separación está todo unificado en campos que no son sino extensiones del campo mismo de la realidad original?

La Unidad de Todo lo que es consigo mismo está aquí y siempre estuvo, es anterior a nuestra existencia y percepciones particulares. Nuestros aparatos sensoriales crean la ilusión de un mundo de cosas separadas de otras cosas y, más tarde, cuando desarrollamos un Ego y experimentamos el difícilmente evitable ‘egocentrismo perceptivo’, nos convertimos en islas dotadas de autoconsciencia, en partes embargadas con la sensación subjetiva de tener una existencia independiente del resto: convertidos en peces que ignoran el mar.

INDIVIDUO Y CUERPO DIVIDIDO

Si el mundo nos parece dividido en cuerpos separados, nuestro propio cuerpo muchas veces lo imaginamos, y así lo describe la biología para niños, como una máquina biológica construida por la suma de partes: cabeza, tronco y extremidades, órganos, tejidos y células, a lo que se agrega una mente con capacidad de consciencia cognitiva. Hemos concebido al cuerpo como una maquinaria de órganos y funciones, separada del resto de la naturaleza a la que también postulamos como un gran mecanismo en el que se suman múltiples partes.

Esta escisión del organismo (en ‘cuerpo’ dotado de automatismos y una ‘mente’ capaz de crear una representación del mundo y del propio cuerpo), separó al ser humano de sí mismo y creó el estado de autocontrol característico de lo que he llamado ‘DESINTEGRACIÓN PSICOSOMÁTICA’: un observador y algo observado, un yo y un no-yo, una entidad controladora y una realidad controlada, una consciencia y un cuerpo, un adentro y un afuera, convertidos en la dupla operativa a la que estamos acostumbrados: sujeto mental y realidad material externa a la que el sujeto está conminado a dominar/ controlar/poseer para sobrevivir.

Esta rotura interna del ‘sujeto cognoscente’, este estado, tan frecuente en nuestra manera moderna de existir, se ha convertido en paradigma de normalidad. Pero quizá no siempre fue así y posiblemente no sea el modelo más conveniente para una humanidad extensa y sana. Existir con una psiquis y un soma separados genera una tensión vital, un estado de alerta con un nivel de estrés que perpetua la disociación que mantiene al sujeto disociado, desgarrado entre el deseo de algo (un premio al otro lado de su acción o control, un objetivo más allá del instante presente), y la amenaza latente de no conseguirlo, o de perder lo logrado (inquietud latente y amenaza de frustración que le mantiene en ese incesante trabajo, afán por conseguir algo que siempre está más allá, escapándose por las junturas de su escisión). Este problema lo han comprendido bien las religiones que predican ‘el contento y conformidad con la voluntad de dios’ o la paz iluminada que viene con ‘el desprendimiento del deseo’.

Imaginamos un mundo hecho de partes dónde nosotros somos una parte suya compuesta por partes menores, pero ¿es así la Realidad?

¿ES ASÍ LA REALIDAD?

Jean Liedloff, en su libro “El Concepto del Continuum”, relata sus observaciones con tribus de la selva amazónica y el estado de no-disociación en que ellos viven. Similar percepción de la unidad tienen los pigmeos de la etnia Baaka, del África Central; pude estar con ellos y escuchar sus historias en esa ‘especie de destierro’ en que ahora sobreviven: ellos llaman a su dios ‘Selva’, y describen un estado original en el que existen ‘dentro’ del cuerpo mismo de su dios, inseparables del origen que les da sustento y les mantiene; muchos lamentan haber perdido ese estado por la aculturación, pues las autoridades del África Central les impiden conservar sus costumbres y les niegan la libre vagancia en el seno de la selva.

Los primitivos parecían estar más cercanos a la experiencia de la Unidad. De distintas maneras, con sus diversas técnicas, costumbres y tradiciones, todas las religiones han buscado restablecer la unidad perdida, un estado de consciencia en que el sujeto ya no se siente ni se piensa separado del resto de la existencia. Los católicos comen y beben del cuerpo de su dios, bajo la forma de pan y vino sagrados, experimentan así un ‘estado de gracia’ en que el sujeto se siente unido, en ‘comunión’, con su origen, alimentado por su origen, sostenido en la existencia por su dios-origen-creador. Ese estado de ‘gracia’ y fusión mística, de consciencia sin separación, se prolonga hasta la emergencia del próximo ‘pecado’, cuando pensamientos, palabras u obras llevan al sujeto a ‘disociarse de la totalidad de Dios’ para, atrapado en la densidad de un cuerpo-pecado, de un ego-separado, vivirse ajeno a la unidad de la gracia perdida. El musulmán se purifica mediante el ayuno, las abluciones y postraciones que le acercan a la tierra y le unen a sus hermanos y a dios. El budista deshace su ego separador mediante el desprendimiento meditativo y el camino del medio, se experimenta en unidad con la vacuidad esencial en la que todo se funde. El religioso hindú realiza la unidad fundamental entre Brahman y Atman mediante sus prácticas rituales y la observancia de sus leyes morales. 

Sin embargo, estas reunificaciones no siempre funcionan ni son efectivas para todo el mundo. El estado de separación o de ruptura de la unidad es un estado que se aprende: a través del modo de ser de la familia y de la sociedad en la que nos haya tocado nacer aprendemos a pensar la realidad y a pensarnos a nosotros mismo; heredamos la separación cognitiva que hayan tenido nuestros padres, y habitamos el modelo de escisión que caracterice a nuestra cultura. A partir de ese sustrato comienza la búsqueda de unidad.

Evidentemente la condición del que nace en una familia urbana rodeada de coches y tics electrónicos, donde la naturaleza es el parque de la esquina o un documental en la tele, le lleva a pensarse a sí mismo y a la cultura como algo muy diferente a la naturaleza que piensa y siente un pigmeo Baaka. En un caso nos da de comer la naturaleza, en el otro nos alimenta el estado o una empresa privada. Estamos ya muy lejos del ‘Gran Espíritu’ de la Naturaleza, de la ‘Pacha Mama’ en comunión con el nativo americano; muy lejos del místico Francisco de Asís, de sus florecillas y su comunidad con el hermano lobo, muy lejos de la fluida Unidad Original, convertidos en habitantes fragmentados de un mundo hecho de fragmentos.

LA PARTE Y EL TODO

¿Es posible recuperar la experiencia de la Unidad? Para ello tendríamos que ‘creer’ en esa Unidad. Pero, si al igual que los peces no podemos ver el océano que nos incluye, ¿cómo podemos llegar a un modelo mental que supere la percepción de una realidad fragmentada? 

Hasta hace poco las imágenes del espacio profundo solo mostraban puntos de luz, estrellas aisladas en inmensidades vacías, las últimas imágenes del Webb, en cambio, nos enseñan complejos cuerpos, mucho más que acumulación de gas, enormes campos de energía implicados en columnas hercúleas y construcciones en las que innumerables galaxias están coordinadas en unidades tanto o más fabulosas que las constelaciones de los antiguos horóscopos. La percepción de cuerpos aislados parece, cada vez más, consecuencia de nuestras limitaciones sensoriales y la miopía de los modelos mentales que, como filtros, usamos en nuestra percepción y modelaje del mundo.

En la investigación de la realidad la ciencia ha usado el método analítico, consistente en la desmembración de un todo para observar causas, efectos y funcionamientos. Solo después viene la síntesis, pero, como no hay síntesis sin análisis, es el análisis el que fundamenta nuestro actual entendimiento operativo de la realidad. En Psicología se distingue entre el pensamiento analítico y el holístico. Los que usan el primer método abordan las cuestiones estableciendo categorías y delimitando partes para intentar comprenderlas o controlarlas, es un tipo de pensamiento lineal. El pensamiento holístico, en cambio, estudia un fenómeno de forma integral o global, no observa a un árbol sólo, sino también el bosque dónde se encuentra, la multidimensionalidad implicada, sin dejar de lado al sujeto que investiga; también se conoce como pensamiento en red, complejo o sistemático.

Bohm, en ‘Fragmentación y Totalidad’, escribe que: “el proceso de división es una manera de pensar sobre las cosas, adecuada y útil principalmente para las actividades prácticas, técnicas o funcionales. Sin embargo, cuando este modo de pensar se amplía a la noción que el hombre tiene de sí mismo y del mundo entero en el cual vive … comienza a ver a su mundo como ‘realmente’ formado por fragmentos … y el hombre, que ha buscado siempre la totalidad mental, física, social individual … (se encuentra) …  rompiéndose a sí mismo e introduciendo una fragmentación que parece tener existencia autónoma, independiente de su voluntad y deseo, sin darse cuenta de que es él mismo quien, actuando según esa manera de pensar, ha introducido la fragmentación”.

Que percibimos ‘cosas’ y partes de cosas mayores es un hecho cierto; que a partir de nuestras limitaciones sensoriales hemos construido los modelos mentales de la realidad, también lo es. El problema está en que no hemos percibido los campos en que las cosas están unificadas, no tenemos sentidos eficaces para ello, y mucho menos para ‘ver’ el campo total que pudiera reunirlas a todas. Nuestras carencias sensoriales las compensamos con la inteligencia sintetizadora, con la creación de relatos y mitos.

Nuestros sentidos de primates, sumados a nuestra inteligencia analítica, han generado estas escisiones. Somos primates de visión frontal y creamos un campo visual que está siempre ‘delante’ de nosotros. El mundo, el no-yo, lo tenemos siempre enfrente, por esta arquitectura sensorial nos convertimos en monos confrontativos’ absorbidos por la pasión bíblica de dominar la naturaleza: “henchid la tierra y sojuzgadla, señoread sobre todas las bestias”; o de robar el secreto de los dioses con la ayuda de Prometeo, el titán de la mitología griega. Estamos impulsados por la necesidad biológica, psicológica y antropológica de sobrevivir. Nuestras peculiaridades sensoriales nos impulsan a crear un mundo psicológico muy diferente al que posiblemente construyan nuestros primos cetáceos, seres inteligentes y sociales también, capaces de auto-reconocimiento, con cerebros de mayor cubicaje que el nuestro, pero con sus ojos a los lados: ellos crean un campo visual que no está enfrente suyo, sino que les incluye en un espacio de 360º esféricos, subjetivamente no están enfrentados al mundo sino ‘dentro’ del mundo.

Para pasar de la visión fragmentaria y analítica a la visión holística, si nuestra base sensorial no nos ayuda, necesitamos aplicar nuestra capacidad mental de síntesis y abstracción, o apelar a la intuición que podamos tener de las unidades superiores de la Realidad. Cultura, mitos y relatos nos ayudan a despertar la consciencia de estas unidades superiores. 

Para darnos cuenta como Heráclito, que “nadie se baña dos veces en el mismo rio”, que la Realidad es un fluido cambiante dónde ‘las cosas’ (que aparecen y desaparecen, materializadas en nuestras mentes por los procesos neurocognitivos de la percepción) son en realidad ‘no-cosas’, aspectos fluidos de una sustancia que nunca está separada de la totalidad a la que pertenecen, necesitamos ‘ver los procesos’, es decir: HACERNOS CONSCIENTES DE LA CONTINUIDAD Y FLUIDEZ DE ESTE RÍO DE TRANSFORMACIONES. El entrenamiento en la meditación y sus variantes sensibiliza nuestra capacidad para la ‘percepción sutil de que todo está continuamente cambiando’, en ‘un continuum donde nada permanece inmutable’.

Esta visión de unidades superiores que trascienden a la fragmentación sensorial ya fue desarrollada en el pasado y también en el presente por científicos y místicos, por filósofos y ciudadanos comunes; pues concebir estas unidades no es algo mágico que exija una especie de excepcionalidad. Nuestros cerebros, hijos del río evolutivo de la naturaleza, tienen esta doble capacidad: o funcionan como ‘fragmentadores’ de la realidad, o como ‘unificadores’, reflejos del ‘holo’ (lo entero), espejos de la Totalidad Unitaria del Ser.

La palabra inglesa health (salud) procede de la palabra anglosajona hale, que significa whole (todo), enraizada a su vez en el prefijo griego holo, (que quiere decir: todo, íntegro, absoluto, total o entero); esta raíz es compartida por la palabra inglesa holy (sagrado), significando la misma ‘totalidad’. Con lo que, estar saludable es estar completo y, de alguna manera, experimentar lo sagrado es experimentar la unidad natural de lo existente.

EL PEZ Y EL MAR

“Un pez tuvo una crisis de angustia existencial, por lo que acudió a visitar al rey de los peces y le preguntó:

—Señor, ¿dónde está el mar? ¿Qué es?

—¡Y tú me preguntas qué es el mar! El mar es el lugar en el que te desenvuelves, dónde puedes realizar lo que eres y ser feliz. El mar es tu alimento. Es lo que sientes, por dónde te deslizas. El mar te envuelve por dentro y por fuera. El mar es la misma sustancia de tu cuerpo … ¿y me preguntas qué es el mar? Para ti solo existe el mar, todo es mar, solo hay mar. En el mar puedes desarrollar tu movimiento, experimentar la dicha de ser el mar”.

(antiguo cuento sufí)

Francisco Bontempi

Médico y Psicoterapeuta

LAS SIETE UNIFICACIONES

1- La rotura original