Hacia adentro, muy adentro, todo se convierte en afuera. Hacia afuera, muy afuera, todo está naciendo desde dentro.
ACOMÓDATE:
No es tan difícil; antes bien, como es completamente natural, es fácil.
Relájate, de la mejor manera que sepas: puede ser una perfecta postura de meditación, puede ser tumbado en tu cama, leyendo estas letras o escuchando música.
No busques la postura corporal con la cabeza: ella te dice “esta postura es la buena o aquella está mejor”. Deja que el cuerpo se acomode solo, desde sí mismo. Tal como una piedra rueda colina abajo, hasta encontrar el lugar y la postura en que se queda quieta. Eres un cuerpo de la naturaleza. Déjate ir con ella. Tampoco pretendas un estado de consciencia determinado, ni conseguir la iluminación que imaginas, ni volver al bienestar que alguna vez sentiste.
Porque tu consciencia no es solo consciencia corporal ni consciencia de un cierto estado neuro-mental. Es consciencia de la naturaleza que te incluye, del murmullo de la brisa en los árboles, de la música que vibra en todo lo que existe, del canto de los pájaros al amanecer, del zumbido de tu sangre, quizá, en tus oídos. Consciencia de lo que ahora mismo estás sintiendo.
La ola enorme de la naturaleza pasa por tu cuerpo, lo inunda, lo lleva. Déjate ir con ella. Detente un momento. Déjate inundar por lo que desde siempre te ha inundado.
ACEPTA:
Acepta todo lo que surja en tu Campo Cognitivo como percepción, las sensaciones que se activen, los recuerdos y pensamientos que te asalten. Lo que te venga. Solo observa.
No luches con la incomodidad ni la tensión. Son señales que esa piedra aún no ha rodado a su punto de descanso. Acepta que estás en medio de un camino, que estás en movimiento, en un universo donde todo está en movimiento. Las galaxias giran, las estrellas giran, los planetas giran. Y los seres humanos, en continuo movimiento, también giramos.
Transeúntes, transitorios, venimos y vamos. No luches por detenerlo. Es imposible detenerlo. Déjate llevar por el río de las transformaciones. Y si acaso quieres hacer algo, que sea la aceptación de no hacer nada. Nada que no sea la pura aceptación: cuando todo ocurre sin que nada hagas. Termina con la lucha y el esfuerzo.
COMO UN ÁRBOL:
Meditar es parecido a convertirte en árbol: quietos en apariencia, están vivos y vibrantes, impregnados del sutil movimiento de su metabolismo, empapados de la naturaleza que les incluye, del viento que les mueve, la marea de la savia que les recorre. Seres vivos que simplemente están allí; déjate estar así. Con tus ramas abiertas a la inmensidad del Universo, atravesado por miles de rayos cósmicos, bañado en la luz que impregna todo. Con tus raíces, tus pies, tan enclavados en la tierra que al final son tierra, materia extendida en tu propia sustancia.
PURA ENERGÍA:
Eres la energía de todo lo que es. Eres la materia de todo lo que es. Eres las ondas y el movimiento de todo lo que es. Y eres la misma consciencia de todo lo que es. Pues no hay dos consciencias, la tuya y la otra, sino una, afuera y adentro al mismo tiempo, sin final ni comienzo. Ella es la Luz que te hace uno con todo lo que es.
UNIDAD DEL SER:
Pues el que siente y lo sentido son lo mismo. Uno es lo grande en lo pequeño, el alma del mundo en tu propia alma: Brahman y Atman; el Padre y el Hijo; la Madre y la Criatura. Inseparables, indistinguibles, la absoluta y vacía extensión donde todo emerge y desaparece bajo el mismo signo, transitorio, impermanente; y donde, sin embargo, todo permanece en continuo cambio y proceso. Pues nada hay en su simplicidad sin brechas; nada sino la vacuidad de todo lo que no sea ella misma, sustancia previa a la sustancia, causa y consecuencia de sí misma, pura cognición, sin objeto alguno de conocimiento.
LO QUE ESENCIALMENTE ERES:
Pues esto es lo que esencialmente eres: cuando las pretensiones y las creencias del ego se han disuelto, cuando la inmersión total del Ser en sí mismo se ha resuelto, cuando el reino de la aceptación y el desprendimiento es total, cuando te fundes en la Unidad de un Amor que no tiene comienzo ni final, cuando la llama consume a la polilla en una Luz que es más que luz. Cuando palabras nacidas del silencio en silencio se han deshecho. Cuando incluso, en medio del desgarro y la contradicción de las formas, una paz que todo impregna, que todo reúne consigo misma.
SUSTRATO DE TODA COGNICIÓN:
Pues lo que eres es el sustrato de toda cognición, tela vacía antes del primer dibujo. Eres lo que buscabas. Y lo que buscabas no es lo que buscabas sino lo que eres. Descansas en la plenitud de lo que eres. «Elella» me gusta llamarla, porque trasciende todo género, no es él ni es ella. Trasciende todas las formas, porque en ella, Elella que no tiene forma, todas las formas se disuelven. Es Alfa y Omega; Principio y Final. Y un rosario infinito de infinitos instantes nacidos, inmersos y disueltos, en la Totalidad del único Ser.
DE MIL NOMBRES Y NINGUNO:
“Alá” también le llamo, pues tiene nombre de aliento, de alma y anhelo de unidad. O “Jehová”, también, como le invocan quienes, sometidos a la dureza implacable de sus historias, se entregan a la compasión y al darse. O “Persistencia sin Tiempo”, como le llamó la tenacidad sabia de nuestros ancestros. O “Plenitud del Vacío”, invocada por rostros orientales, encurtidos de paciencia, esos que beben también y se bañan en la misma fuente. O “Multitud del Uno”, con sus mil brazos hindúes. O “Gran Devoradora de Sí Misma”, por los titánicos movimientos de la naturaleza, que se engulle a sí misma para salvarse de sí misma. O “Final de Todas las Luchas”, o simplemente “Plenitud”, “Presencia”, “Inmensidad Plena”, como también la llamo. O “Hijo/a de Sí Mismo/a». O “Padre de Todo lo Existente”. O “Madre Universal”. De mil maneras le/la llamo: «Realidad». Y todas son la misma Unidad y a ella invoco. Porque amo la simplicidad bellísima, la vibración del «Uno Absoluto».
Y DE LA MUERTE:
Y a la muerte, que tan pronto viene, no la ahuyentes; pues es imposible separar su realidad de lo que en realidad eres. Déjala sentarse a tus pies, como un perro fiel, como una serpiente sin prisa. La muerte no es diferente a la vida. La muerte es un vuelco más en la infinita cadena de las transformaciones. La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. Nada termina con la muerte, y todo se transforma y purifica en ella. Pues ella y la vida son la misma cosa. Este es el sentido de aquellos dioses mitológicos de dos caras: una para la vida, otra para la muerte. Dos caras del mismo ser. No te quedes con ninguna. Quédate con la inmensidad completa del ser que ya eres. Déjate llevar por sus olas interminables. Pues Todo está dicho. Y todo se seguirá diciendo, de mil maneras distintas, una y otra vez. Porque la naturaleza habla, los pájaros hablan, todos los seres vivos hablan sus voces en el coro infinito de la existencia. Y aunque todo haya sido ya cantado en este jardín, ningún ave que nace evitará cantar los ecos de su única primavera. Déjate disolver en ello, entrégate a la infinitud de lo que eres, en la que nada dura, en la que todo cambia y se transforma, renovación, revolución continua, en la que persiste, absolutamente serena e inconmovible, la Inmensidad de lo que esencialmente Es, campo sin comienzo ni final, pura cognición del simplemente Uno.
Y NO TE PREOCUPES:
No te preocupes, si tu cabeza se llena con las voces de tu pensamiento diciendo «no sé, no sé, no puedo, no entiendo». No te preocupes, ni luches contra la densidad de tu propia costra, tu cáscara. Pues eres un fruto con cáscara, y tarde o temprano la cáscara se rompe y la fragilidad de la semilla, como la débil luz de una vela, tiembla un instante antes de disolverse en la Inmensidad de la Luz que lo llena Todo. Del matrimonio entre lo pequeño y lo inmenso surge lo nuevo.
Todo se completa, de una u otra manera. No te apresures ni te esfuerces. El esfuerzo de los Titanes puede levantar una torre de acero que llegue a rozar la luna, pero tarde o temprano caerá. Los Héroes no son eternos. Aunque generación tras generación lo repitamos —que los héroes viven para siempre— sonríe con benevolencia ante tamaña ingenuidad. Lo que vive para siempre es lo que da sustancia al ánimo de los héroes, lo que da impulso al movimiento de las hormigas, giro a las constelaciones del universo, lo que da solidez al cuerpo que se deshace, pero que, como antorcha consumida por el fuego, libera en cada instante esa llama que le da existencia y sentido a su fragilidad, mínima pero cierta.
PERDÓNATE:
No despiertes el eco y la memoria de los errores cometidos. La memoria es cadena, atadura y, en buena medida, fantasía y fantasma. El pasado que amas o repudias es también el presente que eres. Y el presente que eres ya está siendo el futuro que serás. Cuando sueltas un pasado que no fue o que crees haber sido, la fantasía de la memoria, la imperfección de la cáscara, se deshace. Y se libera la Luz del presente que siempre es. Si quieres un futuro luminoso permite que el presente te enseñe su Luz y disuelva la cáscara de tu pasado.
El dolor, el drama que hemos llamado condición humana, el sufrimiento, el valle de lágrimas, el esfuerzo, el desgarro material, el deseo y el placer, inseparables del dolor y la frustración, ¿qué hacer con las puñaladas clavadas en la carne? Una vez más, aceptarlas. A… cep… tarlas. Hasta que se disuelvan sin rastro.
LA ACEPTACIÓN ES EL CAMINO:
Quizá esto dure un segundo, pero un segundo también es el umbral de la Inmensidad. No seas como los peces que se mueren de sed, incapaces de ver el agua que les constituye. Pues el agua no solo les sostiene, les llena absolutamente. Pues ellos son eso.
LA PLENITUD DE LA CONSCIENCIA Y LA UNIDAD DEL SER:
ACOMÓDATE
Y ACEPTA
COMO UN ÁRBOL.
PURA ENERGÍA
UNIDAD DEL SER
LO QUE ESENCIALMENTE ERES
SUSTRATO DE TODA COGNICIÓN
DE MIL NOMBRES Y NINGUNO.
Y DE LA MUERTE
NO TE PREOCUPES
PERDÓNATE
LA ACEPTACIÓN ES EL CAMINO
LA PLENITUD DE LA CONSCIENCIA Y LA UNIDAD DEL SER.
Francisco Bontempi
Médico y Psicoterapeuta
MEDITACIÓN EN LA UNIDAD