SOCIEDAD, TESTOSTERONA Y ESTRÓGENOS

Posted By pfbontempi on Jun 28, 2020


“I can´t breathe”.  George Floyd

“La civilización es la lucha contra la violencia». Karl Popper

Todos somos hijos de estrógenos y testosterona. Nos compete encontrar un equilibrio positivo de feminidad y masculinidad en nosotros mismos, y una proyección armónica de estas tendencias hormonales en la sociedad.

IDENTIDAD COLECTIVA Y HORMONAS

Casi todas las fronteras llevan el rojo de la sangre derramada en sus conflictos. Países, imperios y religiones crecen y se establecen a partir de conflictos originales. El budismo parte del conflicto del príncipe Gautama con su familia y el poder de su padre; la cruz del cristianismo, plagada de guerras, es emblema del larguísimo conflicto entre dios y el mundo; la historia del islam es una historia de conflictos y guerras; el judaísmo es una historia milenaria de conflictos con sus vecinos. Y todos estos conflictos y guerras están asociados directamente a la testosterona, la hormona masculina, impulsora y motor del territorialismo, del imperio, del dominio y la conquista, características todas de esta larga etapa patriarcal en cuyo ocaso nos encontramos. Los héroes nacionales suelen ser figuras belicosas, guerreros, hombres de espada, fusil y decisión militar, aunque después les llamemos, para honrarlos, ‘constructores de la paz’. Guerras ganadas y guerras perdidas jalonan la identidad de todos los países, guerras sagradas y heroicas, tal como nos fueron enseñadas. Pero, en cualquier caso, guerras brutalmente animadas por las hormonas.

ENTRE LA COOPERACION Y EL CONFLICTO: UN JUEGO DE HORMONAS

Al comienzo la sociedad natural era la familia, luego fue el grupo de familias, clan o tribu. Había allí una forma natural de liderazgo, una participación colectiva y, en cierto sentido, parlamentaria: todos hablan y los sentimientos de todos cuentan para el movimiento del clan. Pero luego una tribu se impone y somete a las demás. Comienzan los grandes agregados sociales, las clases, los siervos sometidos y los esclavos, los caudillos y tiranos, organizaciones sociales piramidales, el dominio militar del más eficaz, y el desarrollo de mitos colectivos para aglutinar diferencias, frecuentemente en torno a una religión y el orden de los grandes imperios. Vale la pena revisar la visión global de Yuval Harari.

Después fue la democracia griega, el invento que nos hizo pasar de esas autarquías autoritarias, con frecuencia muy crueles, a sistemas parlamentarios donde hablábamos de nuestros asuntos, donde construíamos redes orgánicas y flexibles, más tolerantes e incluyentes. Sin embargo, sus ciudades seguían siendo relativamente pequeñas, incluían mano de obra esclava y excluían a las mujeres del diálogo político; y lo militar, tan hormonalmente masculino, era clave en su forma de vida. Estábamos aún en pleno patriarcado, con sus luces y largas sombras.

Por lo tanto, antes de intentar reflexionar en la psicología de individuos y grupos es necesario un pequeño paseo por la biología y las hormonas sexuales.

HORMONAS Y CONDUCTA

Algunos apuntes: Las hormonas son mediadores químicos, reguladores del funcionamiento de glándulas, órganos, y células, y que, por lo mismo tienen un efecto sobre la conducta, pueden trastornar a un sujeto o deprimirle, alejarle de los demás o socializarle. Hay hormonas que funcionan prácticamente igual en hombres y mujeres, las hormonas tiroideas, por ejemplo. Pero otras, especialmente intensas en la modulación de la conducta, son diferentes en hombres y mujeres, y condicionantes básicos, entonces, para el tipo de sociedades patriarcales que hemos desarrollado durante nuestra corta historia de homínidos belicosos e híper sociales.

Las hormonas sexuales tienen un incuestionable efecto sobre el cerebro y la conducta. Las hormonas masculinas y femeninas condicionan un carácter asociado al género. En la edad adulta los andrógenos activan conductas masculinas mientras que los estrógenos activan conductas femeninas. Los roles están condicionados por la cultura, es cierto, pero ampliamente determinados por la biología. Mujeres y hombres se han desarrollado a partir de un modelo básico que es el de la madre: la mujer es la matriz o molde con todos sus pares de cromosomas completos, XX incluido. El hombre es una variante de ese modelo básico y lleva un cromosoma “Y”, mucho más pequeño que el “X” femenino, con el que forma una pareja asimétrica: “XY”. Se puede ver en TED: ‘Qué difícil es ser hombre’ con MT. Stalescu.

El fenotipo del sistema nervioso, inicialmente indiferenciado, se determina, en gran medida, por la exposición a estas hormonas sexuales específicas durante un periodo crítico del desarrollo fetal. Una vez diferenciados, ambos géneros producen las mismas hormonas, solo que en proporciones muy diferentes.

LA TESTOSTERONA, ASOCIADA AL CROMOSOMA “Y”

Determinante del género masculino, la testosterona es, por antonomasia la hormona de la agresividad e impulsividad, y del estrés que suele acompañarlas. Los machos compiten por el dominio del territorio y por fecundar a las hembras con su impronta. Se han investigado sus efectos demostrándose una asociación significativa entre la ira-hostilidad y la administración de esta hormona. Hay estudios que demuestran como los niveles de testosterona en niños menores de tres años son proporcionales a la agresividad, la asertividad y fortaleza muscular, pero inversamente proporcionales a la timidez.

En el síndrome XYY, o síndrome del súper macho, (alteración cromosómica donde un hombre tiene un cromosoma Y extra), aparecen a veces sujetos de mayor altura, con problemas de comportamiento y déficit de atención, si bien suelen tener adaptaciones normales; también se ha relacionado este cuadro con autismo.

En niñas ocurre que niveles más altos de testosterona correlacionan positivamente con una mayor tendencia a la asimetría cerebral. Se ha observado que esta hormona tiene influencia en la lateralización cerebral y dominancia especializada del hemisferio izquierdo, el hemisferio que controla la mano diestra y el habla. El hombre suele ser más enfocado y la mujer con mayor capacidad para la atención multifocal. Muchos biólogos evolucionistas creen que esta mayor especialidad de un hemisferio está relacionada con la selección biológica que se desencadenó por una necesidad de mayor rapidez y agresividad en la caza. (Incluso hoy la caza es una afición preponderantemente masculina.)

Siendo estos efectos hormonales cuestiones innegables, aunque en estudio, es necesario no olvidar que: el tipo de sociedad y las experiencias educacionales son aprendizajes capaces de reestructurar la red neuronal, tal como se ha comprobado al estudiar cerebros de sujetos de diferentes profesiones, taxistas, pianistas, etc. con marcadas diferencias neurocognitivas.

Un estudio reciente ha revelado que el cortisol (la hormona del estrés) y la testosterona influyen en las decisiones que toman los agentes de bolsa, al fomentar las inversiones en activos de alto riesgo en el corto plazo. El cóctel de alta testosterona y cortisol es peligroso. Uno de los efectos provocados por el cortisol es la inhibición de la secreción de testosterona; el estrés provoca un ‘cansancio’ de la masculinidad, disminución de la testosterona y, de forma refleja, una búsqueda de estímulos, sexo y violencia, que eleven esos niveles. Se ha comprobado una disminución del recuento de espermatozoides en hombres de grandes ciudades.  

Pero las hormonas masculinas no solo afectan a los tejidos y comportamientos del hombre, también afectan a las mujeres, pues en ellas hay determinantes genéticos y hormonales, no solo culturales, que condicionan ‘su elección de hombre’. La mujer tiende a elegir, en una fase de su desarrollo, a hombres con niveles altos de testosterona y bajo cortisol, hombres viriles, decididos, con poca ansiedad para tomar decisiones que impliquen riesgo, e incluso violencia. Y como la mujer constituye casi el 51% del censo electoral, lo que ella vota es un pan goloso para los políticos. En el libro de David Buss: “La evolución del deseo” hay una visión del tipo de estética masculina que la mujer elige por sus determinantes hormonales. Las cuestiones biológicas y psicológicas, acarrean consecuencias políticas.

Hay riesgo de que, al polarizarse tanto el mundo político actual, sean elegidos, por cuestiones instintivas y hormonales, sujetos fascistoides, por la derecha, o de tipo autoritario, por la izquierda. Quienes creen que la bronca es el camino, maniobran, consciente o inconscientemente, hacia ese escenario, lo promueven, pues esa es el agua donde el tiburón nada a gusto. Y no nadan solos, pues al mismo tiempo que sus políticos está la corte de expertos en márquetin y periodistas, cortados por las mismas hormonas y amueblando el escenario hacia el que se desliza el drama de la historia. El nivel de consciencia que tengamos, de nosotros mismos y de la sociedad, es un determinante de nuestro futuro como humanidad.

Por lo que vengo nuevamente al slogan que he propuesto: sin amor y sin consciencia de lo que somos y de cómo funcionamos estamos sujetos a inercias personales y sociales francamente peligrosas. 

Siguiendo con la testosterona, hay numerosos estudios en animales que muestran como la agresividad en las hembras también esta mediada por esa molécula. Para estudiar este problema en humanos tendríamos un excelente laboratorio con nuestros parlamentarios/as, pero ellos, seguramente, se resistirían a dejarse hacer un análisis hormonal y/o psicológico. Se ha comprobado que, tanto niños como niñas, expuestos prenatalmente a andrógenos (suministrados a sus madres para evitar un parto prematuro) mostraron una puntuación de agresión superiores a la de sus hermanos no expuestos a tal tratamiento. Las niñas nacidas con glándulas supra renales que producen niveles más altos de andrógenos (en vez del cortisol que tendrían que producir) presentan patrones de juego más energético y tendencia a la lucha frenética, cosa que no ocurre en sus hermanas no afectadas.

En los hombres, a partir de los 60 años las concentraciones de testosterona tienden a bajar, aunque aproximadamente la mitad de ellos con más de 80 años, si están sanos, todavía tienen valores en el rango de un adulto normal. Se ha dicho que algunos políticos se inyectan andrógenos para potenciar su carisma.

Ver cine o televisión también es una cuestión hormonal, y con secuelas hormonales. Estadísticamente abunda el cine de violencia hecho por hombres y para hombres. Los estereotipos de malos y buenos suelen ser, además, racistas. Hay más papeles para actores que actrices. Un estudio de la universidad de Michigan mostró que una película romántica eleva los niveles de progesterona, mientras que películas de acción violenta estimulan la testosterona. En un mundo castigado por el cortisol y el deterioro masculino, hace falta, entonces, cine de acción con inyecciones de testosterona, para que todo siga siendo como ha sido siempre y sigamos en la selva del más fuerte/listo.

Pero en la naturaleza todo funciona en red, y lo masculino y lo femenino también están bioquímicamente entrelazados. Siendo la testosterona más propia del hombre, es una hormona emparentada con el estradiol, una hormona femenina con importantes consecuencias en el desarrollo embrionario y el carácter sexual posterior.

LAS HORMONAS FEMENINAS: PROGESTERONA, ESTROGENOS (estriol, estrona y estradiol) Y OXITOCINA

Existe una correlación significativa entre las concentraciones de ESTRÓGENOS en la mujer y una serie de síntomas relacionados con el sentimiento subjetivo de bienestar y las capacidades cognitivas. Durante los años que preceden al cese menstrual y al comienzo del climaterio algunas mujeres (entre el 25 y el 50% según los estudios) experimentan labilidad emocional, irritabilidad, mayores niveles de ansiedad y dificultades para enfocarse y concentrarse. La estabilidad emocional y cognitiva en la mujer, su capacidad de “estabilizadora social”, de mediadora familiar, de mirar conjuntos de relaciones humanas, parece estar relacionada con el ‘efecto neuroprotector’ de los estrógenos, demostrados en varios ensayos clínicos. (Lebrun).

Algunos expertos indican que la PROGESTERONA tiene, en ciertas ocasiones, un efecto antidepresivo. Se ha demostrado que es eficaz en el tratamiento de algunos trastornos conductuales, ansiedad y depresión postparto, o la tensión premenstrual. Es una hormona colaborativa, no competitiva; pensemos por ejemplo en los grupos de mujeres árabes e israelíes trabajando juntas, al margen de la belicosidad de sus líderes políticos masculinos. Esta cooperación se ha visto también entre músicos de ambas religiones, tocando juntos por la paz. El amor y la sensibilidad femenina, su capacidad de empatía y ponerse en el lugar del otro, son factores que unen, tal como une la sensibilidad artística. La clave para nuestro futuro de especie parece estar en las cualidades cooperativas, más asentadas en el cerebro intuitivo, próximo, sino idéntico, a la sensibilidad femenina. Otro potente antidepresivo, motor de sentimientos solidarios y cooperativos, es la oxitocina, que ya veremos.  

El ESTRADIOL, la hormona predominante durante la fase reproductiva, afecta no solo al ciclo menstrual y la fertilidad, sino que es un factor importante en el comportamiento social y sexual de la mujer fértil, su elección de hombre y su modo de relacionarse con él. El ESTRIOL es un metabolito derivado del estradiol, con menor potencia hormonal pero aún con efectos de este tipo. En la menopausia, el organismo produce menos estradiol, acercándose esta hormona a los niveles que tiene en el hombre; pero viene a sustituirla la ESTRONA, diez veces menos potente que el estradiol, no condiciona tanto la sexualidad, pero si las tendencias sociales. En esta etapa, siendo ya menos intensa la pulsión reproductiva, viene esta nueva hormona a liberar el potencial social de la mujer. Se cree que la vida social, de ‘organización y protección del clan’ familiar, es una de las funciones que la biología ha primado en las abuelas, cuando la capacidad de ‘macho protector del territorio’ ha declinado ya en el varón.

La OXITOCINA

es fundamental para mujeres y hombres y clave en nuestros modos de organización social. Es una hormona producida en el cerebro, con sus receptores ampliamente distribuidos, también en el corazón; esta hormona juega un importante papel en el desarrollo del sentimiento del amor, palpitaciones, mariposas y otros síntomas. Su producción se incrementa al enamorarse. Es una hormona importante que se genera en hombres y mujeres durante la actividad sexual, y que estimula en ambos el desarrollo de lazos de pareja, de vinculación con los hijos y de proyección en el grupo social.

El placer une, el displacer separa. Se ha llamado a la oxitocina hormona del amor y el placer. Es la hormona de la vinculación: las hembras de oveja y rata que reciben antagonistas de la oxitocina, después de dar a luz no exhiben la conducta materna típica. En contraste, ovejas hembra vírgenes muestran conducta maternal hacia corderos extraños al recibir una infusión cerebroespinal de oxitocina.

La administración de estrógenos y progesterona, así como una estimulación vaginal del cérvix uterino producen el mismo efecto. Pero la oxitocina es una hormona relacionada también con la voz: en un niño que sufre de estrés, la consolación proveniente de la voz de su madre activa un proceso hormonal muy parecido al de un niño que recibe un estímulo físico. La voz activa la producción de oxitocina en el ser humano, aunque seguramente no tanto una voz crispante como una voz afectuosa. Hay cantos que enamoran y, a la inversa, voces disonantes que empujan al conflicto. Esta es una hormona que produce un aumento de confianza y reducción del miedo social. Influye sobre la generosidad, aumentando la empatía y ampliando las perspectivas sociales. Es una hormona que nos hace más conscientes “del otro”. En un experimento de neuroeconomía, la oxitocina intranasal aumentó significativamente la generosidad y el desprendimiento de ganancias, en beneficio de un mejor reparto.

Siendo la oxitocina fundamental como reguladora de las relaciones sociales, es una hormona muy ‘femenina’, se produce en cantidades superiores a los niveles a que puede llegar el hombre. Se libera en grandes cantidades tras la distensión del cuello del útero durante el parto, así como con la producción de leche materna en respuesta a la estimulación del pezón por la succión del bebé. Parece así estar involucrada en el reconocimiento y establecimiento de relaciones sociales y podría estar poderosamente involucrada en la formación de vínculos de confianza. Algunas investigaciones han descubierto que la ausencia de oxitocina podría desempeñar un papel relevante en la aparición del autismo.

Pero, siendo tan femenina, es también es una hormona efectiva en los hombres. Un estudio de la universidad de Bonn ha mostrado que con esta hormona los varones se mantienen más fieles y vinculados a sus parejas.  A un grupo de heterosexuales sanos, los investigadores administraron oxitocina o un placebo a través de un aerosol nasal, a continuación se les presentaba una mujer atractiva para estudiar su reacción, y ellos determinaban la distancia respecto a la mujer que consideraban adecuada o incómoda . Efecto este que, como hemos visto, es opuesto al de la testosterona, hormona no asociada a la fidelidad.

Este paseo por el mundo de las hormonas sexuales es introductorio a la reflexión sobre las estructuras sociales, psicológicas y políticas, estructuras comprometidas en esta triple crisis en que nos encontramos: sanitaria, ecológica y socio política; de dimensión tanto individual como colectiva.

George Floyd murió no solo en una bronca racista, heredera de viejas esclavitudes, tampoco fue solo una batalla entre la blancura del bien legal y la oscura maldad de la delincuencia: antes que eso fue una bronca de testosterona sobrecargada, una brutal injusticia entre machos.

Pensando en la función psicosocial de los estrógenos: quiero imaginar una escena muy diferente, en un mundo donde lo femenino tendría una función, tan políticamente rica como en Finlandia. Prefiero el gobierno de la occitocina y el dialogo cooperativo de los estrógenos, antes que la larga imposición de la testosterona.

Vamos a decir por ahora, como ya fue dicho hace siglos:  «En este mundo injusto y cruel bebamos el néctar del amor y la amistad, pues consuelo mejor no hay para tanto dolor».

(Continuará)

Francisco Bontempi

Médico y Psicoterapeuta

SOCIEDAD, TESTOSTERONA Y ESTRÓGENOS

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