DILEMAS POLÍTICOS, PREJUICIOS Y OPINIONES

Posted By pfbontempi on Mar 21, 2024


“La verdad os hará libres” Refrán bíblico.

“Las medias verdades os harán estúpidos” G. Zancatto

Lectura recomendada: “Allegro ma non tropo”, (Historia de la Pimienta y Teoría de la estupidez) de Carlo M. Cipolla.

DILEMAS POLÍTICOS, PREJUICIOS Y OPINIONES

Soy un psicoterapeuta y trabajo con personas que experimentan algún tipo de sufrimiento, individual o familiar, síntomas en su cuerpo, en su mente o en sus relaciones próximas. No debería ser relevante para lo que hago, ni preocuparme entonces por lo que ocurre en la política nacional o internacional, mi trabajo ocurre en otra escala. Y sin embargo me preocupa y me ocupa. 

Veo las noticias, leo periódicos y estoy al tanto de varios canales en la red con información alternativa. Está claro que me ocupo de entender qué está pasando. Conozco Estados Unidos y he viajado recientemente a Rusia y China. Y me preocupa, no tanto por mí, que ya tengo una vida bastante completa, sino por mis hijos y nietas, que aún tienen una vida por desarrollar. Me preocupa también nuestra humanidad, el futuro de la especie, y la casa común de todos: nuestro planeta. Porque no puedo separar ambas preocupaciones; si quiero lo mejor para mis seres queridos es necesario que piense en términos más amplios. Estoy convencido que es síntoma, no solo de egoísmo sino de estupidez, pensar que nos podemos salvar al margen del drama global de nuestra especie.

Hace un año, un gravísimo incendio devastó el 30% de la masa forestal de mi región, y pronto estaremos enfrentando un nuevo verano en condiciones de sequía aún más graves. Y es el planeta completo. Me resulta inconcebible la actitud de irresponsables que se lavan las manos y afirman que no pasa nada, que podemos abortar la lucha colectiva contra el cambio climático y apostar por invertir en guerra. Está ocurriendo algo que a nadie deja al margen. En el incendio de un bosque los árboles individuales también se queman, igual ocurre con el incendio de las guerras progresivas y el deterioro de la política local, cuestiones que terminan por quemarnos a todos. 

Se ha creado un clima colectivo enfermo y obsesivo. Desconectarse de esta actualidad no nos exime de ser partes de ella ni nos salva de sus consecuencias. Las noticias de guerras violentas y despiadadas, genocidios modernos de enorme y fría crueldad, auténtico terrorismo de estados militarizados, y todo normalizado por sus acólitos; o el terrorismo desesperado, auto-justificado por individuos y grupúsculos convertidos en monstruos; tambores de guerra, bien orquestados por expertos en geopolítica, entusiastas de la industria del armamento, o periodistas que parecen gozar alimentando el odio de unos contra otros. 

Un clima enfermo, también, en la política local polarizada y convertida en el estercolero del ‘y tú más’, la economía global deteriorándose en un río revuelto que solo estimula las ganancias de los más ricos, múltiples países desgarrados entre azules y rojos, imperios en declive e imperios en ascenso, las Naciones Unidas convertidas en un circo de hipocresías e impotencias, pueblos desesperados conducidos al matadero de elecciones cada vez más calientes y polarizadas, ah, y las buenas intenciones de volver a luchar contra el cambio climático … después de la guerra. Este enfermo clima colectivo, parte del aire que respiramos, es alimento de las neurosis y locuras individuales de las que me ocupoSe rompe la humanidad, se rompen los países, se rompen las familias, y se rompen los individuos.

Así es que: llega a la consulta un pequeño empresario de 50 años, está estresado y ansioso, corre riesgo de bancarrota, sufre una grave crisis matrimonial, su mujer lo considera patético y está pensando divorciarse, sus dos hijos estudian a regañadientes y no ven futuro, ni en la empresa del padre ni en los estudios de una carrera que nadie sabe para qué servirá: está claro que consumirá antidepresivos y ansiolíticos, se le dirá que necesita descansar y mirar su existencia con gafas de otro color. Y el hombre pagará su consulta porque aún es solvente. Pero el obrero que acaba de irse al paro con 48 años, no verá al psicólogo, recibirá la dosis de ‘aguantaformo’ que le dé la Seguridad Social, y quizá beberá más alcohol de la cuenta. 

Si esta relación entre lo grande y lo pequeño es cierta, como psicoterapeuta de pequeños eventos personales, no puedo desentenderme de los gravísimos problemas políticos y geopolíticos en que se ha metido nuestra humanidad. 

Pero, ¿qué puedo hacer? Soy apenas una hormiga en este hormiguero amenazado por el fuego. Mis amigos también son pequeños, y mis clientes y conocidos.

Lo que no puedo es callar. Pero ¿hablar medias verdades?, porque, ¿quién tiene la verdad absoluta? Además, si voy a decir algo que contribuya a la confusión colectiva mejor me callo; O, si pongo el foco en la gravedad que percibo ¿no estoy contribuyendo a la depresión colectiva, peligroso estado que estimula la agresividad individual y social?  Porque actualmente es muy difícil decir cualquier cosa que no eche leña al fuego. Por otro lado ¿callar contribuye a la paz? Debe haber una actitud positiva frente a este dilema, y seguro que no es dejar el destino de la guerra en manos de la pasividad o la inercia de los belicosos.

Se ha dicho que el ciudadano libre delega su poder soberano en representantes elegidos, para que sean ellos quienes decidan si vamos a la guerra, si nos empobrecemos, si enfriamos o calentamos el planeta. Parecen problemas demasiado grandes para nuestros hombros pequeños, mucha responsabilidad para el votante que mañana decidirá mi futuro, el tuyo y el de todos. Se ha dicho que la declaración de guerra es una potestad de los parlamentos, algo que, por lo tanto, en último extremo decidirán los ciudadanos. Pero, la realidad es que todos los pasos previos al estallido de estas guerras son poco transparentes y nada democráticos. La guerra de Irak dejó lecciones claras: se mintió en los medios con la historia de las armas de destrucción masiva, para que, manipulados por el miedo, apoyaran una cruenta invasión que dejó más de medio millón de muertos y un crecimiento del odio terrorista, (aunque también riqueza para varios). Frente a estos macro eventos de la geopolítica, el ciudadano, perplejo y manipulado ante los hechos consumados, se ve a sí mismo sin elección. Además, ha escuchado a muchos decir que ‘da lo mismo a quien votes, las grandes decisiones se toman en otro nivel’, o, ‘nadie sabe lo que en realidad está pasando’, y así delega su ‘soberanía ciega’ para que otros sufran decidiendo lo que esta impotente hormiga no puede valorar. Además, aquí hay un buen partido de futbol, o una película de plataforma que calmará las ansias de soñar con otros mundos. Es necesario distraerse, hay demasiada presión en el mundo real. O quizá nos sirva leer el Quijote, escrito por el mutilado de otra guerra; sigue siendo sabio quinientos años después, y vale para hoy. El humor es buena medicina. 

—Doctor, la Tierra Santa se está quemando, los que se creen enviados de dios están asesinando a los que se creen enviados de dios. 

—Espérese un poco. ¿Qué me dice usted? ¿Es una guerra civil o dios se ha vuelto loco? 

—No doctor, yo creo que dios es bueno y muy cuerdo. Los malos son los que no creen en dios. 

—¿Y quiénes son esos? ¿Qué historia de buenos y malos me está contando?

—Ya se sabe, doctor. Los malos son los otros, siempre son ‘los otros’. 

—¿Y usted? 

—Yo soy un insignificante ciudadano, víctima del sistema que está siendo arrastrado a la guerra por ‘los otros’.

Espérese usted, quizás su insignificancia y pasividad sean partes del problema. Hablemos en serio. No me vale un chiste malo para lavarnos las manos sobre los crímenes que se cometen hoy. Bajo la bandera de nuestro silencio, el suyo y el mío, se está jugando el destino de todos. Esto es cierto. Y también es cierto que quien calla consiente. Si usted se siente afectado por cuestiones tan graves intente reaccionar y definirse.

— ¿Qué yo me defina, doctor? Pero si son ustedes, los que creen saber, quienes nunca se definen. ¡Defínase usted!

—Cualquier diálogo me lleva a definirme. Y no pienso abstenerme con usted. El mundo es un maravilloso abanico de posibilidades, de gentes de múltiples idiomas, costumbres y sabidurías, pero está muy enfermo; los países y grupos culturales están reaccionando como individuos psicopáticos, neuróticos o directamente locos. Lo de Gaza es un genocidio horrible y despiadado, está ocurriendo delante de nuestras narices. En psiquiatría se sabe que los niños que recibieron maltrato tienen tendencia a ser maltratadores. Las víctimas que ayer eran masacradas por quienes se creían fascistas superiores, se han convertido hoy en sionistas victimarios, auto imbuídos con el derecho moral de limpiar su tierra de seres inferiores. 

—Entonces ¿es usted antisemita? 

—Para muchos intransigentes lo soy, solo por afirmar lo que he dicho. No me gusta el fascismo ni el sionismo. Perderé clientes, quizá a usted mismo no le guste lo que digo. Tengo asumido que no es posible satisfacer a todo el mundo.

—¡Pero Israel tiene derecho a defenderse!

—Y los palestinos tienen el mismo derecho. Matar a otros no es el camino para construir la paz. Es una brutalidad más.

Seguro que le gusta el imperialismo de Putin.

—Los rusos también tienen derecho a defenderse, y la realidad es que se han sentido cercados y amenazados por la OTAN.

—Los ucranianos sí tienen derecho a defenderse.

—Por supuesto. Indudable. Y los europeos y los angloamericanos también tienen derecho a defenderse de toda amenaza, sea real o imaginaria.

—Esto es horrible. ¿Es una locura de todos contra todos?

—Así fueron las guerras mundiales. Al final gana el más fuerte, las armas más despiadadas. El ganador impone su orden. Un imperio nace con el triunfo del que hace la guerra mejor: ese impone su idioma, su dinero, sus leyes, e incluso su religión. 

—Doctor, me siento mal. Tengo nauseas. Putin es un monstruo, ese sí es brutal, quiere destruirnos. No puedo creer que usted le esté justificando. 

No justifico ninguna guerra. Solo quiero entender. El pueblo ruso es un gran pueblo y en su historia hay líderes de todo calibre. Al igual que España es una nación de naciones, de etnias, idiomas y tradiciones, de antiguo imperio amalgamado en una historia compartida, Rusia es también una nación compleja; y varios otros imperios han querido desguazarla.

—¡Es una dictadura! 

—Quizás no sea una verdadera democracia. ¿Y la nuestra? Habría que discutir qué es una ‘verdadera democracia’. El hecho es que a Putin le quiere la mayoría de su pueblo, he estado allí. Justifican la guerra por el derecho a defender su identidad nacional, se sienten amenazados por la fuerza descomunal de enemigos históricos; y ya han sido invadidos en el pasado.

—¿Le está justificando? ¿según usted Putin tiene razón? 

—Solo digo que esto es más complejo que una historia de buenos y malos, de hijos del dios bueno y malvados hijos de satán. 

—Dice que no es cosa de buenos y malos, pero aquí todos, incluido usted, parecemos defender la doble moral de guerras buenas y guerras malas. ¿Un rasero para las agresiones criminales y otro rasero para nuestras guerras santas? 

—Inconscientemente buscamos definirnos, de qué lado estamos. La dialéctica de los medios, y también nuestra conversación, nos empuja a definirnos. ¡Nuestra guerra es buena! Gritan algunos. Si no nos armamos vencerán los malos. Si voy contra la guerra es que estoy apoyando a los malos.

—Yo también quiero entender. Usted me hace dudar de las verdades simples.

Las naciones tienen inercias colectivas que no es posible ignorar. Los problemas del presente tienen raíces enquistadas en pasados terribles. Quizá por eso el pueblo ruso apoya a Putin y el pueblo judío a Netanyahu.

—¡Propaganda, doctor! Los rusos tienen el cerebro lavado por la propaganda. Los medios controlados determinan el pensamiento de la masa.

—Exactamente como entre nosotros. 

—El poder reside en el pueblo, está escrito en nuestra Constitución. Somos libres de ir o no ir a la guerra.

—Se equivoca, ningún pueblo elige ir a la guerra. El papel aguanta todo, discursos y arengas de libertad guerrera siempre se hicieron. El pueblo no tiene más cerebro que una masa de langostas devoradoras de todo lo que surja a su paso. La vieja fórmula imperial fue ‘pan y circo’. Si yo te doy de comer y te baño con buena publicidad seguro que me creerás. 

—El pueblo es sabio, la sabiduría popular lo comprueba.

—Quizá haya algunos sabios entre el pueblo. La realidad es que el pueblo eligió a Hitler, votó a Netanyahu y a Putin, aclamó a Trump o a Milei. El pueblo piensa lo que los medios le hacen pensar. Razonar más allá de frases precocinadas es privilegio de muy pocos. Quién controla los medios tiene el poder.

—Es muy grave lo que está diciendo. En las dictaduras la prensa la controla el régimen. Pero en nuestras democracias hay prensa libre.

—Cierto. En las democracias cualquiera puede decir lo que quiera, pero la voz de una persona no llega muy lejos. La voz de una gran empresa de comunicaciones, en cambio, tiene megafonía, su poder puede alcanzar a todos los votantes. Ella, o la sub-empresa que selecciona al personal, contrata a sus comunicadores estrella, a los mejores vendedores del producto, eficaces ‘creadores de opinión’. Cualquiera de ellos dirá que no actúa presionado por la gerencia, y será cierto, pues aquella contrató al personaje correcto.

—Bueno, alguna razón tiene usted. Una buena gestora de publicidad es fundamental para ganar elecciones

—Cierto también. En nuestra economía capitalista la ‘libre empresa de comunicación y publicidad’ es la reina del sistema, ella manda. 

—¿Me quiere usted decir que la prensa tiene tanto poder como los otros poderes del estado?

—Es fácil no darse cuenta ¿qué libertad real tiene un empleado? Un periodista que se oponga a la línea editorial será despedido. Hay cientos de casos. Para comer tienes que comulgar con la política del CEO. La democracia no funciona dentro de una empresa privada, no son cooperativas ni beneficencias.

—Sin embargo, la ‘empresa libre’ es el pilar de nuestra sociedad. 

—Por supuesto. Hay empresas de todo tipo, desde fabricantes de papel higiénico a empresas que reclutan y alquilan mercenarios. Nuestra sociedad permite su existencia y las deja actuar libremente. Pero internamente ninguna corporación es realmente libre, sus empleados juran lealtad, a veces hasta asumen sus secretos, y están sometidos a la voluntad de sus dueños. Las empresas son como pequeñas dictaduras, dentro de ellas el mando ordena y manda.  

—Es lo justo. Si no te gusta te vas. Nadie te obliga a estar dónde no quieras estar: ¿No te gusta la Tierra Santa? vete a África o a Cuba. El mercado laboral es libre.

—Quizás alguno pueda irse. Pero muchos están obligados a quedarse y venderse. En una dictadura clásica los ciudadanos están vendidos al poder del líder. En la dictablanda del capital los ciudadanos están vendidos a quien paga su sueldo, y, finalmente, a quien mejor controle el pensamiento colectivo, maneje los datos y manipule la opinión. Habas se cuecen en todas partes. 

—Prefiero nuestra democracia a cualquier dictadura. Cualquiera de nosotros puede votar para que cambien las cosas.

—Estoy de acuerdo. La posibilidad del cambio existe, solo que ‘limitada’ por la inercia histórica de cada sociedad y ‘condicionada’ por empresas especializadas en orientar al pensamiento de la gente. Hace falta conocimiento y autoconocimiento para detectar manipulaciones: eso es ‘madurez cognitiva’.Nuestra democracia es inmadura e imperfecta. Las democracias no se instauran por ley ni se promulgan con una constitución. No se puede obligar a la gente a que cambie sus costumbres, a que sea responsable, madura y bien formada. Hacen falta muchas generaciones de demócratas capaces de dialogar, parlamentar y analizar con sabiduría. Hay democracias tan inmaduras como un niño pequeño: se autogobiernan a punta de berrinches y parecen estar llamando a que aparezca un padre autoritario.

—Aquí también estamos de acuerdo. El nivel de madurez de una democracia depende del nivel de cultura y madurez de sus ciudadanos.

—Y eso es educación. Para gobernar es necesario ‘controlar la educación’, algo tan necesario cómo el apoyo o control de la prensa. En España llevamos años cambiando la ley de educación a cada turno electoral. ¿Por qué? Antes eran las religiones tradicionales quienes controlaban la educación y tenían un enorme poder sobre el pueblo.

—Indiscutible, acepto que educación e información nos gobiernan. Los educadores de antes y los de ahora solo buscaron el bien colectivo. Nuestras sociedades han mejorado gracias a eso.

—Seguro. Toda educación buscaba el bien de su sociedad, aunque a veces educara a sus ciudadanos para aceptar la esclavitud, quemar pecadores, someter a sus minorías o sostener a los poderes establecidos. Los cristianos fueron una minoría perseguida y después ellos fueron una mayoría de perseguidores. Los musulmanes del comienzo fueron perseguidos y luego fueron ellos los perseguidores. En Ucrania los rusófilos reprimieron a los fascistas de Stepan Bandera que odiaban a Rusia; ahora los ruso-fóbicos de Zelensky, alentados por esa potencia armada de multi-banderas que es la OTAN, han apretado la espinilla de Putin y la locura se ha desatado. 

—No me dice claro quién tiene la culpa. 

—Quizás buscar culpables sea parte del problema. La culpa es una emoción clara en quien la padece, pero resulta un concepto impreciso y multiuso, como la estupidez o la ignorancia. ¿Quieres saber cuál es la ‘causa’ de las guerras?

—La causa de la guerra es Putin. 

—Putin y su imperialismo no es razón suficiente. El odio de Hamas no existe sin el odio de Netanyahu, y el odio genocida de Netanyahu no existe sin Hamas. Los fanáticos y belicosos de ambos lados tienen la culpa, ellos son la pólvora y el fósforo. No se construye un imperio sin enemigo. En ambos bandos de los conflictos actuales se manipula a la población. Y en ambos lados hay gente buena y honrada, gentes de grandes valores: son ellos quienes zozobran cuando se desata el odio, las consignas se inflaman y se queman las banderas; los ciudadanos normales perdemos con las guerras. En ambos lados hay fanáticos y criminales, incluso psicópatas que parecen normales y detentan cargos de poder: en ambos lados existe esa obsesión por derrotar a quienes previamente determinaron como enemigos.

—Sigo sin saber qué hacer. Estoy pensando que las próximas ‘Elecciones Europeas’ se van a definir por: ¿estás a favor de Putin o estás a favor de Von der Leyen?

—No me gusta ese dilema. Creo que es falso. El verdadero dilema es: ¿estás por la paz, terminar con la carrera de armas y dedicarnos a una Europa culta y sabia, abierta a oriente y occidente? O, en nombre de hipócritas pseudo valores, de gentes que no aman a la humanidad sino reverencian las matanzas del pasado, ¿nos convertiremos nuevamente en fábrica de armas y campo de batalla?

—¿Está loco? ¿Desarmarnos? ¿Quiere que nos invadan y gobiernen los rusos, los chinos, o los musulmanes? Estamos muy bien gobernados por la economía del libre mercado. Y bien educados por nuestra tradición. Si la paz es de los fuertes prefiero que nosotros les gobernemos a ellos. 

Pero claro, a ‘ellos’, al otro lado, les pasa lo mismo. Así es que, cómo este diálogo resulta interminable, lo dejo aquí por ahora. Solo sé que para hacer mi trabajo no puedo sino aceptar las diferencias individuales y, por extensión, las de un mundo variopinto y multipolar. Aunque es muy compleja la situación y hay muchas fuerzas en juego, no puedo callar ni ignorar lo que está pasando, solo dispongo de un voto al parlamento europeo, y sé que allí se decidirá si el futuro es la guerra o la paz. 

Doble elección tenemos: guerra o paz, tanto hacia el este como hacia el sur. Pues hacia el este de Europa hay preciosos países, ricos en cultura e historia, y no hay razón para que sean nuestros enemigos. No creo que sea verdad que Rusia nos quiera invadir, es mera propaganda belicista, y enormemente peligrosa. 

Y será también una elección determinante para nuestro sur, pues de nosotros depende que allí haya paz. ¿Seguiremos vendiendo armas y sosteniendo genocidios y afanes imperiales? Es la tierra santa de judíos y musulmanes, puerta del África negra y umbral del extremo oriente, ese que fascinó al gran europeo que fue Marco Polo. Europa ha sido criminal en su pasado belicoso, colonial e imperialista, pero hoy tenemos un enorme mercado y pueblos cultos. Quiero una Europa que apueste y presione por la paz, que apague fuegos con sus dos fuerzas: mercado y cultura. Pues quizás, cuando nos sentíamos amenazados por ‘los otros del este y el sur’, éramos nosotros quienes amenazábamos primero. 

No me gusta cuando Europa se vuelve fascista y belicosa, allí se demostró lo poco cristiana que fueron sus cruzadas: “Guarda tu espada, Pedro, la guerra no es el camino para construir un Reino de Paz”.

Francisco Bontempi

Médico y Psicoterapeuta

DILEMAS POLÍTICOS, PREJUICIOS Y OPINIONES